Cultura

Especialistas explican cómo es que las obras y bienes culturales tienen un valor económico más allá del mercado, el cual permite no sólo asegurarlos y protegerlos, sino permitir su movilidad, exposición y gestión

¿Cuánto vale el patrimonio cultural “invaluable”? El mercado o un valuador tienen la respuesta

Especialistas en arte Cuauhtémoc Medina es investigador del IIE de la UNAM y experto en arte contemporáneo. (@cuauhmedina)

El Museo de Louvre fue escenario del robo del año en lo que respecta a bienes culturales. El 19 de octubre, antes de la apertura del museo, ladrones dentro y fuera del museo ejecutaron un plan lejos de la perfección para sustraer joyas de la corona francesa. Aunque el desenlace sigue en proceso, el caso ha dejado como resultado la identificación y arresto de algunos de los implicados, debido a los rastros y errores de su crimen imperfecto, lejos de la elegancia del personaje francés de ficción Arsenio Lupin.

Las joyas, entre collares, pendientes y tiaras engarzadas con diamantes y piedras preciosas, aún no han sido recuperadas y se mantienen en la Base de datos sobre obras de arte robadas de la Interpol, que además registra otras 57 mil piezas más de todo el mundo.

De acuerdo a las autoridades francesas, el botín tiene un valor patrimonial “incalculable”, no obstante, su avalúo se estima en más de 100 millones de dólares. En un mundo globalizado y dominado por el mercado, todo tiene un valor definido en el lenguaje universal del dinero, por lo que el patrimonio artístico y cultural –cuando se trata de un objeto material– no es la excepción; México y su gran riqueza tampoco lo son.

“La expresión de que algo tiene un ‘valor inestimable’ es meramente periodística, no muy pensada o una ideología”, señala Cuauhtémoc Medina (@cuauhmedina), investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM y experto en arte contemporáneo. En el mundo cultural, añade, existe la utopía de estar fuera de las relaciones económicas del mercado, sin embargo, para efectos prácticos no es así, ya que se requiere establecer un valor para operar en diversos aspectos, como el museístico.

Instituciones, museos y estructuras de coleccionismo requieren de esta valorización, agrega el ex curador en jefe del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC). “Ciertamente el objeto artístico y las obras de valor histórico son mercancías que tienen un comportamiento extravagante”, apunta, no obstante, hasta la Piedra de Sol debe tener una estimación de su valor.

El historiador del arte refiere que tiene conocimiento de listados del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) con avalúos de todas sus piezas, no porque estén expuestas a la venta, sino porque eso permite hacer un valor de correlación y hablar el lenguaje del aseguramiento, protección, restauración e incluso fiscalización de piezas.

En el caso de los bienes patrimoniales arqueológicos, las estimaciones pueden hacerse incluso desde el mercado legal. Por ejemplo, la casa de subastas Sotheby’s estimó en 2007 el valor de una escultura de piedra de la diosa Chalchiuhtlicue entre 100 mil y 150 mil dólares; correspondiente al lote 239 de arte precolombino, fue vendido en un millón 216 mil dólares.

En 2019, la casa francesa Millon realizó una subasta que incomodó a autoridades mexicanas, con la venta de una colección que superó el millón 200 mil euros, que incluyó otra escultura de Chalchiuhtlicue, vendida en 377 mil de euros, cinco veces superior a lo estimado.

“En un caso tan raro como el mexicano, donde hay una suposición de que las piezas arqueológicas están fuera de comercio, el valor institucionalmente estimado está referido al conocimiento del mercado”, señala Medina.

La relación de este tipo de piezas con el mercado refleja a su vez otro fenómeno. “Es curioso, pero hay una percepción de que en el campo de artefactos precolombinos ha habido una disminución del coleccionismo privado, lo tiene impacto en que los precios están bajando”.

Darle un valor a una pieza arqueológica, colonial, moderna o contemporánea no sólo establece parámetros de mercado para una subasta o comercio, sino también para dar avalúos que permiten asegurarlas, quizá no ante un robo espectacular o una “pérdida total”, sino para fines más elementales como su desplazamiento entre museos, préstamo y exhibición de colecciones.

Piezas patrimoniales comúnmente están cubiertas por seguros gubernamentales, refiere Medina, pero en el caso de las colecciones particulares y su préstamo también existe el aseguramiento privado. En ambos casos, añade, los seguros cubren “daños” y “problemas”.

AVALÚOS PARA PROTECCIÓN.

El especialista en valuación de arte Gustavo Alemán Castañeda coincide en que los bienes culturales pueden ser catalogados como “invaluables” en términos culturales, artísticos o históricos, no obstante, existen maneras para hacerlo económicamente. “Sólo hay que recordar que, estos avalúos se realizan con el fin de proteger los bienes, no de asignarles un monto para comercializarlos”.

El restaurador y profesor de la Universidad de Guadalajara (UdG) en la Maestría en Valuación explica que muchos avalúos de este tipo se realizan en los términos que las aseguradoras llaman “de clavo a clavo”.

“Es decir, si como coleccionista voy a prestar una pieza, pido a la dependencia o al solicitante que sea asegurada y protegida desde que está colgada en mi propiedad, es descolgada, embalada, transportada, exhibida, devuelta y colgada de regreso a su ubicación inicial”. Las piezas pueden asegurarse para su protección no sólo para su exhibición, sino también para realizar en ellas actividades de conservación, restauración e incluso investigación, agrega el experto, quien ha realizado avalúos de obras artísticas de diferentes épocas e incluso libros antiguos e incunables.

Especialistas en arte Gustavo Alemán Castañeda es restaurador y profesor de la UdG y ECRO. (Cortesía)

Muchos coleccionistas tienen seguros activos para sus obras, así como fundaciones, si bien no necesariamente en caso de robo, por una serie de daños que pueden sufrir, desde menores, hasta los causados por un fenómeno natural, añade.

Alemán Castañeda refiere que para llevar a cabo el aseguramiento de obras artísticas de cualquier índole se requiere una valuación profesional como la que él lleva a cabo.

Gubernamentalmente se puede realizar mediante la norma de valuación NMX-R-081-SCFI-2015 de procedimientos técnicos del Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN) que, a su vez, ofrece parámetros a valuadores externos para hacer un avalúo lo más apegado a lo que establece la ley, apunta el también profesor de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO).

Por su parte, en ocasiones las aseguradoras tienen a sus propios valuadores o solicitan al coleccionista o interesado obtener la valuación de alguien certificado, puntualiza el restaurador. No obstante, la cultura de la valuación y aseguramiento de esta área en México aún se encuentra en desarrollo, acota.

“En el país son pocas las aseguradoras que se dedican al ramo, pero cada vez más empresas están descubriendo que hay un mercado activo de bienes artísticos y culturales que pueden ser valuados y asegurados”.

“ÁREA DE OPORTUNIDAD”.

Paloma Escobar Conejo (@palomacoonejo) es egresada de la ECRO y si bien tiene conocimientos en historia del arte y conservación de patrimonio histórico, ha desarrollado experiencia en seguros a lo largo de su vida.

“Creo que sé de seguros desde que tengo memoria, nací con una póliza, me dicen”, señala la joven restauradora. Dada esta vocación familiar en combinación con sus estudios superiores, Escobar se ha especializado además como agente de seguros en el arte, trabaja como puente entre aseguradoras y coleccionistas para garantizar el tipo de protección señalado con anterioridad.

En Guadalajara, Paloma Escobar ha trabajado conjuntamente con instituciones, coleccionistas, artistas y aseguradoras, donde ha desarrollado además experiencia en “los riesgos del arte que nadie quiere ver”. No obstante, la riqueza cultural y artística de su ciudad, como en el país, la especialista refiere que el aseguramiento de arte es poco utilizado por coleccionistas y poco ofrecido por las aseguradoras.

“En México no es muy amplio el sector asegurador que cuida como tal estos bienes. Trabajo regularmente con tres aseguradoras, aunque la mayor actividad se reduce a una o dos, en buena medida porque las mismas empresas están descubriendo el nicho”. Si bien algunas de ellas cuentan con algún producto relacionado, no lo han sabido establecer de manera efectiva en el país, agrega.

“También he podido constatar que no muchos coleccionistas ni museos trasladan sus piezas con protección, sino de manera empírica, por ello, y por mi historia familiar, decidí especializarme en el área. En el camino he observado que, si bien todavía hay reticencia de coleccionistas y aseguradoras, es un sector en crecimiento”.

Especialistas en arte Paloma Escobar Conejo se ha especializado en restauración y aseguramiento de arte. (Academia.edu)

Alemán y Escobar coinciden en que AXA es la principal aseguradora del sector en México, la cual ofrece diversos productos de aseguramiento de obras de arte. Las otras que incursionan en el sector son GMX, Mapfre, Chubb y Zurich, añade la especialista, cuyas dos modalidades más comunes con las que ha trabajado son la de tránsito de piezas –el tipo de pólizas de “clavo a clavo”–, y las de “permanencia” o “estadía” en algún recinto o instalación.

Para asegurar una obra, explica, emplea un formato que recoge sus especificaciones, así como su logística de traslado y destino, no obstante, la parte más compleja, y donde más se atora el proceso de aseguramiento, es la valuación de la pieza o colección: si la aseguradora no cuenta con su valuador, el interesado tendrá que buscarla, para lo cual requerirá de documentos y tiempo que no tienen atajos.

“Mucha gente cree que la cotización de una obra de arte la voy a tener de un día a otro, pero hay muchos pasos previos para hacerlo porque no es como asegurar un vehículo”, enfatiza.

Pero no todo el mercado está relacionado con grandes colecciones, museos nacionales o con coleccionistas y artistas excéntricos. Hay un sector que la especialista observa en ascenso. “Este año he tenido muchísimas cotizaciones de espacios independientes que buscan hacer exposiciones, como cafeterías o restaurantes, pero hay mucho desconocimiento de cómo asegurar. Recientemente me ocurrió que un artista requería un seguro, pero no tenía valuaciones ni facturas de las obras…”.

Del lado de las aseguradoras, añade, se requiere abrir productos más accesibles para este mercado. “Para las aseguradoras el nicho parece no relevante, pero es un campo que puede explotarse con el crecimiento de este tipo de exposiciones. Es lo que he observado desde el punto medio entre aseguradoras y clientes”.

La especialista concluye que en nuestro país se requiere de una mayor cultura de la valuación y el aseguramiento de obras, tema en el que países europeos y en Estados Unidos se escatima poco –en su experiencia, acota, ha pasado por desconocimiento, regateos e incluso solicitudes poco éticas de clientes, las cuales el sector deberá de sortear–.

“Pienso que las aseguradoras tienen mucho trabajo en la ampliación de sus productos relacionados con el arte, porque hasta ahora es limitado y sesgado; pero también quienes vivimos del arte necesitamos valuar y asegurar nuestras obras”.

Aunque hay precios, listas o valuaciones puntuales en toda pieza artística, asignar un valor económico a una obra no sólo la enmarca como un objeto de mercado, sean las joyas de la realeza francesa, la Piedra de Sol o la pintura de un artista en un restaurante.

No todo obedece al mercado, pero en esta sociedad es posible representar cualquier cosa en términos de un valor económico”, enfatiza Cuauhtémoc Medina. “No obstante, la expresión de que una obra es ‘invaluable’ tiene que ver con los muchos trucos mentales que hacemos para pensar que el campo cultural no está relacionado en ningún lugar con las estructuras económicas”.

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