Cultura

"La lingüística: ¿Otra historia?", discurso de ingreso de Luis Fernando Lara a ECN

Con motivo de una nueva conferencia en El Colegio Nacional, coordinada por Luis Fernando Lara, la institución nos comparte un fragmento de su discurso de ingreso

El Colegio Nacional

Desde el momento en que hubo pequeños grupos humanos de Homo Sapiens pudo haberse empezado a crear una lengua, dice Luis Fernando Lara.

Desde el momento en que hubo pequeños grupos humanos de Homo Sapiens pudo haberse empezado a crear una lengua, dice Luis Fernando Lara.

El lingüista Luis Fernando Lara coordinará la conferencia “Procesos cognoscitivos de la adquisición de la escritura y la lectura”, que se llevará a cabo el 28 de mayo a las 18 horas en El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico). A modo de acercamiento a su trabajo, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso, donde habla de la lingüística, que tiene por objeto de estudio el habla y la escritura.

Cartelera de El Colegio Nacional para este 28 de mayo.

Cartelera de El Colegio Nacional para este 28 de mayo.

ECN

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¿Qué es lo que nos hace lingüistas, lo que constituye a la ciencia del lenguaje, lo que crea su objeto, como lo expresaba el fundador de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure? ¿Qué distingue a la lingüística de las otras disciplinas del pensamiento y de la ciencia que toman por objeto el hablar y el escribir, y que efectivamente nos dan comprensión y conocimiento de este fenómeno característico y propio de los seres humanos, como la filosofía, la filología, la lógica, la psicología, el psicoanálisis, la neurología, la audiología y aun, contemporáneamente, la llamada "ciencia cognitiva" y la tecnología de los lenguajes artificiales?

Pues el hablar y la perplejidad que ha producido esta facultad en los seres humanos antecede por muchos siglos a la aparición de la ciencia del lenguaje como tal. La lingüística es una ciencia relativamente joven. No era lingüística propiamente hablando la exploración lógica de las partes de la oración y de la predicación en De la interpretación de Aristóteles, la enigmática relación entre las palabras y las cosas en el Cratilo de Platón, ni la gramática griega de Asclepíades de Mirlea, entre el 150 y el 50 antes de Cristo, la romana de Varrón hacia el año 26 antes de nuestra era o la Institutio Grammaticae de Prisciano hacia el siglo VI; tampoco la Ars maior de Donato o los Principia Dialecticae de San Agustín; no lo eran las Etimologías de San Isidoro de Sevilla o la discusión de los madi significandi en la gramática especulativa del siglo XIII. 

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A pesar del valor que tienen hoy para nosotros la Gramática de la lengua castellana —primera de las lenguas europeas modernas— de Antonio de Nebrija, sus vocabularios latino-español y español-latino, y la catarata de gramáticas y diccionarios de nuestras lenguas aborígenes a que dieron lugar esas obras nebrisenses, tampoco revelan una concepción del lenguaje como la que tenemos ahora. No es que podamos prescindir de esa larga lista de reflexiones y de obras dedicadas al lenguaje y a las lenguas o que las podamos desestimar. No habría lingüística verdadera sin ese pasado y sin las enseñanzas que todavía siguen ofreciéndonos, pues la mayoría toca, apunta o trata temas permanentes de la investigación lingüística; temas permanentes de la perplejidad que nos causan la facultad de hablar y la diversidad de las lenguas.

La capacidad de hablar o la facultad del lenguaje y la multitud de las lenguas del mundo han sido siempre tal motivo de asombro para los pueblos de la Tierra que han dado lugar a mitos.

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[…]

Para toda la tradición judeo-cristiana desde la Antigüedad hasta el siglo XVII esos dos relatos bíblicos: el de la lengua con que Adán nombró por primera vez las cosas, la lengua primigenia de la humanidad, la Urspracbe, y el de la confusión de las lenguas en Babel fueron, más que mitos, enigmas que había que resolver y que dieron impulso a los muchos intentos a lo largo de los siglos por encontrar la lengua primigenia y por superar la diversidad lingüística, entendida como efecto de la confusión de Babel.

Ambos mitos serían para nosotros meramente interesantes, como los de los bororo del Amazonas o de los dorzé de Etiopía; serían objetos de una etnología propia de especialistas, si no fuera porque ambos manifiestan dos cuestiones que determinaron en buena medida la historia del pensamiento acerca del lenguaje y siguen estando en el horizonte de las preguntas populares, incluso en el de algunas investigaciones de la lingüística contemporánea y en el sustrato ideológico de algunas políticas del lenguaje y de la comunicación en el mundo actual.

Pues desde la Antigüedad se ha creído que el valor central de la lengua primigenia estriba en que Adán, en ese primer momento de la humanidad, comprendió la naturaleza de las cosas y les asignó nombres correspondientes a ella; es decir, que los nombres de las cosas del mundo, en esa lengua primigenia, formaban parte de su naturaleza, o revelaban su esencia. No otra cosa es lo que discute Sócrates con sus interlocutores Hermógenes y Cratilo, mucho tiempo antes de que el Génesis hebreo se difundiera por el mundo mediterráneo. (...)

*Académico de El Colmex y miembro de El Colegio Nacional

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