Cultura

Alfonso Reyes tiene más estudiosos que lectores: Javier Garciadiego

El historiador presenta en la FIL su libro “Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos”, un ensayo biográfico sobre el escritor

FIL Guadalajara

Javier Garciadiego señala que Reyes no sobrevivió escribiendo en Europa, sino que cambió su estilo.

Javier Garciadiego señala que Reyes no sobrevivió escribiendo en Europa, sino que cambió su estilo.

Paula Vázquez Córdova/Archivo

“En este momento México está encrespado, tenso y no sólo del gobierno a la sociedad, también de la sociedad al gobierno, nos insultamos constantemente en el terreno público. Alfonso Reyes proponía conversar, escucharnos, platicar, dialogar; menos insultos, menos descalificaciones”, expresa el historiador Javier Garciadiego a propósito del libro “Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos”, un ensayo biográfico sobre el escritor mexicano.

La obra coeditada por El Colegio Nacional y la Universidad Autónoma de Nuevo León fue presentada en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2022 y, previo a la charla, el historiador y Premio Crónica confesó que Reyes (1889-1959) es un autor más citado que leído.

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"¿Por qué hay tan pocas biografías en México? En nuestro país, a causa de la tradición hispánica, los individuos son secundarios, lo que importa es Dios": Javier Garciadiego.

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— El Colegio Nacional (@ColegioNal_mx) November 28, 2022
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“Tiene más estudiosos que lectores. La gente no lo lee como debiera a pesar de que es un autor actual”, indica.

En opinión del investigador, esa vigencia se mide en dos sentidos: por ser conciliador en un contexto de tensión política y por ser un antecedente de la globalidad e interesarse en la literatura universal.

A finales de los años 30 del siglo pasado, Alfonso Reyes dejó la vida de diplomacia e inició una etapa de promotor cultural.

“Cambió a una vida de civilizador porque llegó a un país que tenía un porcentaje de analfabetismo arriba del 50 por ciento, con una vida editorial y literaria muy desangelada a pesar de tener grupos extraordinarios como Los Contemporáneos; había minorías muy ilustradas y se dedicó a dar el giro hacia la vida académica, a convertirse en un alto funcionario de la educación y la cultura de México”, señala Garciadiego.

Sin obra insignia

Javier Garciadiego señala que Reyes no sobrevivió escribiendo en Europa, sino que cambió su estilo.
“Tras su cuarto infarto, decidió hacer la edición de sus obras completas… en vez de hacer una obra significativa. “No tiene un libro insignia (…) “Tiene una gran obra, el conjunto de su obra, pero le faltó ese libro insignia”

En ese tiempo, Reyes fue criticado por la falta de interés en la literatura mexicana y por enfocarse en clásicos griegos y occidentales.

“Él contestó que podía ser un mexicano puntual teniendo al mismo tiempo intereses generosamente universales. Dio una batalla muy dura, algunos amigos le dijeron que se olvidara de Homero y se dedicara a lo suyo, a su escritura, pero respondió que Grecia también era suya, ‘los mexicanos podemos apropiarnos de Grecia y de todo simplemente interesándonos’. Pedía asomarnos a otras literaturas y culturas”, indica.

Uno de sus críticos fue la Iglesia, añade. “Decía que éramos occidentales en tanto cristianos, pero Reyes sostiene que no, que somos occidentales en tanto paganos porque nosotros podemos heredar la mitología griega y desarrollar toda una divulgación bien pensada de literatura pagana”.

REYES EN EL EXILIO

En el libro, Garciadiego muestra a un Alfonso Reyes en conflicto con la muerte de su padre durante la Revolución Mexicana, un hombre afligido por las decisiones de su hijo al casarse con una tía y alguien que desea tener menos trabajo diplomático para hacer lo que más le gusta: escribir.

“En Reyes hubo un quiebre biográfico vital: la muerte de su padre (Bernardo Reyes, en 1913) de la que él es parcialmente responsable porque el gobierno de Francisco I. Madero le ofreció la libertad de su padre a cambio de que lo convenciera de que dejara la política, cosa que Alfonso no tenía la capacidad de hacer”, narra.

Eso le provocó un quebranto económico, detalla el historiador.

“Pasó de ser un niño que nació en pañales de seda al hambre y al frío en el exilio. Reyes se fue a Francia como empleado del servicio diplomático, con un puesto menor, pero cuando entró Carranza a la capital del país desconoció al aparato huertista incluyendo a la diplomacia. Reyes quedó desempleado, sin recursos familiares. Luego estalló la Primera Guerra Mundial y tuvo que ir a España”.

Garciadiego comenta que el joven Reyes lo único que tenía a su disposición era la pluma.

“Asistió a los lugares adecuados y aprovechó su gracia social, su trato exquisito, hizo una carrera literaria y al inicio no podía esperar escribir una obra para conseguir ganancia de ese libro, no, ése no era el escenario, tenía que hacer traducciones incluso anónimas, tuvo que hacer prólogos y escribir en periódicos… hizo trabajos de sobrevivencia, por ejemplo, tradujo a Chesterton, que a él no le interesaba”, indica.

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El autor destaca que lo importante no es solamente que Reyes sobrevivió escribiendo, sino que cambió su estilo.

“Su primer libro, ‘Cuestiones estéticas’, son ensayos densos, largos, soberbios, pero al llegar a Madrid esa posibilidad se derrumba y empieza a escribir artículos para periódico, tenía varias colaboraciones a la semana desde crítica de cine, hasta página de literatura, historia, cultura. Ahí aprendió un nuevo género: escribir de varios temas de forma breve en un lenguaje sencillo, que no es el caso de su primer libro”, señala.

En 1920, gracias a Vasconcelos, Alfonso Reyes retomó su actividad diplomática a pesar de que su deseo era dedicarse a la cultura, sin embargo, ese empleo le permitió una estabilidad económica y retomar los lazos con México.

Un dato que comparte Garciadiego es que Reyes siempre anhelaba más tiempo para escribir.

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“Hay otras biografías donde dan una visión complaciente de Reyes: fue diplomático, le encantaba estar en los cocteles y tenía modales exquisitos. No es mi caso, las diplomacias que hizo fueron muy difíciles porque México era un país desprestigiado. Sus años de diplomático en España fueron difíciles por la reforma agraria porque muchos españoles eran propietarios de tierras; cuando llegó a Francia como ministro, ese país despreciaba profundamente a México por ser germanófilos en la Segunda Guerra Mundial”, narra.

Cuando estuvo en Argentina, un país católico, sucedió la Guerra Cristera entonces lo vieron con animadversión; en Brasil durante el gobierno Lázaro Cárdenas lo vieron como el embajador de un país comunista.

“Terminó su gestión como diplomático, sucedió la expropiación de las compañías petroleras y el gobierno de Cárdenas le pidió vender petróleo a Brasil, no vendió nada, obviamente. Entonces regresó al país y comenzó otra etapa: el sector educativo y cultural, creó Casa de España, El Colegio de México e incidió en la transformación del Fondo de Cultura Económica”, narra.

SIN OBRA INSIGNE

Garciadiego platica que 1951, Reyes tuvo su cuarto infarto. “Le entró mucho miedo de morir, además era un hipocondríaco tremendo, entonces decidió hacer la edición de sus obras completas, empezó a juntar sus papeles que tenía aquí y allá en vez de hacer una obra significativa”.

El historiador comenta que Alfonso Reyes no tiene un libro insignia como puede ser “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo. “Tiene una gran obra, el conjunto de su obra, pero le faltó ese libro insignia”.

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Retrato de Luis Villoro.