Opinión

Viejitos y mañaneras, pilares de la 4T

La 4T fundamenta sus aspiraciones de poder transexenal en dos factores: el programa de apoyo a los adultos mayores y la campaña política permanente cuyo eje central es la conferencia mañanera del presidente. La mañanera le permite al presidente estar frente a los medios dos horas todos días para establecer la agenda informativa y ajustar cuentas con sus adversarios, que son legión.

El presidente López Obrador en su conferencia matutina

El presidente López Obrador en su conferencia matutina

Cuartoscuro

El programa de apoyo a los adultos mayores es la política pública más relevante de lo que va del siglo XXI. Es una afirmación fuerte, lo reconozco, pero se ajusta a la realidad. El programa posibilitó a López Obrador tener una base social leal que le puso en las manos un poder político colosal, como ningún otro presiente mexicano en muchas décadas.

Con las mañanera AMLO tiene todos los récords mundiales de hablar ante la prensa, sin gastarle un peso, usando las instalaciones públicas, en una sala de prensa que está debajo de su departamento en el Palacio Nacional. Ahí, en las mañaneras, gobierna.

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Cualquier estrategia política que piense desarrollar la oposición rumbo al 2024 tiene que partir del análisis de esos dos pilares sobre los que se edifica la 4T. Sería un suicidio político para la oposición que la ciudadanía asumiera que los programas sociales, sobre todo el de los viejitos, están en peligro si la oposición vence a Morena.

La oposición no tiene recursos para hacer algo equivalente a la mañanera, pero sí tiene que poner en marcha un vasto programa de comunicación cuyo primer objetivo sea la construcción de las candidaturas para los cargos que se dirimirán el año que entra. Tiene que asumirse en las filas opositoras que las candidaturas se construyen y que ese esfuerzo necesita tiempo y dinero, no hay de otra.

El presidente López Obrador consciente de esta realidad, la de construir las candidaturas, ideó el juego de las corcholatas y el destapador con el objetivo de transmitir a la población la idea de que la sucesión compete de manera exclusiva a gente de Morena y que la oposición se limita a observar el espectáculo de lejos. De hecho, en el juego de AMLO no se requería una oposición formal porque dentro de sus propias filas Ricardo Monreal hacía las veces de opositor.

La estrategia funcionó durante un tiempo, pero la verdad es que alcanzó un punto de saturación y ahora las corcholatas respiran aire viciado. Están desgastadas, nerviosas, erráticas. Esta misma mañana López Obrador está en el Palacio del Ayuntamiento tratando de reanimar la campaña de la doctora Sheinbaum que anda de capa caída desde hace semanas. El apoyo de AMLO es incomparable, pero al hacerlo tan evidente queda claro para todos, comenzando por las otras corcholatas, que no hay piso parejo y que la sucesión se está jugando con una carta marcada que tiene el nombre de Claudia que hasta de peinado cambió.

A pesar de los apoyos Claudia caminará por un campo minado los próximos meses, en cualquier momento puede pisar una mina que haga volar su candidatura a pesar de que el presidente se gaste en ella todo su capital político. Me ha tocado escuchar gente afín a Morena que incluso piensan que la jefa de Gobierno pudiera pedir pronto una licencia de manera que se mueva por el país concretando apoyos sin depender tanto de lo que pase o deje de pasar en la CDMX.

Detrás de ella solo está Adán Augusto y el grupo de los tabasqueños que salivan cada que la realidad pone en aprietos a su rival en la carrera por la nominación. Marcelo está lejos y a pesar de su desempeño en la reciente cumbre trilateral la verdad es el que el presidente no lo consulta sobre asuntos de política internacional. Hace apenas un par de días, Ebrard dijo que no había posibilidad de retomar el caso del Chapo Guzmán, mientras que el presidente anunció que lo evaluaría. Lo dicho, casi no se hablan.