Opinión

La ópera bufa y las elecciones. Segunda parte

Morena se adelantó a los tiempos electorales establecidos legalmente y como “lo que hace la mano, hace la tras”, la Alianza Va por México decidió hacer lo mismo y con ello demostró que en política mexicana, quien no tranza, no avanza. A las dirigencias partidistas les faltó templanza y se doblaron ante la inconveniencia de dejarles vacío el escenario a las corcholatas y las adherencias del presidente. Así, hoy el único partido que podrá alegar, en un eventual conflicto postelectoral, que las elecciones están siendo inequitativas por la anticipación de las precampañas será Movimiento Ciudadano.

Es evidente que el presidente de la República impone tiempos y agenda. Además, estampó su sello característico, que es no respetar la ley y lo permeó a sus competidores con lo que evita que quienes son en estos momentos la oposición más fuerte puedan alegar incumplimiento descarado de las normas electorales. Hoy, lo que importa, es posicionar a una persona en el ánimo de la población que pueda competir en las urnas. La institucionalidad pasa a un segundo plano.

La auto llamada 4T lleva en campaña desde el triunfo electoral de López Obrador en 2018 y el proceso de sucesión lo inició el presidente el año pasado con el señalamiento de los posibles candidatos a sucederlo en la silla presidencial. Desde ese momento el gobierno dejó de importarles a las corcholatas y sólo se dedicaron a promocionarse para ganar el favor del gran elector de palacio, quien designará al candidato de Morena en una simulación en la que es indudable que controla los hilos de sus marionetas, que desfilan en la prensa en su gira por todo el país para ser conocidos y considerados en la encuesta organizada por su subordinado, Mario Delgado, presidente del partido oficial.

Lo tragicómico de esta ópera bufa comienza con el repudio presidencial al destape político que él está reinstalando y con ello nos regresa a la época de oro del autoritarismo mexicano en la que los actores políticos y sociales estaban pendientes de los gestos presidenciales para iniciar la cargada en favor del elegido y ser parte de la gira triunfal hacia unas elecciones controladas por el gobierno con ganador conocido a partir de la designación del partido oficial y que era invencible en las urnas por sus trampas y mañas por todos conocidas.

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Los dirigentes de los partidos de oposición, que no se creyeron nunca aquello de la transición democrática, actúan en congruencia con sus deseos de mantener su representación en las cámaras legislativas y con el manejo de sus huestes pretenden construir una candidatura que sea funcional a sus intereses y para lograrlo hicieron un champurrado de procesos de participación ciudadana, en el qué los favoritos de las cúpulas puedan ser los finalistas en la batalla de la precandidatura.

Las reglas de selección del responsable nacional de construir un Frente Amplio por México serán dictadas por un segundo comité ciudadano, el primero se desintegró por razones difíciles de explicar, y deberán contener una recolección de firmas ciudadanas de apoyo al “activista”, una valoración de idoneidad, una encuesta y una consulta directa a la ciudadanía sin financiamiento público para realizar el activismo. Un auténtico disfraz de una campaña para eludir la ley electoral.

Quién vaya a ser el candidato a la presidencia de la República de Morena o el frente amplio opositor deberá ser un violador contumaz de la ley y competir con las reglas fijadas desde Palacio Nacional. En menos de 15 días, la mayoría de los aspirantes a gobernar a nuestro país decidieron abandonar la contienda por falta de apoyos reales en las diligencias partidistas y porque se dieron cuenta que sus posibilidades de lograr sus ambiciones eran limitadísimas.

En estas circunstancias, el presidente se burla de la oposición y sus candidatos que no son candidatos en una abierta campaña por sus corcholatas y sus adherencias y presume de conocer los acuerdos de la que él llama la mafia del poder en favor de una persona. Esto último es una fanfarronada o el uso de información de inteligencia del espionaje que, por cierto, ya no existe según su narrativa en nuestro país.

Lo cómico de esta ópera bufa es qué el “destapador” del palacio nacional niega serlo, aunque es evidente para todo el mundo, incluso para sus corcholatas que se desviven por agradarlo, que el gran elector se llama López Obrador y que le encuesta es una mascarada. Lo preocupante es la habilidad para el engaño del personaje principal y el cinismo con que acusa a los opositores de ser antidemocráticos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera

Cuartoscuro

Todo este proceso está pensado para polarizar a la sociedad y aumentar la confrontación entre chairos y fifís y aparentemente está decidido en favor de la corcholata favorita, que nadie sabe quién es, aunque todo mundo tenga su gallo conforme a sus conveniencias y expectativas, y esto es una reproducción tropical del juego del tapado supuestamente desterrado de nuestra cultura y práctica políticas. Sin embargo, como en las Bodas de Fígaro el engañador puede quedar envuelto en sus propios engaños y no obtener sus deseos ilegítimos.

El presidente, padeciendo el síndrome del cuarto año de gobierno, cree controlar incluso a la oposición en su sucesión, pero esto no es certero en un análisis objetivo. Primero, como sucedía en el régimen autoritario de antaño la corcholata será fiel a la voluntad de López Obrador hasta su ungimiento y segundo la fuerza en su contra no se puede medir con tanta anticipación. La popularidad es algo demasiado efímero y siempre está en los lomos de un venado y nunca se hereda.

El factor Xóchitl Gálvez puede descuadrarles el escenario tanto al oficialismo como a su burocratizada oposición. Un personaje surgido del pueblo con un lenguaje directo y una imagen fresca es el antídoto contra las decisiones cupulares, aunque tampoco es garantía de un buen gobierno y para que esto último suceda es necesario una renovación de los partidos, pero bosquejarlo en estos momentos es un suicidio político con las elecciones del 24 a la vista. Contrario a lo que se piensa en Palacio no hay nada decidido.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

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