
Durante más de una década, el ajolote del Altiplano (Ambystoma altamirani) fue considerado prácticamente ausente de los registros científicos recientes. Su falta de avistamientos encendió alertas entre especialistas debido a su alto grado de vulnerabilidad y a las severas afectaciones que enfrenta su hábitat natural. Sin embargo, un reciente hallazgo realizado por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) confirmó su presencia, reavivando el interés por esta especie endémica y los esfuerzos para su conservación.
¿Dónde habita el ajolote del Altiplano?
El ajolote del Altiplano es una especie endémica del centro de México, particularmente de zonas altas del Valle de México y áreas montañosas del Estado de México, Morelos y la Ciudad de México. A diferencia del ajolote de Xochimilco, más conocido y difundido, esta especie habita arroyos, manantiales y cuerpos de agua fría, con corrientes limpias y bien oxigenadas, ubicadas generalmente en regiones boscosas.
¿Cuáles son las características de los Ajolotes del Altiplano?
Físicamente, el ajolote del Altiplano se caracteriza por un cuerpo alargado, cabeza ancha, ojos pequeños y branquias externas bien desarrolladas, rasgo distintivo de los ajolotes. Su coloración suele ser oscura, en tonos marrón, gris o negro, lo que le permite camuflarse entre rocas y sedimentos del fondo. A diferencia de otras especies, mantiene un comportamiento más esquivo, lo que dificulta su observación en estado silvestre.
Uno de los rasgos más sorprendentes del ajolote es su neotenia, es decir, la capacidad de conservar características larvarias durante toda su vida adulta, como las branquias externas, sin completar la metamorfosis terrestre. Además, posee una notable habilidad de regeneración, capaz de reconstruir extremidades, tejidos e incluso partes de órganos, lo que lo ha convertido en objeto de múltiples estudios científicos.
¿A qué se debió su supuesta extinción?
El reciente redescubrimiento ocurrió tras más de 15 años sin registros confirmados, periodo en el que se temió que la especie estuviera extinta en su entorno natural. De acuerdo con los investigadores, su desaparición visual se debió principalmente a la degradación ambiental, la contaminación de cuerpos de agua, la deforestación y la introducción de especies invasoras que alteraron su ecosistema.
La urbanización acelerada y el cambio de uso de suelo redujeron significativamente los espacios donde el ajolote del Altiplano podía sobrevivir. A esto se suman factores como la extracción excesiva de agua, el vertimiento de residuos y la modificación de cauces naturales, lo que provocó una disminución drástica de la calidad del agua, condición indispensable para su supervivencia.
El hallazgo de ejemplares vivos representa una señal alentadora, pero no implica que la especie esté fuera de peligro. Especialistas advierten que el ajolote del Altiplano sigue catalogado como especie en peligro de extinción, por lo que se requieren acciones urgentes para proteger sus poblaciones remanentes. Entre las medidas propuestas se encuentran el monitoreo constante de sus hábitats, programas de conservación comunitaria y estrategias para restaurar los ecosistemas acuáticos donde habita.
Además de su valor ecológico, el ajolote del Altiplano tiene una profunda importancia cultural y científica. Es parte del patrimonio natural de México y un símbolo de la biodiversidad que aún resiste pese a las presiones humanas. Su reaparición no solo confirma la resiliencia de la especie, sino que también evidencia la necesidad de fortalecer la protección de los ecosistemas de agua dulce.
El redescubrimiento abre una ventana de oportunidad para replantear políticas de conservación, fomentar la educación ambiental y recordar que muchas especies aún sobreviven en silencio, esperando condiciones adecuadas para continuar existiendo.