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Yamile Martínez Rangel, profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), subrayó que la planeación urbana y ecológica es la primera línea de defensa

Las inundaciones, ¿cómo podemos prevenirlas?

Agua. Yamile Martínez Rangel, profesora investigadora de la UAEH. (Brenda Estela García García)

Actualmente los fenómenos naturales por el cambio climático han ido incrementando los riesgos para la población, ya que hay lluvias más intensas, sequías prolongadas y estaciones desdibujadas. Frente a ellos, la resiliencia urbana, acompañada de la planeación territorial, define la capacidad de una comunidad para sobreponerse a fenómenos que alteran su vida cotidiana.

Yamile Martínez Rangel, profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), subrayó que la planeación urbana y ecológica es la primera línea de defensa contra los desastres. Cuando se omite esta tarea, las consecuencias son inevitables.

“Un buen plan de desarrollo urbano reduce riesgos antes de que se presenten. Pero si autorizamos fraccionamientos en laderas inestables o en cauces naturales, estamos sembrando futuros desastres”, advirtió.

Uno de los ejemplos más comunes en estos días es el colapso de una canal pluvial debido a la acumulación de basura y la ausencia de mantenimiento. El resultado: autos arrastrados, viviendas destruidas y familias damnificadas. “Estos no son riesgos naturales, son construidos por omisiones, tanto de las autoridades como de la población”, enfatizó.

Los riesgos por fenómenos meteorológicos

De acuerdo con Yamile Rangel, los estudios de riesgos urbanos identifican tres elementos: la amenaza (natural o provocada por el hombre), la vulnerabilidad de la población y la frecuencia con que ocurre.

En esa ecuación, la vulnerabilidad es el factor donde se puede actuar, como cambiar hábitos de consumo, ordenar mejor el territorio, reforestar y respetar las zonas naturales de recarga de agua. No hacerlo, señaló, implicaría aumentar las probabilidades de pérdidas humanas y materiales cada temporada de lluvias.

Acciones urgentes

La prevención de desastres demanda coordinación entre instituciones, urbanistas, ingenieros y ciudadanos, es por ello que la experta de la Autónoma de Hidalgo recalcó que los atlas de riesgo municipales y los perfiles de resiliencia urbana deben ser actualizados para poder ser tomados en cuenta.

Afirmó que es muy importante actualizarlos y difundirlos, pues son fundamentales para identificar zonas vulnerables y prevenir desastres previos a la construcción de un fraccionamiento. En el caso del perfil de resiliencia urbana, muestra la capacidad de una ciudad para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de eventos como los desastres naturales.

“Solo quienes estudiamos planeación los consultamos. La gente necesita saber dónde está parada”, señaló la investigadora.

Señaló que uno de los principales problemas en ciudades mexicanas ha sido la falta de planeación territorial y de infraestructura adecuada, lo que incluye drenajes pluviales insuficientes, permitiendo que se mezcle el agua de lluvia con el drenaje sanitario, lo cual agrava el problema.

“Es ilógico juntar agua pluvial con agua negra. Esa agua limpia podría infiltrarse y recargar mantos acuíferos, pero la desperdiciamos. No podemos exigir resiliencia si no cuidamos la infraestructura básica”, sostuvo.

¿Qué puede hacer la ciudadanía?

Aunque la responsabilidad principal recae en los gobiernos, la ciudadanía también debe actuar para proteger su patrimonio. Algunas recomendaciones incluyen campañas de recolección de basura, limpiar desagües, adaptación de los espacios, ubicaciones de jardines y árboles, entre otros.

Incluso, dijo, basta con identificar el nivel natural del terreno: “Si estás en la parte baja, por lógica ahí llegará el agua”. Con ello subrayó la importancia de la prevención desde la decisión más básica: dónde vivir.

La experta de la UAEH propuso también que las universidades sean más tomadas en cuenta con proyectos comunitarios y brigadas de prevención. “La ciencia no debe quedarse en los escritorios, tiene que traducirse en soluciones aplicables en colonias y comunidades”, resaltó.

Asimismo, indicó que la educación ambiental desde edades tempranas es fundamental, por lo que sembrar árboles no debe verse como una actividad aislada, sino como una inversión comunitaria a largo plazo.

Soluciones basadas en la naturaleza

Yamile Rangel mencionó que una de las estrategias más efectivas consiste en imitar los procesos naturales. Los árboles, por ejemplo, disminuyen la velocidad del agua, reducen la erosión y favorecen la absorción del suelo.

“El arbolado urbano no solo es estético: reduce inundaciones, combate las islas de calor y mejora la calidad del aire”, afirmó la especialista.

Otra estrategia son los llamados pozos de absorción —hoyos con capas de arena y vegetación— que permiten infiltrar el líquido y recargar los mantos acuíferos.

Por otro lado, refirió que paradójicamente las sequías severas son precursoras de inundaciones, pues al secarse, el suelo se vuelve impermeable. Cuando llega una lluvia torrencial, el agua no se infiltra y corre con violencia, arrasando con todo a su paso.

Infraestructura para solucionar

Aunque en algunos estados de la República existe incluso una ley que contempla reservar un porcentaje de cada terreno para favorecer la recarga del vital líquido y evitar inundaciones, la norma no siempre se cumple.

Las inundaciones recientes evidencian que es importante actuar y no basta con esperar soluciones. “El desastre ocurre cuando un riesgo afecta infraestructura y vidas humanas. Pero si reducimos la vulnerabilidad, ese riesgo no tiene por qué convertirse en tragedia”, manifestó.

La clave, insistió, es tomar conciencia de que los fenómenos climáticos no son inevitables en sus efectos. “Vivimos en riesgos, pero podemos decidir si esos riesgos se vuelven desastres”.

La corresponsabilidad es la ruta: gobiernos que planifiquen con base en ciencia y ciudadanos que actúen con sentido común y compromiso ambiental. Solo así será posible hablar de resiliencia urbana real, más allá del discurso, en un país donde cada temporada de lluvias recuerda lo caro que resulta ignorar la naturaleza.

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