Cultura

Francisco Martín habla de su reciente novela “Los Tiempos Malditos”, en la cual cuestiona una serie de mitos sobre la Conquista

“La caída de Tenochtitlan fue facilitada por una gran alianza”

Novela. El escritor mexicano Francisco Martín Moreno.

A revisar para reaprender nuestra historia desde la verdad, la dignidad y la conciencia crítica, llama el reconocido escritor mexicano Francisco Martín Moreno en su nueva novela “Los Tiempos Malditos”.

A través de su nueva novela, propone un ejercicio de revisión histórica fundamental para la madurez del país. El novelista e investigador confronta la historia mexicana en su nueva obra, y califica la narrativa oficial como un “cúmulo de embustes que generaron un trauma nacional”.

Durante una entrevista exclusiva con Crónica, abordó los mitos fundacionales de la identidad mexicana; asegura que la caída de Tenochtitlan fue en realidad una invasión armada castellana facilitada por una gran alianza indo-europea, y no una simple conquista española, como se nos hizo creer para proteger intereses políticos y económicos extranjeros.

El autor argumenta que arrastramos un “complejo de inferioridad” derivado de mitos escolares que nos colocan como un país perpetuamente derrotado.

Para Martín Moreno el término “conquista de México es incorrecto, pues fue una alianza indoeuropea y México no existía como tal en ese entonces”; el nacimiento de nuestra nación ocurrió hasta el siglo XIX.

Uno de los mayores mitos que acompleja a la sociedad mexicana es la “mal llamada Noche Triste”, momento crucial en el derrumbe de Tenochtitlan.

El escritor expresa que dado que los mexicas dirigidos por Cuitláhuac derrotaron a las fuerzas de Hernán Cortés, la historia correcta es referirse a esta como la "Noche de la Alegría".

“Llamar triste a un triunfo mexica es un acto dramático y masoquista que acompleja a los chamacos y distorsiona su identidad; además distorsiona el rol de Malinalli, erróneamente llamada Malinche, al mostrarla como traidora”, explica al reportero.

Cortés y su Cruel Guerra Epidemiológica

El segundo mito que la novela refuta es la victoria de apenas 400 españoles sobre un vasto imperio indígena, una afirmación que dista de la realidad.

Con entusiasmo en su voz, ameno en el trato, afirma que el verdadero agente facilitador de la caída de Tenochtitlan fue la viruela, en lo que define como una guerra epidemiológica.

Los efectos de llevar la peste a Tenochtitlan fue conocido y advertido a Cortés por personas de su propia expedición; quienes dejaron constancia escrita de que Cortés estaba al tanto y llevó a los enfermos a sabiendas de las consecuencias fueron dos frailes.

Uno de ellos fue Fray Toribio de Benavente (Motolinía); Martín Moreno expresa que el cura afirmó que Cortés “sí sabía”; el otro fue Fray Bartolomé de las Casas, quien dejó constancia que Cortés “sí sabía” lo que estaba haciendo al llevarse a los enfermos de viruela a Tenochtitlan.

Martín Moreno explica que cuando Cortés fue informado sobre los dos negros cubanos infectados, le dijeron que su obligación era matarlos y quemarlos para evitar una epidemia.

Incluso, dice, le recordaron que había sucedido lo mismo en las Antillas, donde murió el 70 por ciento de la población.

Sin embargo la decisión de Cortés fue llevarlos para que la peste produjera un contagio masivo e irreversible entre los mexicas, “asegurándose así que el rey de España, Carlos I, no pudiera culparlos de aseinato, pues ela rgumento oficial sería “que los mexicas se murieron solitos".

Fue entonces la viruela, y no los 400 castellanos, la “gran triunfadora” y la que impidió una respuesta militar importante por parte de los extraordinarios guerreros mexicas.

Revisión del Pueblo Vencido, la Dignidad Histórica

Con una pasión desbordante que transmite su amor por la historia y la novela, Martín Moreno explica al reportero el mito de la paz pre-hispánica, subraya que la vida antes de la invasión estaba marcada por un “rigor militar verdaderamente terrible”.

Revela que Moctezuma, como sacerdote supremo, era un “dictador absolutamente vengativo y salvaje”, y los recaudadores de impuestos mexicas eran una réplica de este salvajismo.

Este “odio terrible de los señoríos sometidos hacia los mexicas fue el elemento clave que Cortés aprovechó con gran talento político y diplomático", comenta.

El autor destruye la romantización de las culturas prehispánicas, sobre las cuales se instauró la idea popular de que antes de la llegada de los europeos, estos pueblos vivían en una paz idílica”.

La verdad, sin embargo, es mucho más compleja y brutal, como lo documentan diversas fuentes, explica el novelista.

Enseguida expone la “oscura realidad de los sacrificios humanos que sí se practicaban en el imperio mexica”.

Explioca que estos rituales eran parte integral de su religión y su estructura social, y funcionaron como una forma de control y terror sobre los pueblos sometidos.

El autor considera fundamental dejar de lado el puritanismo histórico y reconocer que el mundo prehispánico era tan violento como cualquier imperio de la época.

“La narrativa de la paz anterior es una mentira conveniente que hace más dramática la llegada del invasor; al aceptar los sacrificios y la opresión interna se entiende mejor por qué miles de tlaxcaltecas se unieron a los castellanos. Los pueblos antiguos eran poderosos, pero también ejercían tiranía sobre sus vecinos”, señala.

Restituir a Cuitláhuac

Martín Moreno afirma que figuras heroicas como Cuitláhuac deben ser encumbradas, pues él fue el único que desde el inicio aconsejó a Moctezuma no dejar entrar a los castellanos a Tenochtitlan.

La historia oficial, sin embargo, ha encumbrado a Cuauhtémoc, quien solo tuvo que rendirse tras la debacle epidemiológica, mientras que Cuitláhuac logró organizar la Noche de la Alegría.

El autor también desmiente la versión escolar de que Moctezuma fue asesinado por su pueblo, revelando que Pedro de Alvarado lo ejecutó brutalmente con una espada antes de arrojar el cadáver.

Martín Moreno reivindica la figura de Malinali (Doña Marina) como una “mujer de convicciones y una diplomática inteligentísima, no una traidora; ella no traicionó a los de su sangre, sino que se vengó de sus enemigos, pues sentía un odio terrible hacia los mexicas por sus atrocidades y asesinar a su padre”.

Su papel fue indispensable en la comunicación, pues sin el triángulo lingüístico castellano-maya-náhuatl que ella facilitó, la expedición se habría frustrado.

La Tragedia de la Ignoracia, Ayer como Hoy

El novelista relaciona el trauma histórico con el fracaso educativo mexicano, revela que el virreinato fue sustentado en la “ignorancia pavorosa” de la población.

Tras tres siglos de dominación, el 98 por ciento de los mexicanos no sabían leer ni escribir al inicio de la independencia en 1821.

Martín Moreno sostiene que esta ignorancia fue mantenida deliberadamente, pues las encomiendas españolas reemplazaron las escuelas obligatorias mexicas, por iglesias; todo mundio aprendió a rezar e idolatrar, y nadie a leer ni escribir.

A pesar de la alfabetización, la tragedia continúa, ya que el proceso de “estupidización” se perpetúa en la actualidad.

El promedio de lectura oficial de tres libros al año hace que gran parte de la población sea analfabeta funcional; para un país de 130 millones de personas, el tiraje de un “libro exitoso” de solo 5 mil a 6 mil ejemplares es una “tragedia”.

Así, el escritor extiende su crítica más allá de la Conquista y la Colonia para tocar la realidad educativa contemporánea.

Afirma que el sistema educativo nacional falla estrepitosamente en crear una población lectora y educada; el bajo índice de lectura y escritura entre los mexicanos es, para él, la verdadera tragedia nacional.

“Mientras la población no lea y analice su propia historia, seguirá siendo susceptible a la manipulación política; la ignorancia es el caldo de cultivo perfecto para mantener los mitos y los resentimientos que dividen a la sociedad, la verdad histórica solo puede ser descubierta por quien decide buscarla”, explica.

Asegura que la falta de lectura impide a los ciudadanos cuestionar las narrativas gubernamentales, sean estas de izquierda o derecha.

El escritor lamenta que los jóvenes, en particular, estén desconectados de los libros que contienen la "verdad dura" sobre los orígenes de México; y hace una llamado por la alfabetización crítica.

El autor critica que incluso los libros de texto gratuitos actuales están distorsionando la historia y las matemáticas, creando una gran cantidad de “barbaridades” en las aulas.

La Academia del Futuro

Ante este panorama de mitos enquistados y bajo nivel educativo, Martín Moreno presenta al reportero su propuesta expresada en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Con emoción en la voz, propone la creación de una Academia Nacional de la Historia que sea completamente independiente del gobierno en turno; su objetivo es claro; rescatar la verdad histórica del ámbito político.

Afirma que esta nueva academia deberá estar compuesta por historiadores, escritores y académicos de diversas corrientes, cuya única misión sea exponer los hechos documentados.

El autor busca evitar que la historia siga utilizándose como un arma para dividir o culpar al pasado de los problemas presentes.

La idea es fundar un organismo que no esté sujeto a la ideología del presidente o partido en el poder, sea quien sea; para Martín Moreno, la historia debe ser una ciencia social, no una herramienta de propaganda.

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