
Después del colapso de Teotihuacan, en el año 570 d.C., quienes llegaron a la antigua ciudad multiétnica fueron los grupos Coyotlatelco, Mazapa y Azteca (II, III y IV) de quienes la arqueóloga Linda Manzanilla Naim junto con diversos grupos de investigadores analizaron los materiales que dejaron en dos cuevas, Las Varillas y El Pirul. Algunos de estos vestigios post-teotihuacanos son: sellos para marcar la piel, cerámica, entierros y silos con amaranto.
Los resultados de dicha investigación que la también Premio Crónica inició en 1987, que excavó de 1993 a 1996 y que continuó analizando en 2023, se detallan en los dos tomos de “El inframundo de Teotihuacán”, obra recién publicada por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, misma que fue mencionada por la arqueóloga en la conferencia “La aventura de conocer Teotihuacan comenzó hace 50 años”.
En el evento organizado por El Colegio Nacional, Manzanilla Naim comentó que el incendio que marcó el colapso de Teotihuacan sucedió en 570 d.C. el cual aconteció tras la vulnerabilidad del sistema urbano, es decir, problemas entre los nobles de los barrios y los gobernantes, y una sobreexplotación de sus recursos naturales ya que eran 125 mil personas necesitando agua y requiriendo materias primas para abastecer a una de las ciudades industriales más grandes del mundo antiguo.
Cuando la arqueóloga estudió el Palacio de Xalla, se percató que antes del año 570 ya había tensiones con las élites y gobernantes.
“En el Palacio de Xalla se construyen muros de dos metros de ancho para resguardar el área donde estaban los gobernantes y sus contrapartes femeninas, son muros sin cimentación, fueron construidos de manera rápida para proteger a los gobernantes. Lo anterior pudo suceder entre los años 540 y 560 antes de que la revuelta llegara y prendiera fuego a todas las estructuras de la Calzada de los Muertos”, dijo.
Manzanilla Naim recordó que en los años 90 excavó unos túneles detrás de la Pirámide del Sol, entre éstos, la Cueva de Las Varillas y El Pirul, ambos con evidencias de ocupaciones Coyotlatelco, Mazapa y Azteca II, III y IV. Los vestigios hallados fueron sometidos a análisis por diferentes grupos de investigación, por ejemplo, se realizó un estudio de fechamiento de las áreas de actividad, se analizó la fauna y flora, se estudió la lítica tallada y la cerámica de entierros, matada y de uso doméstico.
El detalle de los resultados, comentó la arqueóloga, se encuentra en los dos volúmenes del libro “El inframundo de Teotihuacán”.
“Los Coyotlatelco son los primeros que llegaron a saquear la ciudad, en el propio Palacio de Xalla que excavé del 2000 a 2021, vimos las calas de saqueo, las fosas de saqueo y la presencia de círculos de piedra que generalmente dejan donde están viviendo por un tiempo y los muros con una traza distinta para dividir lotes”, indicó.
En cuanto a los Mazapa, éstos dejaron áreas de actividad y entierros, siendo los rituales funerarios los que le dieron nombre a la Calzada de los Muertos.
“Los entierros Mazapa se encuentran a todo lo largo de la Calzada de los Muertos, por eso se llama Calzada de los Muertos porque los muertos que se encontraron en las estructuras teotihuacanas eran fosas hechas por los grupos mazapas que vinieron al final del Epiclásico y principios del Posclásico Temprano a poner las cosas con entierros. Los aztecas le llamaron Calzada de los Muertos, no porque hubiera muertos teotihuacanos, sino que los post-teotihuacanos pusieron a los muertos de forma sedente a lo largo de esa calzada”, explicó Manzanilla Naim.
En esas cuevas, la arqueóloga encontró figurillas teotihuacanas que los nuevos habitantes llevaron hasta ahí, además del registro de un nuevo estilo cerámico, por ejemplo, representaciones de Xipe Totec (en la Cámara 5 de la cueva El Pirul) donde hay evidencias del consumo de hueso y posiblemente de carne humana durante los rituales a esa deidad.
La investigadora también halló hueso trabajado en instrumentos musicales como el omechicahuaztli, así como en agujas, punzones y perforadores posiblemente usados en cestería, cuerdas y redes.
“Una de las cosas interesantes fue la presencia de sellos. Hay varios tipos de sellos en el mundo prehispánico: los de estampa que son redondos, las tintaderas que son rectangulares y se usan para imprimir diseños sobre telas, y los sellos curvos utilizados para imprimir diseños en brazos y piernas. Los tres tipos los encontramos en los túneles de Teotihuacan”, indicó.
En la conferencia también habló sobre la presencia de fondos de silos en la Cueva de las Varillas que almacenaban huazontle y amaranto.
“Los de amaranto estaban junto a los fardos funerarios Mazapa y se dicen en los escritos de (Bernardino de) Sahagún que con amaranto se hacían máscaras funerarias para los sacrificados a Tlaloc; este amaranto estaba ahí como semillas para futuros ciclos agrícolas, esto fue un aspecto que vimos”, dijo.
Otros registros en ambas cuevas fueron los entierros de niños, adultos, bebés y perros.
“(Los perros) fueron estudiados por Raúl Valadés y Bernardo Rodríguez, algunos tenían problemas para caminar y fueron enterrados. En el mundo mesoamericano la idea de que los perros guiaban a los muertos por el inframundo surge después del colapso de Teotihuacan, no durante la época teotihuacana, son nuevos aspectos del mundo subterráneo del Epiclásico y Posclásico”, indicó.
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