Campeonato Mundial. - Con respecto al futbol soy una voz autorizada. Un experto. Que comparta esta cualidad con millones de mexicanos no disminuye mi jerarquía, la socializa. No podía ser de otra manera, le he dedicado al juego mucho tiempo de mi vida. Desde los años del kínder hasta los universitarios lo practiqué de manera cotidiana. Jugaba solo, con otro niño, con un pequeño equipo, con un equipo uniformado y en cancha reglamentaria, que es otro nivel.
Además, he visto miles de partidos, cientos en estadios y los demás en televisión, incluidos los programas de repetición de los goles. Como corresponde a mi calidad de experto no rehúyo el debate futbolero con parientes y amigos. Incluso, durante el Mundial de Corea-Japón, gracias a una invitación de Fernando Figueroa, escribí la columna “Cascarita Sagrada” alternando con Arnulfo Domínguez.
Siempre digo que elegir la carrera que marcará tu vida a los 16 ó 17 años es un enorme riego, pero qué me dicen de elegir el equipo al que le vas a ir toda tu vida cuando apenas estás aprendiendo a leer. Muchos niños heredan la afición de sus padres. En mi caso no fue así. Mi papá era de Minatitlán. Lo suyo eran las hazañas de Beto Ávila, el champion bat mexicano. De futbol, nada. De modo que mis influencias fueron otros niños.
En las privadas donde vivía de niño, allá en la Colonia Del Valle, las opciones eran América o Guadalajara, no había más. Vale recordar que la Universidad no tenía equipo en primera división y que el equipo local del estadio de Ciudad Universitaria era el América. Así como lo oyen. De hecho, visité un par de veces los vestidores de ese estadio y pude conocer a los jugadores brasileños del América, entre ellos el Zague original, llamado Lobo Solitario. Mi afición por el América me redituó años de lo que ahora se llama bullying en la Prepa 6 y en Ciencias Políticas donde Pumas era el equipo hegemónico, casi único.
El primer Mundial que seguí con atención fue el Inglaterra 1966, aquel en el que Fernando Marcos exigió: “No falles, Borja” y el ariete narigón no falló. Le anotó de media vuelta a Francia y yo brinqué frente a la televisión todavía en blanco y negro. Acaso sea por la fuerza arrasadora de la nostalgia, pero no recuerdo otro Mundial como el de México 70. Como muchos compatriotas, una vez que México quedó eliminado, me formé en la ventanilla de Brasil que tenía un equipo de ensueño. Atesoro el recuerdo del gol del capitán Carlos Alberto a Italia en la Final, rubricando una jugada que inmortalizó el “juego bonito”.
A pesar de ser, como quedó dicho, un experto, debo reconocer que casi nunca le atino al equipo que termina ganando la copa. Aunque auguré que ganaría Holanda, disfruté especialmente el triunfo de España en el Mundial de Sudáfrica y el gol de Andrés Iniesta. Esa anotación lo transformó en leyenda viviente. De los goles de México me quedó con el que le marcó Jared Borguetti a Italia, un cabezazo casi de espaldas, magistral. Claro que no olvido la media tijera de Negrete contra Bulgaria que le ha servido a Manuel incluso para hacer carrera política y que desató, aquel día, una fiesta en el país.
Para Qatar 2022 mis favoritos son Brasil y Francia. Creo que Neymar Jr. ratificará su nivel de número 1 del mundo en este momento. Claro que no apostaré nada porque está visto que los Mundiales no respetan la opinión de los expertos, como yo.
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