
Oswaldo Vigas (Venezuela 1923- 2014) es revisado por Carlos Palacios junto a 27 artistas contemporáneos cuya obra es acervo del MAM y otras colecciones públicas y privadas.
Palacios intercala a Vigas junto Wifredo Lam (1902-82) y Rufino Tamayo (1899-1991) además de Pierre Alechinsky (1927-), Antonio Saura (1930-98), Joaquín Torres García (1874-1949), Francisco Matto (1911-95), Carlos Mérida (1891-1984), Pedro Coronel (1921-85), Elsa Gramcko (1925-94), Lilia Carrillo (1930-74), Roberto Matta (1911-2002), etc.; y arte de la cultura Maya, Inca y culturas africanas como la Baulé, Dan-Ngere, Dan-Poro o Marká; figuras de la Serie arqueológica Valencioide de Venezuela o de las Venus Tacarigua (1000 al 1500 dc), Exvotos tallados, diseños corporales de la mujeres Wayuu fotografiadas por Thea Segall (1929-2009), los Diablos Danzantes de de Yare y el sincretismo en la deidad María Lionza abordado por el escultor Alejandro Colina y el indigenista Gilberto Antolínez, así como ecos de la santería y brujería afrovenezolana. Es relevante que en los óleos Bruja Infante, 1951 o Bruja Violeta, 1971, Vigas asimila a Jean Dubuffet (1901-85) y a Paul Klee (1879-1940).
A partir de asumir su arte como mestizo, Vigas debatió la tensión entre arte moderno occidental y arte con raíces locales; se opuso al Constructivismo y Cinetismo dominantes en su país al realizar una obra híbrida donde fusionó el arte abstracto geométrico del siglo XX y la gestualidad, color y materia del Expresionismo Abstracto, pero refiriendo temáticas africanas, amerindias, así como prehispánicas y aborígenes venezolanas.
Aun cuando Vigas superó el universalismo de Tamayo o a las refinadas estilizaciones sincréticas de Lam, no logró innovaciones estético-formales o unión filosófica y espiritual entre culturas; sin embargo, Vigas fue un artista sumamente serio y un magnífico pintor cuyo imprescindible ejemplo necesita estudiarse en América Latina y revisarse y difundirse con las nuevas generaciones.
@artgenetic
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .