
Muchos creen que la felicidad se recupera después de la mediana edad, una visión respaldada por la ampliamente citada “curva de bienestar en forma de U”, popularizada por el libro “La curva de la felicidad: por qué la vida mejora después de los 50”. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que la historia es más compleja. En lugar de un aumento generalizado de la salud mental después de los 50 años, los investigadores descubrieron que el repunte se concentra en un grupo en particular: los hombres desempleados.
Para investigarlo, científicos de la Facultad de Letras, Artes y Ciencias de la USC Dornsife, en colaboración con colegas de la Universidad Libre de Ámsterdam, la Universidad de Ámsterdam y la Universidad Erasmus de Róterdam, analizaron datos sobre hombres desempleados de 50 años o más en 10 países europeos.
Los hallazgos, publicados recientemente en línea antes de su publicación en el “Journal of Labor Economics” y presentados en el Instituto IZA de Economía Laboral, revelan una marcada brecha en la salud mental. El estudio se titula “Why Life Gets Better after Age 50, for Some: Mental Well-Being and the Social Norm of Work”.
A los 50 años, cuando la mayoría de los hombres aún trabajan, los hombres desempleados tenían 23 puntos porcentuales más de probabilidades de presentar síntomas de depresión que sus pares empleados. Para contextualizar, el estudio sugiere que los hombres desempleados en la mediana edad tenían más del doble de probabilidades de reportar síntomas de depresión que aquellos que habían perdido a su cónyuge.
Sin embargo, a los 65 años, cuando la mayoría de los hombres están jubilados y la expectativa social de trabajar se ha desvanecido, esa brecha en la salud mental desaparece por completo.
“Es un cambio sorprendente”, afirmó Titus Galama, director del Centro para el Estudio del Capital Humano del Centro de Investigación Económica y Social (CESR) de la USC Dornsife. “Muestra la fuerza de las expectativas sociales en torno al trabajo y cuánto puede mejorar la salud mental cuando estas expectativas disminuyen”.
NORMAS LABORALES, NO BIOLOGÍA.
La salud mental mejora en los hombres desempleados a medida que se acercan a la jubilación, no por el envejecimiento ni por tener más tiempo libre, sino por el cambio en las expectativas sociales. En la mediana edad, el desempleo suele conllevar un estigma. Pero a medida que más compañeros dejan de trabajar, ese estigma se desvanece y la salud mental mejora.
El estudio sugiere que la curva de bienestar en forma de U podría no ser una característica universal del envejecimiento, sino más bien un fenómeno psicosocial moldeado por los roles sociales y la identidad. Para los hombres desempleados, la expectativa de trabajar parece tener mayor peso en la salud mental que las dificultades económicas.
Galama y sus coautores, incluido el autor principal Coen van de Kraats, de la Universidad Erasmus de Róterdam, no estudiaban inicialmente las normas de jubilación. Analizaban las tendencias en salud, bienestar mental y factores socioeconómicos a lo largo de la vida cuando notaron algo inesperado: una marcada curva en forma de U en la salud mental de los hombres desempleados, con un marcado declive en la mediana edad seguido de una recuperación cerca de la jubilación.
Ese patrón podría ayudar a explicar por qué la curva de bienestar aparece en algunos conjuntos de datos y no en otros. Los investigadores argumentan que el aumento de la salud mental después de los 50 años se debe principalmente a este subgrupo relativamente pequeño. Al promediar la población general, su mejora puede crear la ilusión de una recuperación más amplia y universal.
Teorías anteriores sugerían que la recuperación era biológica, vinculada a la química cerebral o a cómo las personas expresan sus emociones a medida que envejecen. Pero los investigadores argumentan que es psicosocial. La recuperación de la salud mental en la edad adulta parece deberse a la relajación de las expectativas sociales en torno al trabajo, no a la biología ni al tiempo libre.
“Estar desempleado en la mediana edad no se trata solo de la pérdida de ingresos”, afirmó van de Kraats. “Se trata de la pérdida de identidad”.
Para probar su teoría, los investigadores compararon sus hallazgos europeos con datos del Estudio de Salud y Jubilación de EU. Los resultados estadounidenses coincidieron con los europeos, reforzando la idea de que la llamada curva de bienestar en forma de U podría no ser universal.
Dado que la curva refleja los promedios de la población, puede ocultar diferencias significativas entre subgrupos. De hecho, las drásticas mejoras en la salud mental entre los hombres desempleados después de los 50 años aumentan el promedio, creando la impresión de una recuperación general.
“Me entusiasma que nuestros análisis hayan dado lugar a una teoría que puede probarse empíricamente”, afirmó Galama. A continuación, los investigadores planean explorar si el desempleo afecta la salud mental de manera diferente en países con tasas de desempleo altas y bajas, o donde no existen instituciones formales de jubilación.
También planean ampliar su investigación a otros grupos, incluyendo a adultos jóvenes desempleados, para determinar si los cambios en las normas laborales contribuyen al aumento de los niveles de angustia.
Un área de especial interés es la posible conexión entre la presión social laboral y el aumento de las tasas de suicidio y abuso de sustancias entre los hombres desempleados, un fenómeno conocido como “muertes por desesperación”. El equipo planea examinar esta tendencia más de cerca en EU.