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¿Se acabó la magia de Bill Belichick?

En los tiempos recientes la gente se preguntaba sin Bill Belichick podría ser considerado el mejor head coach de la historia del futbol americano, después de todo, los méritos ahí estaban a la vista: seis títulos con los Patriotas en ocho apariciones en Super Bowl y más de 20 años dirigiendo a un equipo dominante que de hecho fue una dinastía.

Bill Belichick

Bill Belichick

Para algunos no cabe la menor duda, para otros, me incluyo, es un gran entrenador, pero lejos de ser considerado una leyenda como los hombres que forjaron este deporte y dejaron una huella de innovación como los Paul Brown, Vince Lombardi, Tom Landry, Don Shula, Bill Walsh.

Y es que una cosa puede ser ostentar el título como el coach con más títulos en su haber, y otra muy diferente el dejar una escuela; y es precisamente en esta segunda categoría que Belichick queda a deber.

Tal reflexión me surge tras ver el rostro de este coach la tarde del domingo en la banca de los Patriotas, desencajado, con muchas preguntas reflejadas en sus gestos y arrugas, con una mirada que reclama el ayer de triunfos en un presente que es todo lo contrario: la cotidianidad de una franquicia que simplemente participa en otra temporada más sin mayor alcance que completar su calendario de 17 juegos de temporada regular.

¿Qué sucedió?

Y si, la cuestión es ¿dónde o cuándo Belichick perdió la magia que por dos décadas le permitió reclamar el cetro como el mejor entrenador de la historia?

Cuando llegó la separación con Tom Brady, mucho se dijo que sólo hasta entonces nos daríamos cuenta de quién era más grande, el coach o el jugador. Cada uno lo demostró a su modo y obvio era más vistosa la parte protagonista del jugador que del coach, después de todo Brady volvió a ser campeón con el equipo de Tampa Bay, mientras que Belichick trató de mantener un grupo competitivo en Nueva Inglaterra que poco duró.

Ahora, con un Belichick que parece en decadencia, no es momento de apuntar y sólo culparlo o tacharlo a él como el único responsable de perder la imagen del ganador, sino de analizar y llegar a la conclusión de que si en su momento fue esta enorme esfinge de excelencia se debió a su labor como el organizador y cabeza de un grupo de gente y talento que se complementaba a la perfección, de esos grupos que sólo se dan cada determinada época en la NFL o en los deportes en general, aunque centrémonos sólo en esta Liga.

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Belichick, el llamado “Monje”, perdió su magia no sólo por carecer de un quarterback fuera de serie como Brady, sino quizá más importante aún, de otro cerebro que complementaba su labor en el staff de coacheo, nos referimos a la parte ofensiva, al coordinador Josh McDaniels, quien durante esas mismas dos décadas de dominio de los Patriotas fue el arquitecto del ataque; pues no olvidemos que Belichick es un entrenador de total extracción defensiva, y la parte de ataque siempre estuvo encomendada a McDaniels.

Ya vivió esos momentos

No debemos olvidar esa ocasión en que jugaron toda la temporada del 2008 sin Brady por una lesión en la rodilla que lo apartó toda la campaña, y que sin embargo fue muy bien rescatada con un pasador desconocido llamado Matt Cassel (no llegaron a playoffs pero terminaron con récord ganador de 11-5) o aquella otra en que por la suspensión de cuatro juegos de Brady debieron mantener a flote el barco con dos desconocidos y muy inexpertos mariscales como Jimmy Garoppolo y Jacoby Brissett. En ambas circunstancias el equipo se mantuvo.

Sin embargo, ¿qué ha pasado esta vez, con un Mac Jones que parece involucionar cada vez más como mariscal de campo y un ataque obsoleto que no propone nada para vislumbrar un mejor futuro ni a corto, ni mediano y menos a largo plazo?

La respuesta parece sencilla: Belichick dejó de rodearse de la gente talentosa que cubría sus puntos oscuros o débiles. Desde hace un par de años McDaniels se fue a dirigir a Las Vegas, y aunque la llegada de Mac Jones parecía prometedora por su madurez como pasador formado en Alabama bajo el mando de Nick Saban, no hubo quien fuera su real mentor al ataque ya en la NFL. Belichick jamás lo iba a ser, lo suyo no es la ofensiva, lo suyo es al otro lado del balón, la defensiva.

