Opinión

La obsesión de USA con la realeza británica

La invitación al funeral de la reina Isabel II todavía no llegaba cuando el presidente Joe Biden, apenas 24 horas después de su muerte, sorprendió a todos anunciando que haría el viaje a Londres para estar presente en la ceremonia luctuosa.

Cuando por fin fue invitado y le especificaron que sólo podrían acudir el mandatario y su esposa, pero ningún otro funcionario y mucho menos una comitiva, eso no le hizo dar marcha atrás.

Y al parecer tampoco el anuncio del Palacio de Buckingham que implica logística y cuestiones de seguridad, respecto a que los invitados tendrán que llegar todos juntos y por autobús a la abadía de Westminster. Su portavoz confirmó enseguida la asistencia del presidente y la primera dama.

También, en otra inusual decisión, Biden ordenó desde el primer momento que se supo que la monarca había muerto, que la bandera de la Casa Blanca ondeara a media asta por doce días, hasta el próximo lunes cuando tendrá lugar la ceremonia fúnebre. Nunca en Washington se había visto un luto tan prolongado por un dignatario extranjero. Orden similar fué dada por Nancy Pelosi, líder del Congreso, para las banderas en el Capitolio.

El matrimonio Obama durante una cela de gala en el palacio de Buckingham

La reina Isabel II ofreció en 1961 una cena de gala en honor al presidente Kennedy y a su esposa Jacqueline

BBC

No cabe duda que la gran mayoría de los estadounidenses siente gran amor por Gran Bretaña pese a que fueron su colonia y una particular fascinación por la vida y los escándalos de la realeza británica en general y en particular, una gran admiración por Isabel II, quien sin duda fue una excelente diplomática, una fuerza de unión y estabilidad para su país, quien si bien tenía derecho de veto, nunca lo ejerció, como no lo ha hecho ningún otro monarca británico desde la reina Ana en el siglo 18, hace 300 años.

Ese sistema político que en realidad está en manos de una parlamento y un primer ministro, con un líder máximo apolítico, es lo que fascina en este país, donde los ciudadanos cada vez desconfían más de sus gobernantes y las instituciones.

Y desde luego les encanta, la pompa y circunstancia, desfiles, carrozas, lujo que rodean esta monarquía de la que fueron súbditos.

Pero no siempre fue así. Según los historiadores a principios del Siglo 19 los estadounidenses veían a la monarquía británica en forma negativa, como símbolo medieval de nepotismo y privilegios no ganados

Sin embargo, después de la Guerra Civil (1861-1865) la relación empezó a cambiar y los miembros de la Casa Real empezaron a visitar Estados Unidos, en especial Eduardo VIII, quien abdicó al trono para casarse con Wallis Simpson, una mujer divorciada originaria de Baltimore.

Luego, durante las dos guerras mundiales, Gran Bretaña y Estados Unidos fueron grandes aliados y se hicieron más fuertes sus lazos culturales y políticos. Sin embargo, no se espera que Carlos III logre tener aquí ni remotamente, la popularidad que tuvo su madre.

En cuanto a Biden, ha trascendido que debido a razones de seguridad seguramente se hará una excepción y le permitirán llegar a Inglaterra en el avión Fuerza Aérea Número Uno y moverse en su limusina blindada. Igual se hará con Naruhito, emperador de Japón y con Isaac Herzog, presidente de Israel.

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