
Miércoles, 8:00 pm en la colonia Roma de la Ciudad de México. El pavimento estaba húmedo y el nerviosismo era evidente. Con atuendos casuales, maquillaje recién retocado y un aire de sospecha, además de una que otra ceja levantada de incredulidad, un grupo de amigos y yo acudimos al 137 de Av. Oaxaca para divertirnos bajo la clandestinidad de una promesa: Hoy veremos a Juan Gabriel.
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Si bien el día era atípico para “una salida en el mundo adulto”, este evento nos consintió las ganas de “celebrar el simple placer de ser y estar” para pasarla bien entre semana. El valet parking nos abrió las puertas del coche. era el momento clave para comprobar si los rumores eran ciertos: el show de Juan Gabriel estaba agotado.
“¿Cómo...?, pero si murió hace años...“, le decía a la amiga que nos invitó a vivir la experiencia, y quien además, en tono soberbio con un toque de arrogancia, me respondió: “pues no, está más vivo que nunca. Juan Gabriel da show en El Sirenito y la vas a pasar increíble”.
Al llegar, un guardia de seguridad nos señalo el asenso por un pasillo a media luz. Las escaleras de madera crujiente no revelaban realmente nada, hasta que poco a poco la música iba en aumento. Una joven con estilo punk -muy bueno por cierto-, nos recibió y cobró un cover justo para la serie de artistas que disfrutaríamos esa noche.

Rosa pastel sonaba de fondo, emulado en el profesional lip sync de una chica entaconada, acinturada y de una altura inmensa. Una drag queen empoderada, divertida y “muy perrita” -como dicen el gremio- nos recibiría. Su talento dejó claro que versatilidad y sorpresa habría de sobra. Ella era la directora de la orquesta de esa noche y, además, la encargada de encaminar cada presentación interacción con la que se engalanó esa noche.
“Ana Torroja”, “Beyoncé”, “Lupita D’alessio”, “Carol G” y mucha lentejuela, la pelucona bien peinada y los grandes trucos. Un baño de glitter y fantasía que hicieron que muchos soltáramos la garganta y el cuerpo.
Tragos coloridos, celulares grabando y todos cantando. El ambiente estaba puesto, dispuesto. Fue entonces que el elemento estelar fue anunciado.

El publico ansioso aplaudió y gritó al divisar la silueta, él ya estaba ahí. Brillaba, bailaba y sonaba como El Divo. Juan Gabriel salió al escenario, sin copa, pero empuñando el micrófono que a muchos nos hacía dudar de su presencia.
“Óscar Robles” -me dijo alguien-. “Él, no es cualquier imitador, este no es un show más. ¿Sabías que JuanGa vio sus presentaciones y le encantaban?”.
Atónita, emocionada y muy sorprendida no solo con el parecido físico, sino el vocal, no pude hacer más que disfrutar. El Divo -el primero- estaba ahí representado con mucho honor y mucho talento porque, bueno... imitadores muchos, pero encarnar la personalidad más alla del cuerpo, está lejos de parodiar, es vivirlo desde el núcleo.
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Bolas disco, humo blanco, mesas llena de tragos, cumpleañeros y el mero gusto de vivir, reunieron a un grupo de gente que, Oscar, camuflado en El Divo de juarez, levantó y puso a bailar sin esfuerzo alguno al público. Su naturalidad talento y presencia logró empatar con el deleite de la noche, tanto que el correr del tiempo nunca se sintió.
Primer nivel. Hablamos de un show que nos dejó a todos con un “woow” en la expresión. Luego de aquel huracán de diversión, ya sentados en la mesa, solo pudimos vernos y comprobar que en efecto: Juan Gabriel estaba vivo, vivió en ese baile, en la risa de cada uno, en los momentos donde sin importar si lo conocias o no, bailaste en fila con el grupito de junto.
¡Qué antojo! No pude dejar pasar la oportunidad y pedí hablar con él antes de que se fuera. Tras algunas felicitaciones y fanearlo un poco, le pregunté si hacía eventos privados -mi cumpleaños está en puerta y sería increíble tenerlo-. “¡Pero claro que sí!, apunta mi número y llámame para cotizar y agendarte”. “Dios los hace y ellos se juntan” fue en lo único que pude pensar.

La noche envejecía, el baile empezaba a cobrar factura y el lugar empezaba a sentirse vacío. Salimos de ahí con amigos nuevos, escuchando comentarios igual de positivos que los nuestros y con la única crítica -o petición- de “¡fue increíble! hubiera cantado más tiempo...”.
Está noche me dejó tres lecciones importantes:
1. Nunca dudes de tus amigos.
2. Disfruta celebra la compañía de quienes amas sin importar el día.
3. Juan Gabriel esta vivo.