
La edición número veintitrés del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) ha llegado a su fin. Fue una semana llena de cine, alfombras rojas e invitados especiales que compartieron su trayectoria y reflexionaron sobre la importancia de seguir contando historias. Para algunos fue su primera vez en el festival; para otros, un cálido regreso.
No importa cuántos días se asista: ver todo es imposible. Siempre hay algo sucediendo (lo que no ocurre en todos los festivales de cine).
Boletos y logística
El tema de los boletos es, en sí mismo, único. La taquilla se convirtió en un obstáculo para conseguir entradas a cada función, con filas que a veces superaban la hora de espera. Las funciones de prensa comenzaban a las 9 de la mañana y, al terminar la película, ya no quedaban muchos boletos disponibles. A veces había que sacrificar ciertas cintas para poder formarse y ver alguna otra obra.
El martes, por suerte, la aplicación de Cinépolis dejó de funcionar durante gran parte del día, y gracias a ese error todas las compras se realizaron en taquilla, lo que dio ventaja a quienes se habían formado desde temprano.
Es imposible cubrir todo el evento, ver todas las películas (ni como asistente se lograría) o asistir a todas las conferencias. Sin embargo, es una experiencia que vale mucho la pena, especialmente si se es fanático del cine.
Público en general
El costo por función fue de 100 pesos, ya fuera en una sala de cine o en alguna sede alterna como el Teatro Matamoros. También se ofrecieron combos para ahorrar en el precio por película, aunque convenía hacer cuentas antes de decidir.
Opción uno: $600.00 pesos por 6 boletos | 3 descuentos del 40% en el combo de palomitas + refresco.
Opción dos: $1000.00 pesos por 11 boletos | 5 descuentos del 40% en el combo de palomitas + refresco.
El festival se realiza en un espacio urbano relativamente compacto. Las sedes están tan cerca entre sí que los traslados pueden hacerse caminando. En el centro de Morelia se encuentra el Teatro Matamoros; a una cuadra está el Melchor Ocampo y a menos de cinco minutos, Cinépolis Centro.
En esas tres salas y sus alrededores ocurre prácticamente todo. Aunque otra sede importante es Cinépolis Las Américas (a 15 minutos en auto), no se pierde mucho al no ir hasta allá: ninguna película se presentó exclusivamente en esa sede.
Las funciones al aire libre se realizaron casi todos los días en la Plaza Benito Juárez. Aunque las sillas se ocupaban por completo, la gente seguía acercándose a disfrutar las películas.
Entre las cintas exhibidas este año estuvieron Robot Dreams, dirigida por Pablo Berger (quien estuvo presente), y El peñón de las ánimas, de Miguel Zacarías, entre otros clásicos del cine mexicano.
Películas
La programación incluyó una gran cantidad de películas latinoamericanas, muchas de ellas coproducidas con México. La productora Piano, por ejemplo, presentó siete cintas con colaboraciones internacionales. Este enfoque demostró el interés del festival por dar espacio al cine independiente nacional.
Muchas películas extranjeras, sin duda, llegarán más fácilmente a salas comerciales, mientras que las latinoamericanas probablemente encuentren su lugar en cinetecas o centros culturales.
Por ello, el FICM representa una oportunidad invaluable para el cine independiente mexicano, así como para ver antes que nadie producciones europeas, estadounidenses y de otras regiones que sí llegarán a los cines convencionales.
Premios
Las categorías se dividen entre los premios otorgados por jurado y los del público, que vota al finalizar cada función. Casi todos los galardones están enfocados en reconocer el cine mexicano, salvo la categoría de Mejor largometraje de ficción extranjero, que este año fue para Nueva Ola Francesa, la nueva cinta del director estadounidense Richard Linklater.
La película más premiada de la noche fue La reserva, de Pablo Pérez Lombardini, que narra la vida de una defensora medioambiental. No tuve oportunidad de verla, pero hay quienes opinan que es el tipo de cinta que cumple con una lista de características pensadas para asegurar nominaciones y premios en festivales como el de Morelia (filmada en blanco y negro y con temática sociopolítica).