Cultura

Gabriel Zaid: “Los planteamientos de Octavio Paz rompían los esquemas de la política inmediata”

Evocan al poeta, a 25 años de su muerte, en el Colegio Nacional con el conversatorio “El futuro de Octavio Paz”

25 aniversario luctuoso

Christopher Domínguez, Enrique Krauze, María Baranda y Adolfo Castañón, fueron algunos delos participantes en el conversatorio.

Christopher Domínguez, Enrique Krauze, María Baranda y Adolfo Castañón, fueron algunos delos participantes en el conversatorio.

Colnal

Una persona que miró la amistad como responsabilidad intelectual, el que promovió posicionamientos que hasta la fecha incomodan a los políticos, el hombre que buscó en el mexicano no una esencia sino una historia y el autor que no abandonó el sentido de polis, ésas fueron algunas ideas que plasmaron amigos y colaboradores del poeta Octavio Paz, a quien recordaron en un conversatorio titulado “El futuro de Octavio Paz”, en El Colegio Nacional.

El evento organizado por Christopher Domínguez y Enrique Krauze, con motivo de los 25 años de muerte del autor de “Libertad bajo palabra”, inició con la lectura del discurso escrito por Gabriel Zaid, quien se refirió a la obra del Nobel de Literatura 1990 como fundadora, transparente, en libertad, con invención y con frescura.

“Tuvo siempre el sentido de la polis, se sentía responsable no sólo de su casa si no de esa casa común que es la calle y la plaza pública, le parecía inconcebible no intervenir cuando sentía que el país o el mundo iban mal o desaprovechaban oportunidades de mejorar”, indicó.

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Los planteamientos de Paz rompían los esquemas de la política inmediata y remontaban las cuestiones a niveles desacostumbrados, añadió.

“Tenía confianza en que lo mejor de todas las culturas está vivo y puede seguir produciendo milagros, mostró que era posible pasar de un nacionalismo puramente defensivo a un desarrollo de las propias raíces de la cultura universal. El mundo lo recordará como un poeta innovador de gran fuerza visual y reflexiva, como un explorador del alma y las raíces mexicanas”, destacó.

LA OTREDAD

En su participación el sociólogo Roger Bartra señaló que Paz trató de escapar de la mexicanología, aunque él mismo tendió las trampas que lo dejaron atrapado en esa búsqueda “inútil pero interesante” de la psique.

“Con la publicación de “El laberinto de la soledad”, Octavio Paz fue víctima de un efecto perverso: quedó atrapado en lo que yo llamo la jaula de la identidad del mexicano, nada más lejos de las intenciones de Paz”, dijo.

Desde el comienzo, el Premio Príncipe de Asturias 1993 anunció su creencia en la existencia de lo otro, agregó Bartra.

“Esa es la otredad que en su libro se propuso buscar: el otro México oculto. Paz no se propuso definir la identidad nacional ni quiso hacer una filosofía de lo mexicano. Sin embargo, su libro acabó formando parte del canon del carácter del mexicano junto con Samuel Ramos, quien inició la consagración del mito de lo mexicano con su famoso libro “El perfil del hombre y la cultura en México”, señaló.

No obstante, el investigador recordó que Paz afirmó que quiso hacer una crítica moral e histórica, quiso hacer una crítica de las costumbres.

“Dijo claramente: yo no quise hacer ni ontología ni filosofía del mexicano, mi libro es un libro de crítica social, política y psicológica; es un libro dentro de la tradición francesa del moralismo. Estaba convencido de que había un México enterrado pero vivo e intentó una descripción de ese mundo sepultado dentro de los mexicanos”, narró.

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Bartra definió a Paz como “una especie de arqueólogo freudiano que quiso cavar una realidad escondida y acaso dañina”, explorar el carácter del mexicano a través de la historia de México partiendo de la idea de que la historia es un conocimiento que se sitúa entre la ciencia y la poesía.

UNIÓN

En su intervención, la escritora Frabienne Bradu comentó que quienes formaron parte de los grupos “Plural” y “Vuelta” se unieron tras la muerte del poeta.

“Quizás no éramos tan unidos como se podía creer desde el exterior, pero la muerte de Octavio llegó a fijar, a un mismo tiempo, un sentimiento de arraigo y de orfandad. Muchos de sus integrantes han muerto o se han dispersado en el mundo, pero sigue animando un espíritu que veo difícil que nos arrebaten, no siempre fue cómodo pertenecer a este grupo mientras existió pues las sanciones y los anatemas a veces nos caían encima sobre todo por parte de los más envidiosos de nuestros posicionamientos en las letras nacionales”, dijo.

A sus colaboradores eso no los asustaba, añadió. “Hasta nos sentíamos orgullosos de ser repudiados por nuestras posturas. El repudio que hoy persiste se ha vuelto más violento y hasta diría peligroso” y sin repetir los términos despectivos, Bradu lamentó que esa beligerancia se asemeje “a una cacería de brujas en tiempos de la Inquisición”.

“Frente a la estulticia y la ignorancia de la mayoría de nuestros gobernantes, la falta de Octavio Paz se vuelve cada día más ostensible”, indicó.

Bradu compartió la frase que Juan García Ponce le escribió al poeta después del incendio de su departamento en Paseo de la Reforma: hay una aristocracia del espíritu Octavio, tú serás siempre el digno representante de ella y yo quiero participar, de estar cerca de ti.

“Tal vez sea esta aristocracia espiritual es la que no le perdonan y confunden con un asunto de clase social y de dinero. En todo caso, las líneas de García Ponce son una afirmación que suscribo y al igual que él me enorgullece haber estado en la cercanía de Paz”.

Al respecto, el escritor y académico Guillermo Sheridan recordó que el autor de “El ogro filantrópico” consideraba elemental y valiosa la amistad, más que el amor. Comentó que para Paz un amigo era la alegría, la lealtad, la rectitud, la claridad en el juicio, la benevolencia, la sonrisa, alguien que sabe decirle sí a la vida en los peores momentos.

Sheridan narró cómo Paz le respondía sus cartas cuando él era un joven de 24 años y el poeta un autor de 50 años. “Su vocación de conversación lo hacía tomar en serio a un aprendiz algo impertinente, él consideraba la amistad como responsabilidad intelectual. Tenía una curiosidad y paciencia con los jóvenes, disfrutaba que le discutiéramos”.

También narró que su muletilla al exponer sus ideas era “¿no le parece?”, frase que Sheridan definió como una “solicitud de autonomía intelectual”.