Opinión

El populista y el tren de la democracia

Este domingo intentó reelegirse un presidente que avasalla a los contrapesos para su gobierno, amenaza y reprime a jueces, periodistas y profesores, calumnia a sus opositores y polariza a la sociedad. Hasta ya entrada la tarde en México, Recep Tayyip Erdogan no había alcanzado la mayoría absoluta y en dos semanas tendría que haber una nueva vuelta en las elecciones presidenciales en Turquía.

Erdogan, de 69 años, lleva dos décadas en el poder, desde que fue designado primer ministro en marzo de 2003. Dos años antes creó el Partido de la Justicia y el Desarrollo, AKP, que maneja como patrimonio personal suyo. El hoy presidente turco, concentra el poder en detrimento de la autonomía del congreso, controla a los organismos judiciales y se apoya en el Ejército. En su gobierno, abundan los funcionarios designados por la fidelidad que le tienen y no por sus capacidades administrativas o técnicas.

La visita de Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía a México se pospuso/

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía 

EFE

Repartir dinero para recabar votos, ha sido una de sus fórmulas. “Se ampliaron las ayudas sociales, que se convirtieron posteriormente en los instrumentos de cooptación del AKP”, escribió en El País (12 de mayo) la profesora Isik Özel. Al gobierno de Erdogan no parecen inquietarle los señalamientos de populismo y autoritarismo que hacen variados especialistas. Tampoco la opinión de grupos ambientalistas, inconformes por el desarrollo de proyectos energéticos contaminantes, sustentados en la explotación de carbón.

En 2016, un intento de golpe militar fue pretexto para que Erdogan emprendiera una extensa purga de funcionarios y ciudadanos adversos a su gobierno. “La Gran Limpieza” le llamaron a la destitución de mandos militares, pero también de jueces y fiscales, así como profesores universitarios y periodistas. The New York Times afirma que fueron encarcelados decenas de miles y que más de 100 mil empleados públicos fueron despedidos.

Aquella purga dejó al menos parte del Poder Judicial en manos de Erdogan. Un informe citado por Foreign Policy estima que 45% de los más de 21 mil jueces que hay en Turquía, tenía en 2020 tres o menos años de experiencia. Los jueces que revisan los reclamos electorales son designados por sorteo y hay grandes posibilidades de que muchos de ellos hayan sido nombrados por el partido en el gobierno.

En 2017 un referéndum propuesto por Erdogan reemplazó el sistema parlamentario por un régimen presidencial, con una acentuada concentración de poder. Ahora ha querido reelegirse. En contra suya compite Kemal Kilicdaroglu, dirigente del Partido Republicano del Pueblo, CHP, de centro izquierda. Aunque le cuestionan tener poco carisma y haber perdido en varias elecciones, Kilicdaroglu ha tenido el mérito de reunir en torno suyo a seis partidos, en una alianza que va de las izquierdas, a las derechas moderadas.

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Kilicdaroglu propone un gobierno de coalición, volver al sistema parlamentario, lograr la reconciliación y la unidad de los turcos y restablecer el estado de derecho. Se compromete a gobernar con transparencia y combatir la corrupción. En 2017 Kilicdaroglu, que ahora tiene 74 años, marchó más de 420 kilómetros, de Ankara a Estambul, en protesta contra el gobierno de Erdogan.

También compitieron en esta elección el derechista y xenófobo Sinan Ogan, del Partido de la Victoria y, postulado por el Partido de la Patria, de centro izquierda, el profesor Muharren Ince quien se retiró días antes cuando fue amenazado con la publicación de un supuesto video de carácter sexual.

El cansancio de amplios sectores de la sociedad turca y la erosión en las capacidades de Erdogan y su movimiento, alentaron las posibilidades electorales de la heterogénea coalición opositora que, sin embargo, carga con numerosos errores. En opinión del escritor y cineasta Zülfü Livaneli: “El hecho de que los partidos del centroderecha y la izquierda estuvieran dedicados a sus disputas internas en lugar de preocuparse por los problemas de la gente ayudó al AKP a hacerse con el poder. Y el partido no ha dejado pasar ninguna de las oportunidades que se le han ofrecido” (El País, 14 de mayo).

El populismo de Erdogan ha sido de manual. Tiene un discurso de corte islamista y reivindica a los pobres pero sin romper con la oligarquía turca. Estigmatiza y persigue a quienes no lo apoyan y alienta una polarización que divide al país. Tiene posturas racistas y misóginas. Aunque el matrimonio igualitario no ha estado a votación el ministro de Interior, Süleyman Soylu, proclamó: “En estas elecciones decidiremos si un hombre se puede casar con un hombre y una mujer con otra mujer o no”.

Dividir y calumniar: en la reciente campaña Erdogan acusó a su rival, Kemal Kilicdaroglu, de estar vinculado con un grupo terrorista kurdo (el histórico litigio entre Turquía y el pueblo kurdo se reactiva y agudiza con frecuencia). El presidente no ofreció pruebas de esa relación pero la insidia ya estaba fincada. Kilicdaroglu ha denunciado la intervención de hackers rusos para propagar mensajes e incluso imágenes falsas (con tecnología “deepfake”) para desprestigiarlo. Horas antes de la elección el propietario de Twitter, Elon Musk, aceptó la exigencia del gobierno turco para censurar cuentas de dirigentes de la oposición a cambio de no cancelar el acceso a esa red.

El perfil y algunos de los métodos de Erdogan nos resultan demasiado conocidos. Las elecciones en Turquía son expresión de los ardides del populismo autoritario pero, también, de las posibilidades de las oposiciones cuando son capaces de marchar juntas. La defensa y el ejercicio de las reglas democráticas puede lograr que, en las urnas, los ciudadanos anti autoritarios le disputen el poder a los autócratas.

Hace tiempo, Erdogan dijo: “La democracia es un tranvía; me puedo bajar cuando llego a donde quiero”. La ruta democrática no es la suya pero ese tranvía, en manos de los ciudadanos, puede llevarles a tiempos mejores. No será fácil. Este domingo, las contradicciones en la información sobre los resultados electorales mostraban las maniobras de Erdogan. La historiadora Anne Applebaum comentó en Twitter: “Pongan atención, dondequiera que se encuentren, porque si Erdogan hace trampa, otros lo van a imitar”.