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Un eclipse se escucha como un gol que salva a la Selección Nacional

Alrededor de 35 mil personas se dieron cita en el Planetarium y el Cristo de las Noas en la ciudad lagunera · Fue uno de los sitios privilegiados para ver el eclipse de Sol · Hubo algarabía, misticismo, emoción y hasta solicitud de matrimonio

Eclipse solar
El cielo se puso negro poco después del mediodía del 8 de abril de 2024. El cielo se puso negro poco después del mediodía del 8 de abril de 2024. (Antimio Cruz)

Mil 136 kilómetros al norte de la Ciudad de México, pero 837 kilómetros al sur de Ciudad Juárez, el cielo se puso negro poco después del mediodía del 8 de abril de 2024. A las 12:16 se registró en ese lugar el eclipse total de Sol que ya ha sido llamado el Gran eclipse norteamericano.

La gran megalópolis industrial de más de un millón de habitantes que reúne a Torreón, Coahuila, con Gómez Palacio y Lerdo, Durango, detuvo su agitación constante autogenerada para que todas las mujeres y hombres, las personas mayores y los niños, pudieran mirar simultáneamente hacia el cielo y contemplar cómo el Sol se oscurecía poco más de cuatro minutos, porque frente a él pasó la Luna y tapó su luz.

Ahí, en el corazón de Aridoamérica, está el santuario del Cristo de las Noas, localizado en una montaña de piedra caliza, al sur de la Comarca Lagunera, a 220 metros sobre el horizonte de la zona urbana y a mil 300 metros de altitud sobre el nivel del mar. Desde ese lugar, en el momento en que el cielo se oscureció, se escuchó un alarido en el que se mezclaban cinco mil voces que vertían sobre el ambiente un sonido intenso e ingobernable en que se mezclaban alegrías, tristezas, sorpresas, gratitudes y tomas de conciencia.

“El grito se escuchó como cuando la Selección nacional mete un gol y se salva”, dijo una voz de adulto mayor, con acento norteño, que se alcanzó a escuchar entre la multitud.

El grito emocionado y en coro de los visitantes al Santuario del Cristo de las Noas fue uno de los múltiples estímulos sensoriales que ocurrieron en el torbellino de oscuridad que duró 4 minutos:

Sembrada en el cielo raso, la Luna negra arrancó alaridos de júbilo; carcajadas y lágrimas. Vista como si fuera cóncava, la mancha negra del cielo parecería un agujero por el que se asoma el ojo de Dios para estudiar a los habitantes de este planeta. Vista como si fuera convexa, la mancha negra parecería un tapón de corcho que contiene el flujo rayos solares que empujan con fuerza desde atrás. Hay muchas manera de mirar el eclipse total de Sol durante esos minutos en que la celeste Luna femenina cubrió y subyugó al Sol invictus.

En esos 250 segundos de oscuridad, en tiempo corrido, un joven pidió matrimonio a su novia, a los pies del Cristo de las Noas, y ella dijo que sí; también un matrimonio japonés-mexicano dijo que había comprendido la perfección del “diseño de Dios”, familias de abuelos, hijos, nietos se decían entre ellos que todavía podían hacer cosas juntos y que cuando están juntos, “es una bendición porque todo es mejor”.

Desde temprano, esas cinco mil personas iniciaron su ascenso al Cerro de las Noas; algunos a pie, otros en teleférico y unos más en camionetas pick-up que ofrecían las autoridades como transporte gratuito.

Abajo, en el Planetarium, del Bosque urbano de Torreón, se reunieron más de 30 mil personas y fue lugar privilegiado, pues ese lugar fue elegido como sede internacional para observar el eclipse total de Sol, por parte de la NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial de Estados Unidos).

Arriba sí había científicos, pero también sacerdotes, misioneros mormones (a lo que llamaban invitados al santuario), youtubers, siete drones, abuelitas, tías, hermanas, hermanos, perritos, motociclistas con chamarras de cuero y periodistas con sus tecnologías portátiles.

Santiago Olivo Ortíz, de siete años dijo, en entrevista para los lectores de "Crónica" que “lo que pasó fue que la Luna tapó al Sol y se vio bonito todo. Yo pensé que todo estaba bonito. Hoy estuvo más padre que ir a la escuela porque la Luna se puso enfrente del Sol. Se siente uno alegre y feliz”.

En esa misma escalinata Mario Alberto Olivo Ortíz pidió matrimonio a María Guadalupe Ortíz Rendón y le ofreció un anillo de compromiso que ella aceptó y así elevó todavía más la euforia colectiva que ya se vivía: “Esto que viví es muy hermoso, muy lindo. Esto nunca más lo volveré a vivir, además de que en ese momento me pidió matrimonio”, dijo a este diario Guadalupe, con una alegría en el rostro que nada podría eclipsar en ese momento. “Yo quería pedirle matrimonio de una manera única y lo planeé durante muchos meses. Estaba muy nervioso, no sabía si estaría bien o mal hacerlo aquí y así. Pero Gracias a Dios ella me dijo que sí”.

Christian Antonio Ortiz Moreno contó que desde las ocho de la mañana subieron hacia el santuario, cuatro horas antes del eclipse. “Mirar cómo la Luna tapó al Sol fue muy bonito. Esto siempre quedará en nuestros corazones”, subrayó.

Un poco más allá, Paola Velázquez Camacho, originaria de Torreón, sonreía y celebraba el eclipse que le tocó vivir, con su familia, un día antes de cumplir 30 años. “Fue muy impresionante: el día se hizo de noche en tres o cuatro minutos. Las luces de la Ciudad y del Cristo se encendieron, fue como un atardecer muy rápido. Para mí fue bien mágico ver este evento, y como mañana cumplo años, me siento la protagonista de mi película. Éste es mi mejor regalo de cumpleaños; gratis y en mi Torreón”.

Llamó mucho la atención cómo las personas llegaban en grupos a la cima del cerro, bajo el Sol y en un ecosistema árido; representantes modernos de los pueblos nómadas de Aridoamérica que viajaban y se cuidaban en grupo.

“Para mí, lo más importante es mi familia y poder vivir este evento con ellos es lo mejor y lo más fascinante. La piel se me puso chinita, se me hizo un nudo en la garganta y se me salieron las lágrimas, pues sentí que fue un regalo divino de Dios y de los astros. Sentí que se movieron muchas energías. Sí lo sentí como un regalo”, dijo Nancy María Camacho Armendaríz, tía y líder de una familia llena de jóvenes que subieron al santuario.

David Uribe Camacho, miembro del grupo familiar viajó desde Saltillo para poder estar con su clan. Dijo que venían caravanas de camionetas y camiones. “Se veían hasta extranjeros. Sí pasaron muchas cosas que voy a recordar”, comentó David. Mientras que Fernando Uribe Camacho, quien originalmente no quería subir a la montaña, pero decidió estar con su linaje dijo que “Al estar rodeado con muchas personas sí se te contagia la emoción de todos y para mí sí era muy importante poder verlo en familia. Aquí arriba también me impresionó mucho ver cómo la ciudad se iluminó unos minutos, como si fuera de noche. Pasaron cosas increíbles”.

También hermana de los muchachos, María Fernanda Uribe Camacho, subió al cerro de las Noas con su pequeña niña de dos años. Ella contó cómo la niña se comportaba diferente desde antes del eclipse. “Mi bebé parecía eclipsada; venía un poco inquieta y cuando se oscureció el cielo, la gente se puso eufórica y todos nos contagiamos, fue muy mágico, ver el cielo y las luces de la ciudad. Nunca se me va a olvidar. Además, poder vivirlo en nuestra tierra, Torreón, es un regalo de vida”.

Es muy poderosa la atracción que genera un eclipse total de Sol. En el caso de Marvin André Méndez García, desde temprano estaba en el mejor lugar para fotografiar al Cristo de las Noas bajo el Sol oscurecido por el eclipse. Pero su preparación no fue de horas, sino de años. Vive en la Ciudad de México y elaboró un estructurado plan, que incluyó volar a Aguascalientes, pasar por sus amigos, Xavier y Sakiko, y viajar juntos por tierra, cinco horas, hasta el santuario de Torreón para mirar este fenómeno fuera de serie.

“Mucho tiempo lo estuve pensando y planeando. Para mí representa muchas cosas: no sólo me hace pensar en el lugar privilegiado que tenemos en el Universo, sino en el gran significado de formar parte de un grupo de seres vivos que puede tener conciencia de lo extraordinario de estos eventos. También, un poco filosófico, me hace pensar en la humildad que uno debe tener, pues los humanos no somos el centro del Universo sino una parte de él”, compartió Marvin André, de 27 años.

El matrimonio mexicano-japonés de Sakiko Ishikawa y Xavier Tsuc Berdejo dijo a este diario que sintieron frío cuando se oscureció el cielo, pero su mayor impresión fue espiritual porque provino de contemplar el diseño tan preciso de la naturaleza que se nota al mirar un eclipse. “Nosotros somos creyentes y comprendo la mentalidad de otras personas que no lo son, pero para mí ésta es una prueba irrefutable de que existe Dios y es maravilloso lo que él hace”, reflexionó Xavier.

El eclipse total de Sol terminó en la comarca lagunera a las 12:21 horas, pero ese mismo minuto marcó el inicio de muchas reflexiones, sentimientos, recuerdos y anécdotas, que durarán tanto, como la vida de todos los que este lunes vivieron, y tuvieron conciencia de que acompañaron un eclipse total de Sol.  

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