Opinión

Monsiváis, la historia nacional y las fiestas patrias

Coincide esta entrega de mi colaboración semanal con el festejo por el 214 aniversario de nuestra independencia. Coincide además con la polémica de las últimas semanas sobre los nuevos libros de texto para educación primaria, y particularmente con las observaciones -a favor y en contra- que se le han hecho a la manera en la que se presenta en ellos la enseñanza de la historia nacional, con un sesgo propio y afín al gobierno en turno.

El brindis del bohemio

Bohemios 

Cuando una polémica similar se presentó en 1992 con motivo de los nuevos libros de texto para la enseñanza de la historia a los alumnos de cuarto, quinto y sexto de primaria, desde su columna humorística “Por mi madre Bohemios” del periódico La Jornada, Carlos Monsiváis intervino en la discusión.

Por más de cuatro décadas y en tres publicaciones distintas (la revista Siempre, el periódico La Jornada y en su última etapa el semanario Proceso) “¨Por mi madre bohemios” se alimentó e hizo escarnio de la estulticia declarativa de políticos y otros personajes públicos. Detrás del enigmático “R”, la ironía afiladísima y el temperamento crítico e irreverente de Monsiváis trazaban a carcajadas un retrato insuperable de la vida pública mexicana en clave de ópera bufa.

El viernes 11 de septiembre de 1992, con un llamado y el primer párrafo de la columna en primera plana, Monsiváis escribió:

“Para el Concurso de los Libros de Texto

En reunión con ilustres panistas, el secretario de Educación Ernesto Zedillo señaló la posibilidad de que también el contenido de los libros de texto se someta a concurso. A esta sección ha llegado el primer anteproyecto, de la Asociación Nacional de Padres e Hijos del Sano Dogmatismo, filial de ProCensura. Recogemos algunos fragmentos de este libro que ya cuenta con el Nihil Obsat.

La Conquista

Antes de la llegada de los españoles, en México sólo vivían los indios y los ajolotes.

Los indios eran paganos, los ajolotes no.

A los indios se les conocía por su aspecto, que era mucho peor que sus costumbres.

A los españoles, los indios los recibieron con júbilo, seguramente intuyendo que les traerían religión verdadera.

La religión verdadera se distingue de las falsas por un solo dato: es verdadera.

Hernán Cortés trató bien a todos, para beneficiarse del lado positivo del maniqueísmo.

Los indios que murieron de modo violento, fueron suicidas empeñados en crear la Leyenda Negra de la Conquista.

Las pirámides fueron construidas por extraterrestres, guiados por un grupo de dominicos.

Benito Juárez

Benito Juárez hizo todo lo que hizo porque era indio.

Los indios son rencorosos y tristes, pero no necesariamente malos.

Los únicos indios malos son los que piensan como Benito Juárez y creen que tienen derechos.

Las Leyes de Reforma son la prueba de que Satán también es jurista.

Porfirio Díaz

Porfirio Díaz heredó las nefastas Leyes de Reforma, que le daban mala imagen a la Iglesia, pero las metió en un sacó y las tiró al mar.

A Don Porfirio le debemos en México la existencia de Apellidos. Antes sólo teníamos nombres (Pepe, Toño, Juancho) e interjecciones (García, Pérez, Hernández, López, , Gómez, González) pero no Apellidos.

Con la llegada de los Apellidos se dejaron venir el Buen Gusto y los Modales.

La Revolución Mexicana

La tal revolución fue un acto de prepotencia de los nacos que, para variar, echaron montón.

Murieron cientos de miles de nacos y sólo unos cuantos hacendados, por eso las cifras de defunción de la época son tan bajas.

El día de hoy

El país podría estar mejor, con que sólo volviésemos a la moral del siglo XVII.

Para cumplir nuestro ideal, es preciso tener un régimen teocrático. El gobierno nos ha prometido la teocracia a cambio de que reconozcamos la sinceridad de su esfuerzo.

A la virtud y a la pureza la dañan los desnudos de las playas, los programas laicos en TV, la homosexualidad y sus variantes (la heterosexualidad es la variante más hipócrita de la homosexualidad), el aborto, el que las mujeres hablen en reuniones familiares, el permiso para faltar a misa y el deseo de tener deseos.

El preservativo es el demonio y el primer nombre del infierno es Condón.

Estamos seguros de que salvaremos a la niñez con este texto”.

El escritor Ignacio Solares, recientemente fallecido, se refirió a la columna de Monsiváis de esta manera:

“Su ojo de lince desenmascaraba el autoengaño, la cursilería, el descaro, la banalidad o la estupidez misma. (…) Por las páginas de “Por mi madre, bohemios”, cada semana se delataban por sí solos (bastaba con oírlos atentamente) los intransigentes moralistas, los pulcros padres de familia, las intrigantes maestras de civismo, los representantes católicos de dedo flamígero, los políticos de ideas firmes e intolerantes. (…) Una de sus funciones (era) recordar a los lectores que, por más firme que parezca el suelo que pisan y por más radiante que luzca la ciudad que habitan, hay demonios declarantes escondidos por todas partes, en todos los ámbitos de nuestra vida social y política, que pueden, en cualquier momento, provocar un cataclismo. (La R. se hubiera desesperado ante tanta retórica y amenazaría con incluirnos en su siguiente entrega)”

En el prólogo del libro donde se reúnen sus columnas publicadas en La Jornada, Monsiváis apuntó:

“En agosto de 1968, en medio del ascenso del movimiento estudiantil, hice para La Cultura en México, de Siempre, una antología de frases tremolantes en contra de los estudiantes y de la libertad de expresión. Allí intervenían conspicuamente secretarios de Estado, gobernadores, senadores, diputados, empresarios, obispos, hombres pro y columnas de la sociedad. En ese momento, se inicio la idea de una sección que le rindiese el homenaje posible a los detentadores del espacio público, a los especialistas en sermones cívicos, reprimendas morales, orientaciones patrióticas, consejos a las nuevas generaciones, homilías, arrebatos líricos, andanadas contra pérfidos, perversos y pervertidos. Y en 1972 la sección cobró forma y tomó su título del memorable poema “El brindis del bohemio” de Alejandro Aguirre y Fierro, un gran residuo de la cultura del arrebato (muy superior desde luego a la cultura de la gravedad moralizadora). Con intermitencias, “Por mi madre bohemios” se mantuvo en La Cultura en México de 1972 a 1987, para trasladarse a La Jornada a fines de 1989. Desde entonces este “Tesoro del declarador”, según afirma Carlos Magdaleno, está con nosotros”.

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