
La devastación provocada por huracanes, la mezcla de lenguas que origina la esclavitud y migración forzada, la lucha por la libertad, el poder de la iglesia, la figura del extranjero y la traza de un pueblo, son algunos de los temas que aborda la escritora Hazel Robinson Abrahams (isla de San Andrés, 1935) en su novela “No give up maan! ¡No te rindas!” (2002) que llega al país gracias a la colección Vindictas de la UNAM.
“Es extraordinario que se edite la obra de Hazel porque tiene una memoria sobre una región y un tiempo que nadie los tiene en la literatura del Caribe insular colombiano, además su literatura es el registro de los movimientos sociales y es muy difícil que una editorial comercial se preocupe por difundir la literatura insular”, expresó en entrevista la prologuista Cristina Bendek.
La historia de la novela se centra en la relación prohibida entre George, un mulato, y Elizabeth, una mujer blanca recién llegada a la isla Henrietta a causa de un huracán que arrasó con las plantaciones de algodón. Mientras se desarrolla la historia de amor, inicia una lucha colectiva de los esclavos por su libertad.
“Hay una asociación entre el huracán y la posibilidad de crear algo nuevo. Me parece interesante porque no hay una mirada nostálgica sobre el pasado, entonces esto motiva a la narración y al personaje de la novela a incentivar el no rendirse”, destacó Bendek.
¿Es una novela sobre el reconocimiento de territorios?
Hazel describe el oficio de la cartografía, el oficio de registrar para dar a conocer en códigos legibles y para todas las audiencias qué es y cómo se empieza a nombrar un mundo para insertarlo entre el lenguaje. Además, ocurre una naturalización del amor y de las relaciones personales tal y como se vayan dando por nuestra propia inclinación sentimental sin importar el tema del color, el tema de la raza o el paradigma de lo que era la raza.
¿Es importante para la autora mostrar la diversidad lingüística?
Sí, cuando se habla de sociedades de la plantación uno ya sabe cuáles son las dinámicas: esclavizados buscando alternativas de vida o comprendiendo la vida en la que les ha tocado desarrollarse y están los plantadores blancos, ingleses. Ahí se va cocinando el multilingüismo con el inglés británico de la época e inserciones escocesas e irlandesas, más las lenguas que llegaron con la esclavización africana y los rastros indígenas.
En la obra de Robinson Abrahams se observa el inicio de una creolización, el idioma que hoy caracteriza a las personas del pueblo étnico de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
“El creole es el idioma que compartimos con poblaciones en el norte de Panamá, en municipios como Colón o en Bocas del Toro, y en sitios de Costa Rica como Limón”, añadió la prologuista.
LITERATURA DE LAS TRAGEDIAS
Cristina Bendek espera que con esta novela de Robinson Abrahams, en México, se reconozca el vínculo cultural que tiene con la población caribeña y sea un comienzo para la difusión de la literatura de El Caribe en el país.
“Viví en México unos años y percibí que la identificación con todo imaginario caribeño no es una natural, hay otros referentes en la cultura que son muy fuertes, por ejemplo, el tema prehispánico pesa más que el mestizaje de los criollos insulares”, señaló.
¿Hay que insistir que el Caribe no sólo es turismo y huracanes?
Tenemos varias narrativas por compartir sobre muchos problemas que son fundamentales en este momento porque es algo que estamos atravesando todos. Las ciudades de El Caribe son de los territorios más vulnerables frente al cambio climático, pero nosotros hemos sido conscientes de esa vulnerabilidad por mucho tiempo, por nada la primera novela de Hazel empieza precisamente con la descripción de un huracán.
Los huracanes son la posibilidad de pensar en algo nuevo y me da curiosidad lo que lo que pudiera pasar cuando efectivamente uno de estos fenómenos, que son naturales, lleguen a lugares donde no sucedían porque a nivel global estamos desarrollando las narrativas de las tragedias y creo que en El Caribe hay mucho ya escrito.
Por último, Bendek resaltó la visión de la autora colombiana por hablar de las movilizaciones sociales que generan estos fenómenos. “En su obra y en otras literaturas aparece la demanda de la reconstrucción de las islas ante la devastación de los huracanes, porque siempre nos preguntamos: ahora qué va a pasar con la isla, San Andrés, de 27 kilómetros cuadrados”.
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