Opinión

Ostracismo en tiempos de la transformación

Clístenes de Atenas es considerado el introductor de la democracia a la antigua Atenas mediante una modificación a su forma de gobierno. Tras las tiranías de Pisístrato e Hipias, Clístenes consideró que Atenas requería una reforma que evitara la acumulación de poder por parte de un solo grupo, representado entonces por la aristocracia pisistrátida. Uno de los elementos centrales de la reforma del siglo VI a.C. consistió en consultar anualmente a los ciudadanos sobre la posibilidad de expulsar de Atenas por una década a algún político que, en la opinión popular, significara un riesgo para la democracia. Si el pueblo consideraba que existían elementos para llevar a cabo el destierro, se convocaba a una asamblea en la que los asistentes escribían en un trozo de barro llamado ostracón el nombre de aquél que sufriría el ostracismo.

Aún cuando su intención era proteger a la naciente democracia ateniense, desde su origen el ostracismo fue utilizado como una estratagema política de quienes, teniendo el poder, sentían amenazado su dominio. Con el paso del tiempo, esto cada vez se hizo más evidente y muy pronto se convirtió en el arma predilecta de autócratas, déspotas y dictadores. Si el ostracismo pudo encontrar alguna justificación en la antigua Grecia, hoy en día es inconcebible en una democracia que basa parte de su fortaleza en la amplitud de la participación política. Por ello, resultan complejas de aceptar las distintas formas de ostracismo que se han pretendido impulsar desde el poder e incluso desde antes de la llegada de Morena al gobierno.

Cuando en 2017 el PRI y el PAN deliberaban sobre quiénes podrían ser sus candidatos, el entonces presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en un acto de franca marrullería electoral, insistía en rechazar a algunos aspirantes mejor posicionados para que el abanderado tricolor fuera el único que no era priista, lo cual terminó por desfondar al entonces partido en el gobierno y dividió el voto opositor, pues los perfiles de este y el candidato de Acción Nacional eran tan similares que entraron en franca colisión. Más adelante, ya en la Presidencia de la República, intervino en la designación del presidente nacional del PRI, al hacer todo lo necesario para que quien llegara fuera Alejandro Moreno, quien ha resultado convenientemente cómodo para Morena y el gobierno, marginando a quienes pudieron significar una verdadera oposición. Hoy, a 19 meses de las elecciones, López Obrador vuelve a inmiscuirse en las decisiones de la oposición, señalando a 43 personajes como posibles candidatos a la Presidencia, todos ellos de cómoda conveniencia, en mayor o menor medida, para su proyecto político.

Ahora como siempre, en el juego de la sucesión no solo importa tener las mejores fichas, sino que la contraparte no cuente con aquellas piezas que nos pueden vencer. El ostracismo como estrategia política es tan antiguo como la democracia misma y sería ingenuo llamarnos a sorpresa: el presidente, como gran decisor de su sucesión, está acomodando en el tablero las fichas que lo pueden hacer ganar, pero también retirando aquellas que podrían provocar su derrota. Así lo hizo en la elección presidencial de 2018, así lo hizo en el proceso interno del PRI y así lo intenta hacer rumbo al 2024. López Obrador está haciendo lo que cualquiera podría esperar y ello, aunque pudiera calificarse de injerencista, resulta más que lógico. Lo incomprensible es que los partidos y actores políticos de oposición estén dispuestos a meterse en una dinámica de la que no saldrán bien librados.

Si la oposición aspira a ganar – o cuando menos a vender cara la derrota – no debe permitir que las fichas las seleccione su oponente. Quizá valdría la pena voltear a ver a aquellos que, en tiempos de la transformación, fueron condenados al ostracismo. Quizá allí se encuentre alguna posible alternativa.

AMLO durante su conferencia matutina

AMLO durante su conferencia matutina

Cuartoscuro
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Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com