Opinión

Trasnochada megafarmacia

Trasnochado: Falto de novedad y de oportunidad. Sin.: Anticuado, obsoleto, pasado, desfasado, anacrónico, extemporáneo (RAE).

La gran simulación resulta cada vez más insuficiente. Desde Palacio Nacional se inventan ficciones que repiten funcionarios y propagandistas oficiales y que, lentamente, son rechazadas por cada vez más mexicanos. El 49% de los ciudadanos cuestiona el manejo presidencial de la economía y solamente el 37% lo aprueba. Para el 62% la seguridad pública va mal; en ese rubro nada más el 25% está de acuerdo con el gobierno. Esos datos, de la encuesta que El Financiero publicó el 3 de enero, constatan que el ánimo social no es impermeable al empeoramiento en la gestión del presidente. Todavía, el 55% tiene una evaluación positiva del gobierno (es negativa para el 44%) pero los que aprueban la capacidad de López Obrador para dar resultados disminuyeron en un mes del 42%, al 33%.

Las grandes obras, de las que el presidente se ufana aunque funcionan mal o de plano no sirven, impresionan cada vez menos. En diciembre, cuando aparentemente fue inaugurado (sus recorridos quedaron suspendidos después de 12 días) solamente el 44% tenía una imagen favorable del Tren Maya.

La megafarmacia es el despropósito más reciente. El almacén elefantiásico que ordenó habilitar en Huehuetoca, expresa la atrasada concepción del Estado que tiene López Obrador. El presidente asocia eficiencia, con centralización. Cree que el Estado es él y, así, concentra recursos, decisiones y poder.

El afán concentrador no funciona cuando se trata de cumplir con tareas prácticas. Mientras más centralizada se encuentre, la distribución de cualquier mercancía enfrenta mayores requerimientos burocráticos y debe atender peticiones de sitios más distantes. De Huehuetoca, hay 2700 kilómetros a Tijuana y 1700 a Cancún. La organización más lógica y eficiente es la de carácter descentralizado y reticular. Los estados modernos se organizan cada vez más en redes, facilitadas ahora por los recursos digitales y la inteligencia artificial. De esa manera se podría saber, al instante, qué existencias hay y en dónde se encuentra un medicamento y ordenar su traslado cuando hiciera falta.

La megafarmacia, en cambio, tiene una tortuosa organización, los pacientes son quienes deben llamar a ella cuando el médico de una institución pública les ha dado una receta, tienen que esperar varias horas tan sólo para saber si el fármaco que necesitan está disponible y, luego, un par de días para recibirlo si es que ese proceso funciona. Ya se han conocido casos de personas a quienes se les niegan los medicamentos porque no los tienen o no los encuentran en la enorme pero ineficaz farmacia.

A López Obrador no le interesa que las cosas funcionen, sino que parezca que funcionan. Por eso presume su megafarmacia como gran logro, aunque sea todo lo contrario. El desabasto de medicamentos, especialmente los más costosos y para enfermedades más graves, ha empeorado durante su gobierno porque los sistemas de compras, que ya funcionaban, fueron reemplazados por mecanismos improvisados y manejados por inexpertos.

En el segundo cuatrimestre de 2018, inmediatamente antes del gobierno actual, el 78.2% de los pacientes de instituciones en el sistema nacional de salud recibía los medicamentos prescritos en las recetas que presentaban (en 2016 llegó a ser 82%). Cinco años después, esa tasa era del 74.6%. Es decir, uno de cada cuatro personas no recibe los medicamentos que necesita. Si ya era insuficiente, el suministro de medicamentos disminuyó más en la administración de López Obrador, de acuerdo con los Indicadores de Calidad del Sistema Nacional de Salud.

Esas cifras desmienten la propaganda del gobierno que, a pesar de las numerosas quejas de pacientes agraviados por la escasez de medicinas, señala que el abasto ha mejorado. En un mensaje de X-Twitter el vocero del presidente, Jesús Ramírez Cuevas, dijo el 29 de diciembre, para ufanarse de la Megafarmacia: “Al iniciar nuestro gobierno solo 54% de las recetas del sistema de salud eran surtidas; en 2023 alcanzamos ya el 98.2% de abasto”. Decir tales falsedades, de manera tan improvisada y con tal desfachatez, manifesta el desprecio del gobierno y sus propagandistas por los datos y la realidad pero, sobre todo, por los millones de mexicanos que no reciben los medicamentos a los que tienen derecho.

Las obras del gobierno, lo mismo que su discurso, están hechos en buena medida de bluf y apariencias, aunque de todos modos nos cuestan demasiado dinero. La enorme farmacia sirve para la propaganda, pero no mejorará la disponibilidad de medicamentos. El gobierno sigue haciendo licitaciones y compras sin planeación, que a la postre son más costosas que los procedimientos anteriores. La megafarmacia, aunque muy grande, es apenas un lugar de paso para esos productos.

El presidente, en su propagada, se ufana de los 5 mil metros cuadrados con anaqueles en los que hay espacio, según la información oficial, para 286 millones de piezas de medicamentos. Parece una cantidad formidable, pero no tanto si la ponemos en contexto.

El año pasado, la Secretaría de Salud adquirió 2651 millones de piezas de medicamentos, 1134.3 millones de piezas de material de curación y 33.5 millones de vacunas. Se trata de 3819 millones de piezas de productos de esa índole. (Secretaría de Salud, 5 Informe de labores, septiembre de 2023). Es decir, en promedio, la capacidad de la megafarmacia no alcanza ni siquiera para almacenar los medicamentos que las instituciones de salud pública requieren en un mes y medio.

Llevar hasta la megafarmacia esos productos, en vez de dejarlos en las unidades de salud o remitirlos directamente a ellas, significará un recorrido adicional que hará perder tiempo y recursos, en perjuicio de los enfermos. Todo ello para satisfacer un capricho del presidente que, además, intenta presentar esa ocurrencia como una aportación a la logística farmacéutica. A la refinería que no refina, el aeropuerto con escasos pasajeros y el tren que devasta la selva, sumamos ahora la inoperante superfarmacia, emblema del afán concentrador y autoritario de un gobierno trasnochado, que se estanca en fórmulas de hace más de medio siglo.