
Hace 380 millones de años, la Tierra vivía en el periodo Devónico, de la era Paleozoica. Durante ese momento histórico se vivió la segunda de cinco grandes extinciones que ha tenido el planeta.
Fue también el periodo de los primeros ammonites, animales que habitaron por más de 3 millones de años en los mares del planeta. Sobrevivieron a la segunda, tercera y cuarta extinción. Sin embargo, la caída del meteorito en lo que hoy es Yucatán, hace 66 millones de años, terminó con ellos, así como con los dinosaurios y otros animales. Ese evento es conocido como la quinta extinción masiva.
En la actualidad, los ammonites son conocidos como fósiles índice, ya que permiten fechar las rocas en donde son encontrados. Es decir, son fósiles importantes para conocer cómo han cambiado la geología de un lugar y cómo han evolucionado las especies que en él habitaron.
Los fósiles índice se caracterizan por tener distribuciones geográficas amplias, vivieron periodos de tiempo cortos, son abundantes y su taxonomía es relativamente sencilla, precisa el doctor Josep Anton Moreno Bedmar, jefe del Departamento de Paleontología del Instituto de Geología de la UNAM.
Un ammonite se fosiliza cuando sus partes blandas se descomponen y su concha se va al lecho marino. Ésta, al estar hueca, se va llenando de fango, agua, sedimentos y minerales, lo cual provoca que con el tiempo la concha se litifique, se disuelva y quede un molde del ammonite en la roca.
“Hay dos grandes tipos de moldes. El molde interno, que es el relleno interno de la concha y el molde externo, que es la forma, la impresión de la concha, o sea, ésta quedará rodeada de piedra. Nosotros cuando rompemos la roca, vemos los moldes, y generalmente trabajamos con el interno, porque es lo que nos da una idea de cómo era la concha”, explica el doctor Moreno Bedmar.
UNA ESPECIE RESISTENTE.
Los ammonites fueron moluscos cefalópodos, como los actuales calamares, sepias y los pulpos. Tenían una concha dividida en dos partes: la cámara de habitación y el fragmocono. En la primera estaba el cuerpo del animal, y el segundo era su sistema de flotabilidad, el cual estaba integrado por septos (tabiques que dividen el fragmocono) y por varias cámaras conectadas entre sí por un sifón (un tubo que las unía).
Dicho sistema de flotabilidad funcionaba como el de un submarino, es decir, las cámaras, que son parte del fragmocono, se llenaban de agua para sumergirse o de aire para subir. La entrada y salida de aire y agua era a través del sifón. Además, eran grandes nadadores gracias a un sistema de retropropulsión, que les permitía moverse horizontalmente expulsando agua a presión por un tubo llamado embudo, y al combinar el chorro de agua que expulsaban y el movimiento de sus tentáculos podían lograr mayores velocidades.
Además, estos moluscos tenían diferentes morfologías, algunos tenían desenrollada su concha, la cual está más abierta, otros eran de formas más parecidas a los gasterópodos (como los caracoles) y algunos más parecían gusanos (anélidos). Todos en su interior estaban integrados por una cámara de habitación y un fragmocono.
El doctor Moreno Bedmar, quien es especialista en el estudio de los ammonites del Cretácico inferior en México, refiere que los ammonites surgieron de Bactrida, que derivaron de la orden de los ortocéridos, unos cefalópodos que eran rectos y cuando se empezaron a enrollar, aparecieron los primeros ammonites.
Los que surgieron en el Devónico son los más primitivos, son aquellas primeras especies cuya línea de sutura era muy simple y son conocidos como ammonoideos. Una sutura es el contacto del septo con la parte interna de la concha, y si se pliega y repliega muchas veces daba origen a morfologías más complejas.

La especie fue evolucionando y estas líneas de sutura más complejas aparecieron en los ammonites –considerados una suborden de los ammonoideos– entre los periodos Triásico y Jurásico.
Asimismo, conforme estos animales fueron evolucionando construyeron conchas más fuertes como un mecanismo de defensa ante sus depredadores. El doctor Moreno comenta que para nadar más rápido también les ayudaba la forma de su concha, si era muy delgada eran buenos nadadores, pero si la concha era muy globosa y lisa eran malos nadadores, pues genera mucha resistencia en el agua.
“Sí hay una parte de biomecánica importante en ellos y sí hay adaptaciones, es decir, no vivían en los mismos lugares, algunos eran más costeros, otros más de mar abierto, donde había más depredadores que se los podían comer”.
En los ammonites había machos y hembras. Su reproducción era sexual. En algunas especies ambos tenían tamaños similares, pero en otras no. Cuando existe dimorfismo sexual las hembras eran más grandes y más anchas, y los machos más chiquitos y más ornamentados.
Sus máximos depredadores eran ellos mismos y otros cefalópodos, como los belemnites, quienes los atacaban por atrás, donde acaba el fragmocono, y empieza la cámara de habitación, que es el sitito en donde está pegado el cefalópodo a la concha, la cual rompían para devorarlos.
AMMONITES EN MÉXICO.
Desde hace varios años, el doctor Moreno Bedmar, junto con sus estudiantes, se han enfocado en estudiar los fósiles de ammonites de diferentes etapas del Cretácico inferior encontrados en varias regiones de México.
La metodología de muestreo que siguen consiste en asistir a un lugar en donde previamente saben que existen estos fósiles índice. El investigador explica que mucha de la información que actualmente tienen sobre estos lugares fue recopilada por un grupo de norteamericanos hace varias décadas, quienes reportaron la presencia de ammonites en distintas partes de México, los utilizaron para fechar las rocas del Cretácico y del Jurásico y publicaron esa información.
En la actualidad, esta información es retomada por el doctor Moreno Bedmar y sus estudiantes quienes regresan a esas localidades y durante algunos días visitan el sitio, numeran los estratos en la tierra y colectan muestras.
“[En los estratos] lo que vamos viendo es que tenemos una especie, luego desaparece y aparece otra, etcétera. O a veces hay líneas que se truncan, desaparece y ese género pues ya desapareció, Pero esto es la idea de fósil índice, que vive en rangos cortos y como nuestra colecta es ordenada, vemos cómo aparecen y desaparecen”.
Existen ammonites de distintas etapas del Cretácico inferior en Chiapas, Puebla, Oaxaca, Guerrero, Sonora, Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Durango, Coahuila, Nuevo León y Michoacán.
Posteriormente, regresan al Instituto de Geología con el material, lo limpian, clasifican y analizan. Además, desde algunos años hacen moldes 3D del fósil recolectado, los cuales son conocidos como fósiles virtuales. Para ello, cuentan con cámaras tipo réflex y escáner 3D que les permite obtener lo imagen y el modelo, así como su textura. El material con el que los realizan es PLA.
Uno de los retos que enfrentó este grupo de investigación es hacer modelos 3D de ammonites pequeños, menores a 2.5 cm. El doctor José Roberto Ovando Figueroa trabajó en la realización de este tipo de ejemplares pequeños.
En la actualidad, el Departamento de Paleontología cuenta con un Escáner 3D: EinScan-SP y un Transcan C Professional 3D –éste último permite tener obtener una resolución muy precisa de los fósiles–, así como con un programa de cómputo para realizar los modelos 3D mediante la fotogrametría, técnica que utiliza fotografías tomadas desde diferentes ángulos para crear modelos precisos en 2D o 3D de objetos.
“Todo ese tema de los modelos 3D contribuye a que la ciencia sea reproducible. Hasta ahora si tú querías ver ejemplares que están en el Servicio Geológico Inglés, pues tienes que ir allá, tocar los amonites originales y vas a pedir permiso para tomar fotos. Pero ahora no. Hay muchas colecciones que tienen sus modelos 3D libres, entonces, tú los imprimes y prácticamente es como tener el original”.
El investigador destaca que los modelos 3D permiten comparar los ejemplares colectados en un sitio con los de otro sitio, así como estudiar aquellos que no existen en nuestro país, o que pertenecen a diversos periodos geológicos.
*Colaboración de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM