En La mugre, publicada por la editorial Ocelote, Karen Padilla —psicoterapeuta y narradora leonesa— construye una historia donde la maternidad, el trauma, la amistad y el deseo se entrelazan para exhibir aquello que el cuerpo recuerda cuando la mente preferiría olvidar. Irene, madre de dos, vive marcada por culpas que creía enterradas hasta que conoce a Clara, una presencia luminosa que despierta un deseo inesperado y desata las pesadillas que guardaba bajo llave. La novela se mueve entre lo cotidiano y lo perturbador para revelar cómo las heridas no nombradas dejan huellas profundas.
En entrevista con La Crónica De Hoy, Padilla comparte el origen íntimo de su literatura. Desde niña, influenciada por una abuela apasionada de García Márquez, se descubrió narradora. Más tarde, la escritura se convirtió en refugio y espejo: tras una pérdida gestacional y un silencio creativo de años, la muerte de su abuela abrió una grieta que se volvió impulso literario. “La herida es el lugar por donde entra la luz”, dice, y La mugre es prueba de ello.
El libro se sostiene sobre temas como abuso, maternidad, cuerpo, matrimonio y la búsqueda del yo más allá de los roles impuestos. También hay una sutil pero poderosa pincelada de erotismo entre mujeres. Sus personajes cargan “mochilas emocionales” que han resonado con lectores de distintas edades y experiencias, incluso con quienes no son madres: “Descubren otras maneras en las que han maternado”, comenta la autora.
El proceso editorial con Ocelote fue, para Padilla, casi terapéutico. Su editor detectó simbolismos inconscientes —como la presencia aviar en los villanos, reflejo de un miedo personal— y la acompañó a pulir la historia sin suavizar su crudeza. La portada, creada por su amiga Suzy Limer, es una pieza surrealista inspirada en Remedios Varo. Está llena de claves secretas que adquieren un segundo significado después de leer la novela. Para el lanzamiento, incluso diseñaron un tarot artesanal con los elementos simbólicos del libro: el cuervo, la máquina de coser, el hilo rojo.
La mugre ya se distribuye a nivel nacional y ha generado clubes de lectura que, según la autora, son el mejor espacio para escuchar lo que su obra detona. “Me interesa la plática de después; la que se anima a entrar en la mugre”, dice Padilla, convencida de que la literatura que perdura es aquella que obliga a mirar lo que normalmente evitamos.