Opinión

La tristeza de ya no creer en nada ni nadie

Los restos de Proteo

Los restos de Proteo

Como asimismo deberá llegar para los toros vilmente torturados y asesinados por supuestos “matadores” y achichincles que los acompañan, más antes de llegar a este punto, permítaseme citar algo más sobre el perrito militar PROTEO, aun a sabiendas de que serán líneas tiradas al aire pero me siento obligada a ello tras la inquietud que me permanece a raíz de las especulaciones que desde el pasado jueves comenzaron a circular en las redes sociales, donde se dio por hecho que en esa caja cubierta con la bandera de México no venía su cuerpecito y, que la ceremonia para rendirle tributo… un sentido y último homenaje fúnebre… sólo había sido una pantomima del Ejército para complacernos a los sentimentales civiles y tener un punto a favor dado el amor que había despertado este rescatista canino al servicio de las Fuerzas Armadas. De hecho, y sin dar oportunidad a organizar el tiempo o incluso hasta para llegar al sitio, desde el Twitter de la Secretaría de la Defensa Nacional se extendió una invitación abierta para quien quisiera asistir al evento, pero, al llevarse a cabo a las 12:30 horas de un día laboral y luego hasta la pista de aterrizaje de la Base Aérea Militar No. 1, Santa Lucía, Estado de México, la posibilidad se esfumó más no así las teorías y reclamos sobre su muerte y entierro en la misma Turquía, desde donde supuestamente se informó esto último. La ceremonia, no voy a negarlo, me conmovió hasta las lágrimas, especialmente cuando sus compañeros caninos y humanos lo despidieron a ladridos y con marcialidad. Ojalá que el General-Secretario Luis Cresencio Sandoval se decida por acallar rumores transparentando la necropsia de PROTEO y demostrando también, fehacientemente, que sí llegó su cuerpo a nuestro país.

Por lo que toca al tema taurómaco, particularmente en la capital mexicana, creo que con el larguísimo tiempo que CDMX ha pasado sin el “espectáculo” a partir de la pandemia y luego a causa del exitoso Amparo que tiene impedida a la Plaza México para desarrollar “espectáculos taurinos”, ya no resulta válido aquello de defender la ¿fiesta? ni como tradición y cultura, ni tampoco por la supuesta afectación económica si se erradicara, pues a un par y poco más de años sin esa entrada seguramente de algo estarán viviendo los humildes vendedores, acomodadores y demás que vivían de ello y que incluso podrán seguir explotando sus espacios callejeros durante los conciertos que se han organizado en el lugar, esos sí abarrotando las aproximadamente 42 mil butacas y como así, produciendo mayores ganancias incluso al Gobierno. Ahora bien, por lo tocante al supuesto interés por mantener vigente la raza de “lidia”, que toque a esos viciados y adinerados empresarios mantener vivitos y coleando a los animales en sus ganaderías, ya que perderlos no implicará nada, fuera de evitar su tortura y muerte al fallecer el último ejemplar. Desapareció el Uro ¿y?...

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Ahí tiene el Congreso local una iniciativa ciudadana más que rebasada en firmas, reconocidas una a una, le da autoridad para representar a quienes no deseamos seguir viendo esta infamia en nuestro terruño. Una pequeña insinuación de doña Claudia Sheinbaum… y ¡paf!, la tauromaquia será historia.

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