Tras la tragedia ocurrida el pasado 22 de septiembre en el CCH Sur de la UNAM, cuando se dio a conocer la identidad del agresor y se supo que éste habría formado parte de grupos llamados incels (que dicen ser incapaces de tener relaciones románticas y/o relaciones sexuales), se informó con horror que en redes sociales varios jóvenes —incels, “edgy” (gente que se muestra “disruptiva” con el fin de llamar la atención) o simplemente admiradores de la violencia— comenzaron a venerar sus actos como si fueran los de alguien valiente o un “salvador”.

Aunque muchos creen que este tipo de comportamiento se explica solamente por las redes sociales o por el contexto violento contemporáneo, existe un fenómeno anterior, quizá más profundo: la romantización persistente de la figura del asesino.
Columbine: nacimiento de un modelo mediático
En 1999, cuando Google era apenas una empresa en pañales y el internet muchísimo menos accesible que hoy en día, ocurrió un hecho que marcaría no sólo a Estados Unidos, sino también a muchos jóvenes susceptibles e impresionables. Ese fatídico 20 de abril, dos estudiantes, Eric Harris (18 años) y Dylan Klebold (17 años), llevaron a cabo un plan frío y calculado para realizar una de las masacres escolares más conocidas que dio como resultado 16 personas muertas (incluyéndolos a ellos) y 24 heridas.
Si bien los motivos siguen siendo objeto de discusión (y se han visto distorsionados con el paso del tiempo y la sobreexposición mediática), es claro que los perpetradores querían ser recordados. Su estrategia era generar terror como legado.

El “efecto Columbine”
Lograron su objetivo: Eric y Dylan son hoy referentes para algunos jóvenes que los ven como libertadores, o al menos como personas que “rompieron el molde” o “hicieron justicia por sí mismos”.
El llamado Columbine Effect describe cómo ese evento actuó como guía simbólica y práctico para posteriores asesinos. Según el diario estadounidense The Conversation, de 46 incidentes de tiroteos escolares documentados en EU. para este estudio, en 20 casos los perpetradores admitieron haber tomado a Columbine como modelo, además, jóvenes en todo el mundo han copiado las vestimentas, manifiestos e incluso los artefactos simbólicos de los asesinos.
El niño del Colegio Cevantes de #Torreón se 'inspiró' en la masacre de la Secundaria de Columbine, un tiroteo escolar ocurrido el 20 de abril de 1999 en Columbine, Colorado, Estados Unidos. Los asesinos fueron los estudiantes Eric Harris y Dylan Klebold #México #NaturalSelection pic.twitter.com/hVZkdAYWpD
— Debate (@ELDEBATE) January 10, 2020
Marginalidad y exclusión social
Harris, Klebold, Aston y muchos otros perpetradores de actos de violencia similares han caído en un patrón de comportamiento visible, jóvenes que se sienten aislados o marginados, que han vivido bullying físico o psicológico, que tienen autoestima baja y que son más propensos a buscar comunidades que validen su enojo, frustración o fantasías violentas.
Un estudio conjunto de las universidades estadounidenses de Swansea y de Texas sugiere que no todos los denominados “incels” (como el propio Ashton), comparten las mismas características: hay diversidad socioeconómica, diferentes grados de radicalización, distinto trasfondo educativo, pero sí se manifiestan niveles muy altos de autoestima baja, historias de acoso o bullying, aislamiento social, soledad.

Más allá de occidente
Este problema sistémico de idolatrar a asesinos, es conocido mundialmente, y uno de los ejemplos más virales fue el de “Nevada-Tan”; Japón, junio 2004, una niña de 11 años de edad asesinó a una compañera de clase utilizando un cúter. La preadolescente era aficionada a contenidos violentos en internet.
Después de perpetrar el violento acto, se viralizó la noticia y con ella una fotografía que fue tomada horas antes, en donde se podían ver a la victima y la victimaria en un retrato escolar, y en donde la asesina portaba una sudadera con la palabra “Nevada”, de la cuál saldría el apodo Nevada-Tan ya que por su corta edad los detalles como su nombre fueron altamente resguardados.
El nivel de viralización se convirtió en un fenómeno cultural. Su historia se difundió ampliamente fuera de Japón también, alimentada por portales de crímenes, blogs, documentales “true crime” informales, redes sociales, lo que la convirtió en un referente subcultural de la violencia juvenil, convirtiendo a la joven en un icono a la que le hacían fan arts, cosplay, videos y otras formas de “tributo”.
°.•★drawing Nevada-tan on paper because she so slay and Fucking cool >:3★•.°
— ★Mister_ cat★ (@yeayogirl) May 24, 2025
//so here her real face is//#art #drawing #style #cute #adorable #Nevada-tan #blood #paper #Fakeblood #Lazy #slay #cool #Lol #cuteeye #smile #pretty #beautiful #NatsumiTsuji #Natsumi pic.twitter.com/BOawUYzfOM
La masacre como parte de la cultura pop
La masacre de Columbine ha sido representada una y otra vez en películas, series, documentales, mercancía, canciones y hasta en memes. Lo que originalmente fue una tragedia real se convierte en la epítome de la banalización de la violencia.
De las reinterpretaciones más famosas sobre masacres escolares Ryan Murphy en la primera temporada de la aclamada serie American Horror Story retrató a Tate Langdon, interpretado por Evan Peters, como un asesino con rasgos psicopáticos y cuya imagen sería un referente de la cultura de este tipo de crímenes. Posteriormente, el mismo actor interpretaría años después al asesino Jeffrey Dahmer para la serie de Netflix homónima y la cual provocó una fascinación por “el personaje”, el cual fue replicado con disfraces de halloween, dejando de lado el camino de sangre que la persona real dejó tras él.
Hablemos de la interpretación de Evan Peters en #Dahmer 🤯 pic.twitter.com/vnDvc4Vrfo
— Netflix España (@NetflixES) September 29, 2022
La popularidad del True Crime
Esto se relaciona con la popularidad creciente del género true crime, contenido realista que a veces cruza la línea entre el reportaje/investigación y el morbo, o la fascinación excesiva hacia los perpetradores.
Los jóvenes pueden identificarse más con el perpetrador que con la víctima, especialmente si comparten rasgos de alienación, rechazo social, etc. Este fenómeno ha sido observado en análisis de contenido en comunidades incel, donde se detecta lenguaje violento explícito e implícito, y una progresión en la radicalización simbólica en publicaciones más comprometidas.
Tenemos que preguntarnos como sociedad y medios ¿Cómo llevamos la información sin glorificar y de la manera más neutra posible?
Como eu me sinto vendo filmes de terror e true crime 👇 pic.twitter.com/xmu5AiBvTJ
— HBO Max Brasil (@StreamMaxBR) October 4, 2025
El fenómeno de la romantización
La romantización de los asesinos no es un fenómeno nuevo, pero las condiciones contemporáneas en las que nos encontramos inundados por redes sociales, true crime y alienación juvenil lo exacerban. Reconocer estos patrones y arrojar luz sobre ellos no significa censurar todo, sino más bien informar, acompañar, generar espacios de salud mental para que los jóvenes no vean en la violencia un camino hacia el reconocimiento.