Opinión

Sobre el tratamiento médico a largo plazo

Uno de los problemas importantes que enfrenta la salud pública es que la población con enfermedades crónicas no transmisibles mantenga su enfermedad bajo control óptimo. El primer obstáculo es que una buena parte del manejo de estas enfermedades tiene que ver con cambios en el estilo de vida: reducir o cambiar el contenido de sales en la comida, reducir las calorías, aumentar el consumo de alimentos no procesados y evitar los ultraprocesados, bajar de peso, hacer ejercicio, dejar de consumir tabaco, reducir el consumo de alcohol, reducir el número de parejas sexuales, evitar el contacto sexual sin protección, reducir la exposición a los rayos ultravioleta y/o utilizar bloqueadores solares, dormir mejor y más tiempo, reducir la violencia intrafamiliar. Con estas medidas se podrían controlar o evitar muchísimas enfermedades crónicas no transmisibles y algunas transmisibles también. Pero la ventanilla para inscribirse en programas para el cambio en el estilo de vida está generalmente vacía.

El siguiente paso es el farmacológico. Utilizar medicamentos para el control de la variable descompuesta: para bajar la presión arterial, la glucosa, el colesterol, el ácido úrico, etc. Pero, en enfermedades asintomáticas, el manejo a largo plazo es muy difícil de lograr a nivel poblacional.

El estudio fue dirigido por la bioquímica Amy S. Lee, de la University of Southern California (USC) y publicado este lunes en Nature Communications

El estudio fue dirigido por la bioquímica Amy S. Lee, de la University of Southern California (USC) y publicado este lunes en Nature Communications

Tomemos el ejemplo de la hipertensión arterial. Es una enfermedad muy fácil de diagnosticar, pero no produce síntomas. Aumenta el riesgo de infartos de miocardio o cerebrales, pero eso los pacientes lo ven como algo lejano y que solo le pasa al vecino. Un adulto que es diagnosticado con hipertensión y su médico le receta un tratamiento que puede ser de una o dos pastillas a tomarse cada día o cada 12 horas. ¿Cuál es la probabilidad de que el sujeto, sin síntomas, ni molestias, tome esas pastillas todos los días por los próximos 20 o 25 años? Se requiere no solo entender la enfermedad y sus consecuencias, sino también ser una persona disciplinada y con un estilo de vida que le permita tomar los medicamentos con la mayor frecuencia posible.

El resultado más reciente de la encuesta nacional de salud, ENSANUT 2022, muestra que en México, del total de pacientes que han sido diagnosticados con hipertensión arterial, el 82 % reciben tratamiento y el 18 % no lo reciben. De los que reciben tratamiento, solo el 33 % está bien controlado y el otro 67 % no lo está. Sabemos que la mayoría de los enfermos no controlados es porque no se toman adecuadamente los medicamentos. Tenemos un arsenal de fármacos para el tratamiento de la hipertensión arterial y, sin embargo, 73 de cada 100 pacientes o no los reciben o no están bien controlados.

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La ciencia médica no se detiene y los investigadores siguen buscando soluciones. Una de ellas puede ser desarrollar medicamentos que se administren, por ejemplo, una vez al año. Un artículo reciente del New England Journal of Medicine muestra un resultado muy prometedor. Investigadores en Boston han desarrollado un medicamento llamado Zilebersirán que consiste en un RNA de interferencia que inhibe la producción de angiotensinógeno, precursor de la angiotensina, una hormona que sube la presión. De hecho, varios de los medicamentos que tenemos son justamente para bloquear a esta hormona. Una sola administración subcutánea de Zilebersirán en pacientes con hipertensión arterial indujo una reducción de la presión que fue significativa a las 8 semanas y se mantuvo así, al menos 24 semanas. Los efectos adversos fueron similares que el placebo. Aunque sea preliminar, es alentador, ya que, si tratar la hipertensión fuera tan fácil como una dosis al año, quizá lograríamos mejores resultados a nivel poblacional.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM