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En su libro Fentanilo (Trillas), el periodista e investigador expone cómo surgió esta droga sintética, por qué se convirtió en la mayor amenaza de adicción en Norteamérica y qué revelan los testimonios de agentes, cocineros y especialistas

El fentanilo cambió para siempre el mapa del narcotráfico y de la salud pública: Ricardo Ravelo

En Fentanilo, su libro más reciente publicado por Trillas, el periodista e investigador Ricardo Ravelo se adentra en uno de los fenómenos más letales y menos comprendidos del presente: la expansión global del fentanilo y el papel que México juega en su producción y tráfico. La investigación nació en 2018, cuando Ravelo trabajaba con la Cámara de Diputados en un proyecto para orientar a adolescentes sobre drogas. Aunque en ese entonces el enfoque era más amplio —metanfetaminas, crack, ice—, fue durante un viaje a Austria y Alemania cuando detectó que el fentanilo ya generaba alarma por sus altos niveles de adicción y muerte, especialmente en Estados Unidos y en algunos países bálticos.

Fentanilo | Ricardo Ravelo (Trillas)

Aquella primera inquietud lo llevó a documentar la aparición acelerada de las drogas químicas, un mercado que crecía sin estándares, sin control y con una peligrosidad inédita. Aunque la Cámara no publicó aquel manuscrito inicial, Trillas retomó la propuesta y Ravelo actualizó la información para concentrarse exclusivamente en el fentanilo: cómo se produce, cómo circula y por qué se convirtió en una crisis de salud pública sin precedentes.

Uno de los principales objetivos del libro fue desmontar falsas narrativas. Ravelo encontró que las muertes no ocurren únicamente por consumo compulsivo, sino por la falta absoluta de regulación en los laboratorios clandestinos. Agentes de la DEA le confirmaron que habían incautado pastillas procedentes de México con dosis muy bajas… y otras con la potencia necesaria para matar a tres personas. La variación extrema se explica por la improvisación: los llamados “cocineros” suelen ser trabajadores sin formación técnica, guiados por recetas que rara vez se respetan al pie de la letra.

En el norte del país, Ravelo conversó con algunos de estos operadores —bajo anonimato— para entender el proceso: laboratorios rudimentarios, precursores que “llegan” sin mayor explicación, jornadas de producción intensas y riesgos constantes por inhalación de químicos. Esos testimonios revelan un sistema artesanal en apariencia pero profundamente tóxico, desprendido de cualquier control sanitario.

Intentó también contactar a consumidores, pero descubrió que incluso los centros de rehabilitación ignoran si sus pacientes consumieron fentanilo puro o cocaína, marihuana u heroína adulteradas. Los grupos criminales incrementan la potencia —y la adicción— mezclando fentanilo con otras sustancias. El resultado: jóvenes que creen comprar cocaína podrían estar inhalando su primera y última dosis de fentanilo.

La recuperación, explica Ravelo, es un proceso cuesta arriba. La naloxona y la metadona pueden salvar vidas durante una sobredosis y reducir la ansiedad por consumo, pero generan dependencia. “En las drogas químicas no hay salida —dice un especialista citado por Ravelo—. La única salida es la muerte”. La crudeza de esta frase se refleja en lo que ocurre durante una crisis: sudoración extrema, piel azulada, parálisis muscular, colapso respiratorio. Las muertes, a diferencia de la cocaína o la heroína, suelen ser instantáneas.

El impacto de estas sustancias también transformó a los cárteles mexicanos. El fentanilo desplazó a la cocaína, la heroína y la marihuana como productos principales, aunque sigue utilizándose para adulterarlas. A ello se suma la aparición de derivados aún más potentes, como el carfentanilo —capaz de matar con un grano del tamaño de la sal—, así como nuevas drogas químicas que entran al mercado: Tuzi, cocochanil y mezclas experimentales que utilizan anestésicos veterinarios como la xilacina.

Para Ravelo, México está más cerca de una crisis que lo que suponen las autoridades. La adicción es inmediata, el mercado crece y los grupos criminales no dependen de un solo precursor: cuando falta uno, lo sustituyen. Además, las farmacéuticas estadounidenses contribuyeron al problema desde hace más de una década, cuando impulsaron redes de médicos que recetaban fentanilo para todo tipo de dolores, creando las primeras olas de dependientes.

Fentanilo es el resultado de años de investigación en campo, consulta de expedientes, informes de la DEA y conversaciones con quienes conocen el fenómeno desde adentro. Ravelo articula una radiografía que cruza salud pública, economía criminal, negligencia institucional y un mercado internacional que opera tanto en puertos, aduanas como en el internet.

Su conclusión es contundente: mientras existan condiciones sociales, curiosidad juvenil y un mercado ilegal sin regulación, el riesgo seguirá en aumento. Y, como muestra el libro, en el mundo del fentanilo nunca se sabe si la siguiente dosis será la última.

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