
A unas cuadras del metro Hospital General, en la colonia Doctores de la Ciudad de México, se encuentra de pie la sede del Taller de Gráfica Popular (TGP), inmueble que hace más de dos décadas entregó Cuauhtémoc Cárdenas a los artistas que durante 60 años estuvieron peregrinando con sus máquinas y un archivo que resguarda obras de Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Ángel Bracho y Adolfo Mexiac, por mencionar algunos.
Sin que tengan apoyos de alguna institución ni de autoridades culturales, este taller subsiste como lo ha sido toda su historia que recientemente el escritor Humberto Musacchio narra en el libro “El Taller de Gráfica Popular”, reeditado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).
El autor explica que, en su origen, en 1937, el TGP ocupó el mismo espacio que la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en Donceles 70, después se trasladó a la calle Cuauhtemotzín y ahí empezó su peregrinar: los artistas alquilaron tres cuartos viejos de una vecindad en la calle de Belisario Domínguez número 69 donde permanecieron hasta 1943.
Se mudaron a la calle de República de Nicaragua, al año se instalaron en Regina y después partieron a la avenida Quintana Roo para tener otras múltiples breves estancias en las calles de Nezahualcóyotl, Doctor Carmona y Valle, Colima, Presidentes y Serafín Olarte.
“Anduvieron de un lado para otro porque les pedían el local, no pudieron pagar la renta de Nezahualcóyotl número 9, se cambiaron a una casona en la colonia Portales, luego se pasaron a otra por ahí, después estuvieron en Vértiz en la colonia de los Doctores, pero no duraban porque no estaba funcionando la parte financiera y me imagino que era muy complicado alojar una institución con tintas y demás máquinas”, señala Musacchio.
El TGP fue peregrino durante mucho tiempo hasta que plantearon una petición a Cuauhtémoc Cárdenas, entonces jefe de gobierno, agrega el autor.
“Le solicitaron un local y Cuauhtémoc les dio el que tienen todavía, ahí en la colonia de los Doctores, estaba medio en ruinas y así sigue, pero tiene suficiente espacio para todas sus actividades, aunque me preocupa el archivo, espero que no se haya perdido porque sería una pérdida tremenda para la historia del arte mexicano”, comenta.
En 1998, Cuauhtémoc Cárdenas entregó al TGP, que en ese momento encabezaba Jesús Álvarez Amaya, una casa ubicada en Doctor Manuel Villada número 46 de la colonia Doctores, en la alcaldía Cuauhtémoc; la cual fue inaugurada de manera oficial hasta el 2000 con la presencia de algunos grabadores como Ángel Bracho, Alfredo Mereles, Roberto Lazos, Reynaldo Olivares y Luis Garzón.
AMISTAD.
“Conocí el Taller de Gráfica Popular a finales de los años 60 porque en ese tiempo estaba Jesús Álvarez Amaya al frente, tenía meses de haber asumido la dirección y organizaba varias actividades, entre otras, conferencias y me tocó ver ahí a Efraín Huerta dando pláticas, lecturas de poesía; para mí era todo un acontecimiento”, recuerda Musacchio.
La obra editada por el FCE además de cuatro capítulos incluye cerca de 130 imágenes de las obras y carteles hechas por el TGP que el autor consultó directamente del archivo.
“Álvarez Amaya era un buen artista y nos hicimos amigos. En el mural de Diego Rivera que está en el Teatro de los Insurgentes, hay un rostro de Hidalgo, y me platicaba Álvarez Amaya que Diego estaba muy cansado y les dijo: a ver quién quiere hacer una cabeza de Hidalgo; entonces él la hizo”, narra.
En palabras del autor, el TGP casi desapareció en los años 50 cuando la directiva estuvo a cargo de mujeres.
“Parece que el machismo era su principal opositor, después el taller entró en un periodo de inactividad, no se vendía obra. Llegó Jesús Álvarez Amaya y el único que tenía llaves del taller era Ángel Bracho, quien se le prestó para barrer y colocar los vidrios que faltaban, estaban en ese tiempo en la calle de Nezahualcóyotl, a un costado del desaparecido Viana de Eje Central”, señala.
Musacchio indica que su amigo empezó a revivir al TGP. “Me dejó ver el archivo de originales, casi todo eran linóleos, fue lo más usual porque era un material muy barato y fácil de trabajar en madera y metal”.
NACIMIENTO Y ACEPTACIÓN
En el libro, el autor explica que el TGP nació en 1937, cuando la Liga de Escritores de Artista Revolucionarios (LEAR) estaba en su apogeo.
“La LEAR tenía mucha necesidad de estar produciendo propaganda, la liga surgió como un organismo de propaganda de izquierda y enemiga jurada de los nazis, del racismo, y el Taller siempre apoyó las causas de izquierda. Los grabadores en general era gente pobre, algunos ya con el tiempo llegaron a recibir buen dinero, pero nunca mucho”, señala.
Musacchio comenta que Lázaro Cárdenas convocó un congreso del Partido Nacional Revolucionario donde tuvieron cabida grupos de artistas quienes, a su vez formaron una organización dentro del partido y eso acabó con la LEAR.
“Desaparece la LEAR pero no desaparece el TGP, aunque tuvo momentos terribles. En los años 40 y 50 tuvo sus mejores momentos ya que se editaron algunos álbumes de grabado para que ganaran dinero…”; Hannes Meyer, uno de sus directores formó una empresa para comercializar sus grabados: La Estampa Mexicana, además editó el Catálogo TGP México”, indica.
Ese catálogo es una lista de los miembros del TGP y de los artistas huéspedes, nómina en la que aparece nombres David Alfaro Siqueiros, Gabriel Fernández Ledesma, Carlos Mérida, Roberto Montenegro, Koloman Sokol y Jean Charlot.
Un dato que el autor relata en su libro es que en Estados Unidos, la obra del TGP fue bien recibida, en comparación con Rusia.
“En Estados Unidos se crearon varios talleres de grabado inspirados en el TGP por supuesto, el Taller estaba en contacto con ellos, mandaban grabadores a México y el Taller también mandaba a gente”, platica.
Pero para los soviéticos era inaceptable el trabajo del TGP, “consideraban que no representaban a los obreros con la grandeza que se requería, argumentaban que los artistas mexicanos los ponían como gente pobre y no lo eran”.
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .