Academia

Las futbolistas mexicanas luchan por justicia y equidad dentro y fuera de la cancha, señalan investigadoras de la UAEH

La historia no contada del fútbol femenil en México

Fut femenil Transformar la estructura del fútbol femenil va más allá de simplemente aumentar la presencia de mujeres en puestos de liderazgo. (Pixabay)

A ocho años de la creación de la Liga MX Femenil, las jugadoras han conquistado espacios que históricamente les fueron negados, pero el camino hacia la equidad sigue siendo largo, complejo y lleno de resistencias, señalaron Beatriz Méndez de Dios y Azul Kikey Castelli Olvera, catedráticas del Área Académica de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), quienes han dedicado años a estudiar las transformaciones de este fenómeno deportivo.

La reciente final, transmitida en 12 plataformas distintas, simbolizó un avance en la expansión mediática de la disciplina. Televisoras, servicios de streaming e incluso canales administrados por exfutbolistas sumaron audiencias, posicionando el encuentro como uno de los eventos deportivos más difundidos. Sin embargo, según las especialistas, esta exposición responde tanto al talento de las jugadoras como a intereses económicos: “Entre más vende un producto, mayor exposición recibe”, señalaron, dejando claro que la equidad deportiva aún no es el principal motor de estos avances.

Las condiciones que hay detrás

A pesar de los reflectores, las futbolistas continúan enfrentando obstáculos que no siempre son visibles para la afición. Méndez de Dios y Castelli Olvera apuntaron que el profesionalismo en México todavía no garantiza estabilidad económica para todas, ya que en distintos clubes las jugadoras mantienen dobles jornadas, combinan entrenamientos con trabajos alternos o dependen del apoyo familiar para cubrir transporte, alimentación o vivienda.

A esto se suman contratos rígidos que regulan aspectos más allá del deporte, desde los temas que pueden declarar públicamente hasta cómo deben comportarse dentro y fuera del club. Algunas cláusulas incluso alcanzan la vida privada, generando un ambiente de vigilancia constante y temores a represalias si se denuncia alguna irregularidad.

En este contexto, muchas prefieren guardar silencio para no perder convocatoria o quedar fuera de los planes de un equipo, una cultura que representa uno de los retos más profundos para el avance del fútbol femenil.

Desigualdades históricas

Históricamente, el fútbol se ha entendido como un espacio masculino. Desde las primeras competencias deportivas modernas se vinculó al balompié con fuerza, estrategia y liderazgo, atributos que la cultura patriarcal reservó para los hombres. En contraste, a las mujeres se les empujó hacia disciplinas consideradas “estéticas” o “delicadas”, como el tenis, la gimnasia o el patinaje artístico, deportes en los que su presencia se justificaba más por la gracia y la belleza que por el rendimiento físico, así, el fútbol fue construido como un campo ajeno a ellas.

Aunque la Liga MX Femenil ha comenzado a revertir estas ideas, esta herencia simbólica sigue influyendo en decisiones institucionales, mediáticas y sociales que condicionan cómo se percibe y valora el fútbol femenil en México.

La presión estética y el control del cuerpo

Otro desafío persistente es el control sobre los cuerpos de las jugadoras, que va más allá del desempeño deportivo. Según las especialistas, continúan las revisiones hormonales estrictas, los cuestionamientos sobre identidades de género y las evaluaciones estéticas que condicionan la trayectoria de muchas futbolistas.

La valoración de las jugadoras no se centra únicamente en su técnica o rendimiento, sino también en su apariencia. Diversas marcas, patrocinadores e incluso algunas áreas de comunicación priorizan perfiles que responden a un ideal de belleza eurocéntrica: piel clara, facciones delicadas, cuerpos delgados y expresiones consideradas “femeninas”. Esta selección condiciona la visibilidad mediática y la posibilidad de obtener apoyos comerciales, dejando fuera a muchas deportistas con gran talento cuyo aporte dentro del campo queda opacado por no encajar en ese modelo estético.

Estas presiones simbólicas evidencian que, para muchas atletas, competir implica no solo destacarse en la cancha, sino también enfrentar expectativas corporales que imponen límites sobre su identidad y su trabajo.

Resistencias silenciosas

Transformar la estructura del fútbol femenil va más allá de simplemente aumentar la presencia de mujeres en puestos de liderazgo. Méndez de Dios y Castelli Olvera advirtieron que el hecho de ser mujer no garantiza automáticamente una perspectiva de género ni la capacidad de impulsar cambios significativos.

También existen directivas, entrenadoras y personas en posiciones de autoridad que, al no cuestionar los modelos tradicionales ni las prácticas históricamente dominadas por la cultura patriarcal, terminan reproduciendo dinámicas de control, violencia simbólica o discriminación con igual o incluso mayor severidad.

El verdadero cambio, apuntaron las docentes, requiere que quienes ocupan espacios de decisión desarrollen una conciencia crítica sobre las desigualdades que atraviesan el deporte, considerando factores como género, clase social, etnia y violencias estructurales. Solo con esta base es posible cuestionar los esquemas heredados y construir políticas y prácticas que promuevan un crecimiento real, equitativo y sostenible dentro del fútbol femenil, de lo contrario, las decisiones seguirán replicando patrones que limitan el desarrollo del deporte y perpetúan barreras para las jugadoras, impidiendo que su talento y esfuerzo se reconozcan en igualdad de condiciones.

Los desafíos para su crecimiento

A pesar de los obstáculos, el fútbol femenil mexicano se ha consolidado como un territorio lleno de posibilidades para nuevas generaciones. La afición continúa creciendo, los medios amplían su cobertura y más niñas visualizan en esta disciplina una ruta profesional real.

No obstante, las investigadoras subrayaron que el avance no puede medirse únicamente por visibilidad mediática, debe traducirse en condiciones de justicia, que incluya salarios acordes al nivel competitivo, contratos que protejan derechos, instalaciones adecuadas para entrenar y espacios laborales libres de violencia.

El deporte atraviesa un momento crucial, las jugadoras han demostrado talento, disciplina y compromiso dentro y fuera de la cancha; ahora la responsabilidad recae en instituciones, clubes, medios y liderazgos sociales para asegurar que su crecimiento no dependa de esfuerzos aislados. Se trata de construir estructuras firmes, transparentes y equitativas que no solo mantengan este impulso, sino que también marquen un precedente para las generaciones que vienen.

Tendencias