Cultura

Francisco de la Mora: “Diego Rivera fue un artista total y un hombre lleno de contradicciones y genialidades"

En los últimos años, Diego ha sido opacado por Frida Kahlo y se olvida lo que hizo por la pintura a nivel mundial, añade. Llevan al cómic la  la vida del artista 

biografía

Una de las viñetas del cómic, de Francisco de la Mora y José Luis Pescador, el cual tardaron 6 años en terminarlo.

Una de las viñetas del cómic, de Francisco de la Mora y José Luis Pescador, el cual tardaron 6 años en terminarlo.

“Diego Rivera es una figura que inspira”.

Son las palabras del escritor Francisco de la Mora y quien, con José Luis Pescador, lleva al cómic la vida del “Panzón”, el artista total que marcó con su obra la primera mitad del siglo XX y, al mismo tiempo, describe al hombre común que comía en el mercado, lleno de contradicciones, genialidades y comprometido con su tiempo.

El cómic “Diego Rivera”, señala en entrevista De la Mora, fue un trabajo que tardó seis años en terminar, no sólo por la investigación para construir la vida del pintor, sino también para diseñar las imágenes que relatarán de mejor manera a Diego y todas las aristas que conformaban su personalidad.

Porque el punto era mostrar al hombre desde todos sus ángulos: del niño insoportable hasta el joven adelantado a su tiempo y el artista que desarrolló un corpus estético que nada le pide a los grandes artistas plásticos del siglo XX, añade el guionista.

Francisco de la Mora también cuenta que durante la investigación encontró información muy fascinante que le hubiera gustado incluir en el cómic. “Por ejemplo, hay una entrevista que le hacen a Diego afuera de un estadio de futbol americano, en la Universidad de Stanford, y él cuenta que está repleto y que ve el partido. Hace bocetos y se publican en un periódico de Oregón. Entonces le escribí a un investigador de la Universidad de Oregón para que me ayudara a encontrarlos. No hubo éxito, pero hubiera sido grandioso tenerlos y publicarlos”.

Este cómic muestra algo sustancial: Diego Rivera es parte del imaginario nacional, pero poco se comprende la importancia que tuvo en el arte mundial y la vida de México.

En los últimos años, Diego ha sido opacado por Frida Kahlo y se olvida un poco por lo que hizo por la pintura, no sólo mexicana, sino por la pintura a nivel mundial.

Y por ello, creo que rescatar a nuestros personajes históricos, revalorarlos desde otras perspectivas y voy a usar una idea un poco fanfarrona: hacer una historiografía desde el cómic de un personaje como Diego, es interesante porque lo vemos con los ojos del cómic, un medio que no es actual porque tiene 200 años y ha cobrado una fuerza especial, que ofrece muchas perspectivas de lo que se puede decir acerca de la revisión histórica de una figura como Diego Rivera, de los personajes en su entorno y tuvo contacto o del momento histórico que vivió el “Panzón”, como lo llamaban.

Diego Rivera.

Diego Rivera.

Diego fue un artista total, porque no sólo creó una obra de alto nivel, sino porque como hombre buscó cambiar el entorno social y político del país.

La frase que usas me parece adecuada: Diego es el artista total. Yo había pensado escribir que era un trotamundos, pero es mejor decirle el artista total, y el hombre total. Es el hombre que se come su época, su tiempo. ¡Lo hizo todo! Desde que tenía dos años de edad, cuando se fue a vivir a la sierra con su nana Antonia, sitio comía insectos y leche de cabra y, después contó él, que eso le permitió no estar contaminado por la podredumbre de la sociedad. Luego, regresó a su casa en Guanajuato y a los pocos años tuvo que emigrar a la Ciudad de México.

Ya en la capital del país y a los 11 años, comenzó sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Carlos, donde fue alumno de Andrés Ríos, Santiago Rebull, José María Velasco y Leandro Izaguirre. A los 20 años ya era una de las figuras más importantes de su generación. En 1902, abandonó la Escuela de Bellas Artes y se trasladó al campo, donde se dedicó a pintar paisajes con absoluta libertad, así como al estudio de la historia de los pueblos originarios y de la arqueología mexicana.

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Una vista de la exposición.

Después de esto, el paso natural de Diego era viajar a Europa para conocer a los grandes pintores como Picasso, Modigliani…, para empaparse y trabajar con la vanguardia estética de ese tiempo, a pintar mano a mano con Picasso y luego pelearse con el español a muerte.

Fue a vivir ese momento único de la vida de París de principios del siglo XX, donde convivió con la pintora rusa Angelina Beloff , con quien se casó en 1911. Conoció a Vladimir Lenin y su pensamiento. Y así podemos seguir hablando de sus relaciones, amigos, trabajos sin terminar.

Porque Diego lo hizo todo: pintó kilómetros y kilómetros de muros en México y Estados Unidos, en los cuales reinterpretó la historia de México o realizó una fuerte crítica social.

Volver a Diego, es mostrarnos que el constructo social, económico y político debe estar encaminado al bien del otro, como lo buscaba él.

Eso es vital en su obra y su dimensión humana, pero lo que hoy ha opacado a Diego es el juicio que se le hace por ser un hombre macho, que maltrató a sus mujeres.

Aunque en el libro no me meto demasiado en el Rivera político, pero trato de expresar lo anterior en su obra. Él pinta con esa convicción, porque cree fervientemente que la pintura se debe a un compromiso social y eso son sus murales.

Contar la vida de Rivera en un cómic es algo sensacional, porque México es un país lector de cómics, aunque a veces se ningunea.

Tengo una respuesta y puede ser tan válida como cualquier otra, de por qué el cómic ha sido valorado negativamente por la sociedad en los últimos 50 años.

Es cierto, los tirajes comerciales más grandes que se han hecho en la historia de este país, son los cómics. Se llegaron a vender millones de ejemplares semanales de “Lágrimas y Risas” o “Kalimán”. Creo que el cómic se veía mal, porque estaba mal visto comprar literatura en un puesto de periódicos, no era alta literatura, no era lo que los buenos intelectuales deberían estar leyendo.

Y se popularizó y se creyó que si lo leía un albañil seguramente era un arte menor. Pero no es así. “Kalimán” es un arte mayor, debería estar en los museos de la misma manera que cuadros de Tamayo. Pero esa es una lucha que aún nos debemos los amantes del cómic.

Y desde mi trinchera, lo que intento es hacer un cómic de mucha calidad, que pueda competir con los mejores cómics que se producen en Europa, Estados Unidos… y que cuando la gente se acerque, diga ¡a caray!, esto está bien hecho, hay una investigación profunda, hay un ilustrador que se rompió la espalada en una mesa de trabajo durante seis años. Es un producto que vale lo que estoy pagando o más.

El cómic.

El cómic.

Tras seis años de trabajo con José Luis Pescador, de hurgar en la vida de Diego, ¿cambió la visión que tenías del muralista?

Con temor a decir algo cursi, cada día o quiero más. Al final acabé encantado o, mejor dicho, enamorado de este personaje tan rico y al final tan delicado en sus últimos años, tan osado cuando era joven, tan insoportable de niño. 

Me encanta el personaje, sus contradicciones y entiendo muy bien los errores que cometió, pero también hay que entender dónde estaba parado y cuál era la época en que vivía. Y si tenía una valoración positiva de Diego, ahora la tengo más. Es una figura que inspira.