
Durante mucho tiempo, la alopecia se trató como un asunto estrictamente médico. Las consultas se llenaban de fórmulas con lociones, fármacos y, en los casos más complejos, trasplantes capilares. El objetivo era uno solo: recuperar el cabello. Sin embargo, lo que ocurría en la vida cotidiana de los pacientes quedaba fuera de la ecuación. El espejo se volvía un enemigo silencioso, las reuniones sociales empezaban a dar miedo y en el trabajo aparecía la duda de si la pérdida capilar restaba autoridad. La ciencia médica se concentraba en el folículo, pero olvidaba lo que pasaba alrededor.
Ese vacío es el que la terapeuta ocupacional Gladys Samanda Fonseca ha buscado llenar con un enfoque integral. Para ella, la alopecia nunca fue únicamente un tema de estética. Es también un problema de confianza, de autoimagen y de bienestar social. Fonseca sostiene que la medicina puede lograr que un folículo vuelva a activarse, pero si el paciente sigue evitando fotografías o no se siente capaz de hablar con seguridad frente a un grupo, el tratamiento está incompleto. Su propuesta consiste en unir dos mundos que antes avanzaban separados: la dermatología y la terapia ocupacional.
La colaboración permite cubrir frentes diferentes con un mismo propósito. Los dermatólogos diagnostican, prescriben medicamentos, aplican procedimientos de bioestimulación o realizan intervenciones quirúrgicas. Los terapeutas ocupacionales, en cambio, acompañan el impacto emocional y funcional de la alopecia. Gladys Samanda Fonseca explica que muchas personas dejan de encender la cámara en reuniones virtuales o rehúyen de encuentros familiares. Ese comportamiento, aparentemente pequeño, revela cuánto puede pesar la pérdida de cabello en la vida diaria.
Uno de los primeros pasos que propone es reconciliarse con el espejo. Mirarse sin ansiedad no es sencillo, pero Fonseca trabaja con ejercicios de autoobservación acompañados de técnicas de respiración para resignificar ese momento íntimo. El objetivo no es ignorar la alopecia, sino construir una relación menos hostil con la propia imagen. En el ámbito laboral, la especialista observa otro reto frecuente. Muchos profesionales con alopecia tienden a retraerse, a hablar con menos firmeza o incluso a rechazar ascensos por miedo a la exposición. Allí, el trabajo terapéutico se centra en recuperar seguridad comunicativa, en entrenar postura y lenguaje corporal para recordar que la autoridad se transmite con claridad de ideas, no con densidad capilar.
La vida social es otro espacio que sufre modificaciones. Aceptar invitaciones, salir a bailar o asistir a una boda se convierte en una decisión difícil. Para Gladys Samanda Fonseca, esperar a que el cabello vuelva para retomar la vida social es un error. Propone que el paciente diseñe un regreso progresivo a esas experiencias, para comprobar que su valor no depende del peinado. Esa reconexión suele ser uno de los logros más celebrados porque devuelve la sensación de pertenencia.
El entorno cercano también necesita aprender. Familiares y amigos, con buena intención, lanzan frases que a veces hieren más de lo que ayudan. “No se nota tanto” o “ya crecerá” pueden minimizar la angustia real. Fonseca trabaja en educar al círculo de apoyo, enseñando a escuchar sin juzgar y a acompañar sin presionar. Ese aprendizaje comunitario hace que el proceso sea más llevadero y evita que el paciente se sienta en soledad.
Cuando mira hacia el futuro, Gladys Samanda Fonseca lo hace con optimismo, pero también con cautela. La biotecnología, la inteligencia artificial y la nutrigenómica ofrecen avances prometedores para personalizar tratamientos y mejorar la regeneración capilar. Sin embargo, ella insiste en que el éxito no debe medirse solo en cabellos recuperados. El verdadero cambio vendrá cuando esos avances se integren con un acompañamiento humano que atienda la autoestima y la funcionalidad social. Recuperar folículos es importante, pero recuperar seguridad es fundamental.
La visión de Fonseca se ha convertido en un referente dentro del nuevo paradigma en salud capilar. Para ella, la colaboración entre dermatólogos y terapeutas ocupacionales no es un complemento opcional, sino un estándar que debería consolidarse. El cabello puede regresar con ciencia, pero la confianza vuelve con acompañamiento. La alopecia deja de ser entonces un problema que se intenta disimular y pasa a ser un desafío que se afronta con un equipo completo. En palabras de Gladys Samanda Fonseca, la verdadera pregunta ya no es cómo recuperar el pelo, sino cómo recuperar la tranquilidad de vivir sin miedo a la mirada de los demás.