No obstante, para este 2023 llegó un viejo conocido a dirigir el ataque, el coach Bill Obrien, quien después de dirigir algunas temporadas a los Texanos con resultados medianos, pero con algunas decisiones muy cuestionables al final, que de hecho le costaron el trabajo, regresó a la cuna que en algún momento le vio crecer: a Nueva Inglaterra.

Su labor ha sido poco productiva y lo único que ha logrado es la debacle de una ofensiva que parece no tener ninguna dirección y la caída de un chico (Mac Jones) que parecía ser la solución a la sequía tras la salida de Brady.

Hoy los Patriotas sólo son un buen recuerdo de viejas épocas de gloria, épocas a las que no bastara el carácter y mano firme de Belichick para regresar, sino la necesidad de encontrar esas otras piezas que permitan reordenar esa otra parte que no domina Belichick: el ataque.

De hecho, quizá no bastará con reemplazar a Jones con la llegada de otro mariscal de campo super talentoso ya sea vía Draft o mediante la agencia libre. Eso de nada servirá si Belichik no es capaz de encontrar quien piense al ataque, porque él no lo hará.

Los verdaderos maestros

Y es ahí en donde radica el porque no podemos llamarlo el mejor entrenador de la historia, porque de los citados al inicio de este texto, cada uno de ellos dejó una huella imborrable con innovaciones y se las arregló para mantener a flote a su equipo.

Paul Brown y su juego aéreo revolucionario con Cleveland y Cincinnati que fue inspiración para abrir las ofensivas hacia el pase; Lombardi y sus sólidos fundamentos que dominaron la Liga por años con Green Bay; Landry con innumerables innovaciones como la “defensiva flex”, la “formación escopeta” y el pulido manejo de la “ofensiva de los dos minutos”. De hecho, Landry no sólo se valió de la dupla que formaba con Roger Staubach para hacer de Dallas un equipo de época, sino que tras el retiro del llamado “Capitán América”, aún se las arregló para seguir ganando con Danny White.

De Shula con sus Delfines que se mantuvo a la vanguardia con diferentes mariscales de campo y legando al Super Bowl con todos ellos, desde Bob Griese hasta Dan Marino, sin olvidar que lo hizo también con un muy medianito pasador como David Woodley. Shula es el coach más ganador de la historia con 328 victorias.

Bill Walsh, el genio ofensivo del pase corto y dominio de balón por aire que dejó quizá la más grande escuela de estrategia en la NFL. Su paso por San Francisco y su contribución son invaluables. Como los grandes no olvidemos que no sólo supo ganar con Joe Montana, también desarrolló a Steve Young, dos pasadores de Salón de la Fama.

Y ya que hablamos de coaches que lograron segur ganando a pesar de perder a su dupla de mariscal de campo, quizá el más destacado sea Joe Gibbs, de Washington, quien ganó tres de cuatro Super Bowls con tres diferentes quarterbacks: Joe Theismann, el más talentoso; Mark Rypien un tipo cumplidor, y un cartucho quemado como Doug Williams. Nadie ha logrado eso.

Otro que supo ganar con diferentes mariscales e incluso alcanzó Super Bowls fue Mike Holmgreen, quien formó a Brett Favre en Green Bay y con quien ganó uno de dos capeonatos, y posteriormente llegó a otro Super Bowl con Seattle teniendo a un pasador de mediana calidad como Matt Hasselbeck.

Esas pruebas y no otras, bastan para señalar que Belichick es un gran coach, de entre los mejores de la historia, pero no el mejor como lo han querido vender.

Sólo las decisiones futuras a corto plazo, que devuelvan a los Patriotas al protagonismo, podrán defender a Belichick para que demuestre que no su sello no sólo fue con un gran pasador como Brady y un eficiente coordinador ofensivo como McDaniels, sino que él solo fue capaz de rearmar a una franquicia que hizo grande.