
“¿Podemos identificar a una población fantasma?”, es una de las dos preguntas que se hizo el grupo de investigación de María del Carmen Ávila Arcos, pero no en un ejercicio paranormal para rastrear a los habitantes de Comala de “Pedro Páramo”, sino para develar más bien una pieza del rompecabezas de la población de América a través de la paleogenómica.
En un estudio de más de un lustro, publicado en mayo pasado, encabezado por el Laboratorio Internacional de Investigación del Genoma Humano y el Laboratorio de Paleogenómica Humana de la UNAM, el equipo de la investigadora buscó comprobar si la mega sequía de hace mil años que diezmó y colapsó grandes urbes prehispánicas de Mesoamérica, habría provocado el desplazamiento poblacional de norte a sur por parte de los pobladores de Aridoamérica, los chichimecas, lo cual se mantiene como una explicación aceptada entre arqueólogos. Junto con la estudiante Viridiana Villa Islas, el grupo obtuvo 12 genomas completos de diversas partes de México, antes y después de la sequía, abundó durante su conferencia “¿Poblamiento de las Américas?”, realizada en El Colegio Nacional.
Para ello, recabaron muestras genéticas de pobladores del sitio arqueológico de Toluquilla, en Sierra Gorda, Querétaro (donde se encuentra el laboratorio), con apoyo de la arqueóloga Elizabeth Mejía Pérez Campos. Los análisis comprobaron que no hubo tal desplazamiento poblacional: “después de muchas pruebas estadísticas, combinaciones de cómo se podían acomodar las poblaciones entre sí, qué relaciones podían tener entre ellas, los datos arrojaban que después de la sequía no tuvieran una componente chichimeca”.
Sin embargo, esto sólo fue el principio de un estudio de mayor impacto sobre el poblamiento continental, y tras el análisis de los resultados de investigaciones previas del académico Víctor Moreno, quien había estudiado diversos genomas antiguos de varios lugares de América, que dio como resultado una especie de árbol genealógico de sus poblaciones y genomas.
Moreno halló algo que llamó “ancestría sin muestrear” (UpopA), que deriva en el árbol genealógico hasta los mixes. “A ese tipo de descubrimientos se les llama ‘población fantasma’ porque no tenemos un representante actual o antiguo que sepamos quién es, pero es resultado de una construcción estadística para que el modelo tenga sentido”, explicó Ávila en el recinto, como parte del ciclo “Los viernes de la evolución”, coordinado por los colegiados Antonio Lazcano Araujo y José Sarukhán.
Los investigadores abundaron en su investigación, que posteriormente se publicó en la revista “Science”, una de las más importantes del mundo, que llevó el título “Demographic history and genetic structure in pre-Hispanic Central Mexico”.
La científica refirió que una explicación del origen de esta “población fantasma” UpopA descrita por Víctor Moreno, correspondería a una de Beringia, donde diversos grupos poblacionales fluctuaron antes de la conquista continental. Pero no sólo eso, ya que el modelo desarrollado por las investigadoras (es) encabezadas por Ávila Arcos halló un segundo grupo fantasma: UpopA2, presente en individuos del centro del país (Cañada de la Virgen).
“Queríamos saber si los chichimecas habían o no desplazado a las poblaciones de Querétaro y terminamos descubriendo una pieza importante del poblamiento de América que antes no se había visto”. Entonces la respuesta a la pregunta inicial es “sí” y hasta más de una.
En la conferencia realizada el pasado 8 de diciembre, María Ávila enfatizó cómo la paleogenómica permite reconstruir la historia a través de la genética de poblaciones antiguas.
“Desafortunadamente no tenemos una máquina del tiempo, pero tenemos algo muy cercano, el ADN antiguo que ‘sobrevive’ en nuestros huesos hasta decenas de miles de años. Estas pistas que se quedaron en los huesos mucho tiempo nos dan una ventana a este pasado y podemos así reconstruir, no perfectamente, pero sí con una visión amplia, una ventana al pasado de poblaciones a través de sus genes”.
La paleogenómica, añadió, ha ido más profundo en la historia, hasta la prehistoria: “nos permite saber si nuestra especie (homo sapiens) tuvo contacto con otros homínidos arcaicos, como los neandertales o los denisovanos (…) Ha sido un área tan revolucionaria que, por ello, el Premio Nobel de Medicina y Fisiología del año pasado fue otorgado a Svante Pääbo, pionero en paleogenómica. Esto es sólo una muestra de que es un área de estudio súper cool.
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