Cultura

Rosa Montero: “La literatura salva la vida a quienes escriben y a quienes leen”

“Leer es más íntimo que hacer el amor con alguien porque te metes en la mente y en el corazón de la autora, añade

entrevista

Rosa Montero en la FIL de Guadalajara.

Rosa Montero en la FIL de Guadalajara.

El País

“La obra de un artista es su vida, es un camino largo y complicado donde lo difícil no es escribir un libro, lo difícil es escribir otro libro más, otro libro más y otro libro más, de seguir en la brecha intentando expresar tus demonios interiores”, afirma en entrevista Rosa Montero (Madrid, 1951) quien comparte la biografía de dos mujeres a quienes sus libros les cambió la vida: Carmen Laforet (1921-2004) y Janet Frame (1924-2004).

En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la autora española narra que Carmen Laforet publicó a los 23 años su primera novela “prodigiosa”: Nada, sin embargo, el machismo franquista, un mal matrimonio, la represión de sus deseos homosexuales y una enfermedad neurológica hicieron que dejara de escribir.

“A los 60 años había perdido la grafía, ya no podía escribir a mano y estuvo muchos años sin poder hablar, así que fue un caso trágico que como en todas las tragedias se unieron muchas circunstancias, uno no se va al infierno por una causa, siempre son muchas causas”, externa.

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En su libro “El peligro de estar cuerda” (Seix Barral) comenta que cuando a Laforet le contaron que había sido propuesta para el Premio Príncipe de Asturias, recuperó el habla pronunciando dos palabras: “¿a mí?”.

Otro ejemplo que da Montero es el Janet Frame, quien fue diagnosticada erróneamente esquizofrénica y a sus 22 años la ingresaron a la fuerza a un hospital psiquiátrico donde le aplicaron más de 200 electrochoques.

“En esa época, en los años 50 del siglo pasado, los electrochoques eran terribles, eran un instrumento de tortura medieval porque tenían un voltaje altísimo, no se daban anestésicos, no se daban relajantes musculares, la gente con convulsiones se llegaba a romper las vértebras. Y Janet estaba programada para quitarle una parte del cerebro, le iban a hacer una lobotomía”, indica.

Sin embargo, añade, un día llegó el médico al pabellón donde estaba encerrada y le dijo: ¿eres ésta? “Le mostró que en el periódico decía que era ganadora de un premio (Hubert Church) por su primer libro de cuentos, La laguna, que había publicado antes de ser internada. Entonces el doctor no le hizo la lobotomía y así la literatura le salvó la vida”.

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De manera simbólica, Montero utiliza esas dos anécdotas para decir que la literatura salva la vida a quienes escriben y a quienes leen. “Antes que escritora soy una lectora y el arte nos salva la vida a quienes lo ejecutamos y a quienes lo disfrutamos”.

La autora expresa que leer es un viaje al otro porque es vivir dentro de los personajes. “Leer es más íntimo que hacer el amor con alguien porque te metes en la mente y en el corazón de la autora”.

¿La literatura fomenta una cierta obsesión hacia el otro?

Hay una escuela radical que dice que las obras son independientes del autor y hay otra escuela que dice que todo es contexto y hay que leerlas. Estoy en la mitad, la obra tiene una vida en sí misma pero luego conoces el autor y el entendimiento de la obra se enriquece.

“No voy a renegar de la obra porque el autor sea un horror. Si Caravaggio era un asesino, sus pinturas siguen siendo maravillosas”, responde.

Además, añade Montero, esa obsesión de querer saber del otro es un rasgo de la especie.

“Estamos programados para el chisme, es una de las armas de la evolución porque cuanto más sepamos de los que tenemos alrededor, más posibilidades tenemos para accionar con ellos y sobrevivir. Aunque hoy los programas repugnantes de televisión se basan en eso, en una estructura antiquísima de supervivencia de la especie que ellos han convertido en algo inútil”, indica.

¿Qué opinas de que un buen escritor es aquel que sufrió en su infancia?

Para llegar a hacer una obra y ser creativo, aunque hagas una porquería de obra porque la calidad de la obra no tiene nada que ver, se necesitan un montón de circunstancias coincidentes, entre ellas, un trauma infantil.

No todos los que viven un trauma infantil llegan a la obra y todo mundo piensa en cosas terroríficas como la guerra y la muerte que pueden serlo, pero también el hecho de que tus padres se cambien de ciudad y dejes a tus amigos para llegar a un barrio donde te tratan mal… con eso tienes suficiente trauma infantil para escribir siete Quijotes.

¿Y sobre el escritor bohemio que se emborracha o escribe en cafés?

El artista maldito que para escribir hay que sufrir, es una mierda, es un tópico y una mentira. Es verdad que la obra nace del dolor de perder, pero hasta la persona más feliz del mundo ya tiene sufrimiento para escribir media biblioteca por el hecho de la muerte propia o de los seres queridos.