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¡Vaqueros bajo fuego¡, y no pasa nada

Díganle como gusten, la silla caliente o la guillotina, lo cierto es que la sensación de ambos tormentos vuela sigilosamente sobre la humanidad de algunos entrenadores desde ya con apenas seis semanas disputadas en la NFL.

La semana anterior la estrenó Robert Saleh al salir de los Jets por la puerta más trasera que tiene la organización de los Jets de Nueva York, y ahora tal situación parece que se repetirá quizá cruzando media campaña.

Y aquí es donde la pregunta que todo el mundo se hace se escucha con una potencia descomunal de lógica y razón: ¿Hasta cuándo aguantará Jerry Jones, el dueño de los Vaqueros, para despedir al coach Mike McCarthy?

La situación en Dallas es apremiante y peligrosa con tres palizas en casa. Hay que destacar que no sólo fueron simples derrotas, fueron verdaderas humillaciones a una directiva y organización que llevan diciendo año con año en épocas recientes, que por fin están en su momento de llegar al Super Bowl; y tristemente para el equipo y sus seguidores, esa promesa es cada vez más mentira que verdad cuando vemos como se desploma el sueño de Jones.

En 2024 ha sido más que notorio que algo está mal en el seno de los Vaqueros, principalmente su defensiva, que hasta la temporada anterior era una fortaleza del equipo. Hoy no detiene a nadie, y lo peor de todo es que ha sido evidenciada en su propia casa.

Las vapuleadas que le han propinado Baltimore, Nueva Orleans y Detroit han puesto de manifiesto que los Vaqueros no van en la dirección correcta con McCarthy al mando del equipo, lo peor es que ni Jones ni su hijo Stephen parecen toman la decisión de cambiar el rumbo.

Pareciera que no se percatan o tratan de ignorar que sus tres victorias han sido sobre equipos con ofensivas muy malas como Cleveland, NY Gigantes y Pittsburgh, todos estos con ataques chatos que no representaron ninguna prueba de peligro para la ahora débil defensiva de los Vaqueros.

UNA RAZÓN DEL DESPLOME

Quizá los Jones ignoraron que se enfrentarían a ese problema cuando dejaron ir a Dan Quinn, su coordinador defensivo (muy bueno por cierto) a Washington para convertirse en el coach de los Comandantes. Los Jones no se preocuparon por traer a otro coordinador brillante para suplirlo, y ahí están los resultados, después de todo son los mismos jugadores, con lo que se puede señalar que el problema viene de raíz, de quien dirige.

Siendo sinceros, los Vaqueros no irán a ninguna parte de los destinos prometidos por sus altos mandos, entiéndase Juego de Campeonato de la Conferencia Nacional y Super Bowl, si acaso un lugar en los playoff.

Hace unas semanas, un conocido y polémico analista estadounidense fue tajante y conciso al decir que esta temporada será un nuevo fracaso para Dallas, y que Jones debe dejar su soberbia a una lado y llamar de una vez por todas a Bill Belichick, un entrenador con la imagen y la jerarquía suficiente para inspirar respeto a unos jugadores que lucen decepcionados y hasta desenfocados de las metas que según se plantearon. Bastó ver sus rostros apenas iniciando el tercer cuarto del encuentro contras los Leones, cuando el juego estaba más que decidido.

No especulamos, pero podemos cuestionarnos si esos mismos jugadores aún creen en el proyecto de su entrenador en jefe, quizá ya no.

Difícilmente Jerry Jones despide a un entrenador a media temporada, de hecho creo que nunca lo ha hecho, pero después de esas patéticas derrotas a domicilio y con un Jones desde su lujoso palco siendo el hazme reír por no tomar una decisión en el asunto, creo que si podemos vislumbrar que el coach McCarthy está más que consciente de que su tiempo se ha acabado al frente de los Vaqueros, que quizá lo dejarán terminar la temporada, pero que esa guillotina de la que hablamos al inicio está más que lista para cortarle la cabeza

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