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La última frontera: exploración del Cosmos

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Especial

Carl Sagan, el famoso científico que popularizó investigaciones astronómicos, desde las que se hacían en la prehistoria hasta los últimos planes de la NASA, no dejaba de lamentarse que la humanidad tienda a perder tiempo histórico: “Quizás las naves espaciales de la humanidad estarían ahora mismo en el espacio, rotuladas con el alfabeto griego”, señalaba en torno a la discontinuidad cultural-científica que vino después de la caída de la cultura egea.

La exploración del universo, iniciada hace 25 siglos en esa región del mundo, fue un glorioso despertar del pensamiento que supuso que todo lo que existe, incluyendo al humano, está regido por reglas que pueden descubrirse a través del estudio y el raciocinio.

Hay reglas y normas y no caos, es lo que aquellos griegos enarbolaron, entendiendo que lo que les rodeaba cercanamente y de aquella inmensidad azul por lo días y plagada de estrellas por la noche estaba regido por leyes naturales.

Al paso del tiempo, el espacio estelar y la observación cada vez más refinada de los cuerpos celestes se ha convertido en una verdadera pasión para millones de personas en el mundo. Por fortuna, la internet ha resultado el lugar natural para contar con información sobre la exploración del cosmos. Páginas especializadas como Explorando el Cosmos muestran la riqueza actual de esta que es la última frontera.

Tanto en las observaciones astronómicas, como en los cada vez más frecuentes viajes con naves espaciales son tratados por esta web especializada con profundidad y seriedad, retomando justamente aquel espíritu jónico que alababa y apreciaba tanto Sagan.

Hoy en día, quienes gustan de estos temas a edad temprana, incluso pueden encontrar en la información de internet un verdadero aliciente para dirigir su vida profesional a la ciencia. Esto no es privativo de los países con un gran desarrollo de la industria espacial, pues finalmente la ciencia tiene la nobleza de tener un carácter más global que otras disciplinas.

Prueba de lo anterior es que uno de los herederos de Carl Sagan es un mexicano, el astrobiólogo Rafael Navarro González, fallecido durante la epidemia Covid y cuyo nombre fue dado a montaña en el planeta Marte.

El fallecido científico mexicano colaboró con la NASA en el proyecto de un minilaboratorio que ha revisado la química del suelo, rocas y aire marcianos. El mexicano mejoró notablemente los métodos para buscar materia orgánica en suelos extraterrestres, algo esencial para dilucidar la gran pregunta sobre lo común o excepcional que puede ser el surgimiento de la vida.

Navarro revisó las misiones Viking a Marte, mismas en las que participó Sagan y que rastrearon material orgánico. Navarro terminó demostrando que había fallas en los métodos y que, por tanto, había que seguir buscando vida en Marte a pesar de aquello resultandos que señalaban un entorno inerte en el planeta rojo.

La “corrección” del mexicano al gran maestro de la astrofísica no fue en absoluto algo que pusiera en un dilema a Navarro, pues él tenía bien claro que el mejor homenaje a quienes enviaron sondas a Marte en la década de los años setenta del siglo pasado era seguir explorando el Cosmos.