Opinión

El oficialismo, contra Xóchitl Gálvez

La mafia del poder ha elegido un nuevo adversario. Por todos los medios, pisoteando restricciones legales, el presidente y sus fieles están empeñados en descarrilar la candidatura de Xóchitl Gálvez. Mentiras y difamaciones en las conferencias matutinas, disciplinadamente reiteradas por los “corcholatos” en campaña, fueron la reacción inmediata, visceral y colérica, a la notoriedad que rápidamente adquirió la senadora hidalguense. Ahora, de la infamia publicitaria, transitan al acoso judicial. El gobierno la quiere intimidar y debilitar y, si puede, expulsar de la competencia política.

La anticipada postulación de Xóchitl Gálvez como aspirante a la candidatura presidencial del Frente Amplio por México ha sido un éxito debido, en primer lugar, a su perfil desenfadado y fresco que contrasta con la rigidez de muchos políticos que menudean dentro y fuera de esa alianza partidaria. Gálvez habla con franqueza, sin la ampulosidad que la vieja clase política ha utilizado para enmascarar las limitaciones de su discurso, pero sin caer en la vulgaridad obradorista que injuria y miente para rehuir la confrontación con la realidad y los hechos.

La candidatura de Gálvez ha reanimado al Frente Amplio en donde hay otros aspirantes presidenciales, algunos sin duda con méritos y experiencia sobresalientes. Ninguno de ellos tiene la capacidad de la “Señora X”, como la llaman sus inesperados propagandistas, para suscitar el entusiasmo y la esperanza que han modificado el escenario político en las semanas recientes.

Esa postulación inicial, desplazó de la agenda pública a las desangeladas campañas de los aspirantes presidenciales de Morena. A pesar del enorme gasto que hacen, en todos los casos con ilegal desfachatez, para contratar propaganda en todo el país, las campañas de Sheinbaum, Ebrard y López bis no despuntan. Cada uno a su modo, los tres son marionetas condenadas a repetir la demagogia que se propaga desde Palacio Nacional. Impedidos para debatir entre ellos mismos, sus discursos carecen de contraste.

¿Alguien que lee los diarios, o mira los noticieros, recuerda qué dijeron ayer o antier la hierática ex jefa de Gobierno, el voluble ex Canciller o el lánguido ex secretario de Gobernación? Beneficiarios de la aquiescencia de su dirigente, saben que el liderazgo en Morena no se comparte. Son disciplinados al caudillo mientras buscan la candidatura. El que la consiga, seguirá obligado a esa disciplina.

En ese panorama, Xóchitl Gálvez gana una presencia vistosa y enérgica. Confronta sin desfiguros la retórica de la inquina, la respalda una trayectoria animosa y con logros constatables, no viene de ninguna elite política ni económica. Se le pueden señalar ausencias programáticas pero ahora, antes que nada, es notorio cómo resiste presiones con entereza casi desenfadada.

El burdo escarnio de López Obrador, los vituperios reproducidos por sus voceros y los memes grotescos para estigmatizarla, reforzaron la popularidad de la senadora Gálvez. Ahora el presidente transita de los improperios, al empleo del poder y al amago jurídico en contra de ella.

La publicación de documentos con datos de finanzas, socios, clientes y declaraciones fiscales de las empresas de Gálvez, constituye un abuso de poder. Difundir esa información, es ilegal. Especular con ella como hace el presidente, es un engaño. Hacer negocios no es un delito pero López Obrador, en su aversión contra la senadora, presentó esos estados financieros como si demostraran una falta. Si acaso, indican que las empresas de Gálvez cumplen con la obligación de pagar impuestos. La misma senadora le respondió al presidente que no tiene nada que ocultar y que él ni siquiera sabe sumar: los documentos publicados como gran revelación no muestran ingresos por más de mil 400 millones de pesos como dijo López Obrador, sino por menos de 80.

Fallido ese intento para desacreditarla, el oficialismo ha emprendido una operación para acosarla judicialmente. El lunes 17 de julio el diputado federal de Morena, Manuel Robles Gómez, presentó una denuncia contra ella por “enriquecimiento al amparo del poder político” y evasión fiscal.

Tres días después Víctor Hugo Romo, ex alcalde en Miguel Hidalgo, presentó una demanda penal contra la senadora Gálvez por enriquecimiento ilícito y corrupción, entre otros cargos, cuando ella fue titular de esa demarcación. Gálvez fue delegada en Miguel Hidalgo de 2015 a 2018 y Romo, que la había antecedido en ese cargo, volvió a él, ahora como alcalde, en 2018. Desde que regresó a la alcaldía, hace cinco años, Romo pudo haber denunciado a Gálvez por su desempeño en Miguel Hidalgo. Lo hace ahora, cuando ella es aspirante presidencial. (De quien sí se han presentado evidencias de manejos opacos en Miguel Hidalgo, es del propio Romo. Una de las más recientes es una denuncia de la Auditoría Superior de la Ciudad de México que identificó que, durante su administración, esa alcaldía hizo pagos a una empresa por trabajos que no fueron realizados).

Aunque no tengan sustento, el gobierno podrá emplear las acusaciones contra la senadora Gálvez en una maniobra política y jurídica para empañar su fama pública. Si la candidatura avanza no sería imposible que López Obrador, que ya ha demostrado que no tiene miramientos para torcer la ley con tal de cumplir sus propósitos políticos, impulsara la represión penal contra Gálvez. Ese riesgo lo ha señalado, con claridad, Guadalupe Acosta Naranjo, dirigente del Frente Cívico Nacional: “No solo la quieren sacar de la contienda, la van a querer desaforar, y la quieren en la cárcel”, dijo en Twitter.

Mafia es, de acuerdo con una de las acepciones que registra la RAE, “grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos”. Eso es lo que encabeza el presidente López Obrador. Ha querido ejercer el poder sin límites. Pretende mantener su liderazgo más allá del fin de su mandato. En el abrupto proceso electoral que ya comenzó, igual que ocurrió en episodios recientes, solamente la exigencia organizada de la sociedad podrá detener los abusos del oficialismo para ganar a la mala en junio próximo. Defender a Xóchitl Gálvez del acoso de la mafia en el poder es defender nuestro derecho a elegir con democracia y libertad.

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