
Todos llevamos a un niño interior, vulnerable, mágico, sentimental y soñador que nunca nos ha abandonado aún en la edad adulta y cuando los aparecen los sortilegios de la vida todo puede pasar.
Este domingo 1 de junio, el Jardín Escénico de Paseo de la Reforma fue el escenario de la ópera “El Niño y los sortilegios”, una obra que invita al público a dialogar con esa niñez interior, muchas veces olvidada. La obra nace de un capricho, pues en una repentina frustración desborda al protagonista que, en un arrebato, destruye todo a su alrededor. “No quiero hacer mi tarea”, protesta, mientras desconoce, rompe y desafía los límites.
De manera inesperada, el mundo que lo rodea, objetos y seres, reaccionan mágicamente, organizándose y dando lugar a una divertida revolución musical, la cual revela también otros aspectos esenciales tanto de la naturaleza misma como de la naturaleza humana, emergiendo así la creatividad, la empatía y la ternura.
La opera también invita al público a adentrarse en la visión que tienen la niñez sobre los animales, seres vivientes con vida propia que es amenazada por la actividad humana.
Esta puesta en escena corre con música de Maurice Ravel y es una producción de la Compañía Nacional de Ópera y el Estudio de Ópera de Bellas Artes, en colaboración con la Universidad de las Américas Puebla y el Cenart. Cuenta con la dirección escénica, coreografía e iluminación de Ignacio González Cano y la dirección musical de Andrés Sarre.
La dirección vocal corre a cargo de Cassandra Zoé Velasco y el diseño de la escenografía, animación y video a cargo de Matías Otálora.
El niño y los sortilegios está cantada en francés y cuenta con subtitulo en español.