Cultura

Steven Isserlis: En las piezas de Ernest Bosch escucha que hay un sufrimiento por toda  la humanidad

El violonchelista se presentó junto a la pianista Connie Shih en el LiberFestival con un repertorio poco común.

liberfestival

El violonchelista británico Steven Isserlis realiza su primera visita a México.

El violonchelista británico Steven Isserlis realiza su primera visita a México.

Jair Ramírez

“Tocar las piezas “De la vida judía” de Ernest Bloch, en las que se escucha que hay un sufrimiento -por toda la humanidad- me parece muy apropiado para el momento actual”, explicó el violonchelista británico Steven Isserlis, en conversación previa a su primera presentación en México, junto a la destacada pianista canadiense Connie Shih.

El programa ofrecido el pasado 17 de abril en el Auditorio Mateo Herrera del Fórum Cultural Guanajuato, poco común en las salas musicales de nuestro país, enmarcó la inauguración del LiberFestival 2024:

Ferruccio Busoni (Kultaselle. Variaciones sobre una canción folklórica finlandesa, BV 237); Gabriel Fauré (Élégie, para violonchelo y piano, op. 24); Franz Schubert (Sonata en la menor para arpeggione e pianoforte, “Arpeggione”, D. 821); Ernest Bloch (De la vida judía, para violonchelo y piano, B. 54); y Francis Poulenc (Sonata para violonchelo y piano, FP 143) formaron la selección, aunque Steven Isserlis no reconoce una componente política al integrar este programa musical.

“Buscaba piezas que no habíamos tocado en San Francisco -originalmente- y así pensé en la cantidad de aniversarios que hay este año en el mundo de la música de cámara”, detalló.

En ese sentido, le pareció importante comentar que este año se cumplen aniversarios de Gabriel Fauré, quien es uno de sus compositores favoritos e intenta incluirlo en casi todas sus programaciones.

Las piezas de Schubert se escribieron en 1824 y en 1924 las de Bloch –“que amo tocar”- mientras que la de Poulenc cumple 75 años.

“De haber sabido que íbamos a tocarlo en nuestro primer concierto en México, antes de hacer el programa, hubiera incluido a Brahms o Beethoven, pero estoy contento excepto con que tiene dos de las piezas más difíciles para violoncello”, agregó el violonchelista en tono bromeador.

PRIMERA VEZ EN MÉXICO.

Antes de venir, a Steven Isserlis y a Connie Shih les dijeron que los mexicanos somos muy agradables y cálidos. A pesar de algunos desperfectos previos al concierto, en particular respecto a la afinación del piano, los músicos aseguraron sentirse emocionados. La pianista Connie Shih apuntó que “no será la última vez” que venga a México.

“El único problema es que parece que alguien puso el piano en una lavadora. Connie tiene el más bello y delicado sonido en un enorme piano, así que esto será una nueva experiencia”, comentó Steven Isserlis.

“Connie nunca se queja, yo siempre me quejo. Good cop-bad cop”, agregó

Connie Shih expresó que llegaron una noche antes -y se fueron a la madrugada después del concierto- por lo que no ha tenido mucha experiencia en México, sin embargo, “mi hermana vino hace como 20 años y me dijo lo maravilloso que es México y la gente, la comida”, compartió.

“Han sido maravillosos con nosotros. De hecho, había un piano más grande, pero desafortunadamente el técnico no pudo arreglar el pedal a tiempo, aunque estoy contenta con este piano también, no debería ser un problema”.

EL CONCIERTO.

La variedad rítmica y de ánimos que atravesó el programa mantuvo bajo el índice de somnolencias en el Auditorio. El público se esforzó lo suficiente para no aplaudir o shushear levemente a quienes lo hacían en donde no debían y por suerte no sonó ningún teléfono celular.

En manos de Steven Isserlis, el Stradivarius Marquis de Corbeon (Nelsova) de 1726, prestado por la Royal Academy of Music de Londres pudo ser una telaraña tejida con maestría, emitiendo sonidos de llanto o de bailongo bajo los rápidos dedos del músico, que lograron cruzarse infinitamente, sin hacerse nudo -impresionante- sobre las cuerdas hechas de tripas -sin metáforas.

La pianista logró hacer del instrumento que le prestaron - en un principio considerado inadecuado por su compañero de escenario– un verdadero personaje en la escena. Al ritmo de la música, Connie Shih hizo volar sus cabellos como metalero.

Los músicos entraron y salieron entre cada pieza, acompañados por un aplicadísimo cambiador de páginas cuyo nombre no se menciona en ningún programa y externaron una gran energía escénica.

Al terminar el concierto, tras las peticiones de “otra”, los músicos añadieron “Sicilienne” de Fauré al repertorio y así se despidieron. No tocaron más de un “pilón” pues traían prisa para irse a dormir y estar listos a las 6 am, cuando saldrían a Monterrey a ofrecer un segundo concierto, “A Classical Odyssey”.