
“Las canciones te tienen que servir para ya no ser el mismo. Es obra o no es obra”. – Adrián Dárgelos
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Hablar de Babasónicos es hablar de la propuesta de un espacio abierto que se convirtió en jardín. "Los Baba" son una banda que desde sus primeros acordes decidió incomodar, cruzar fronteras y volverse espejo deformado de la incongruencia y los golpes de pecho de la sociedad.
Y sí, definitivamente lo hicieron con una elegancia extraña: construyendo belleza desde la incorrección con hits radiales desde lo indebido. Sensual poesía desde lo obsceno.
Desde 1991, cuando aparecieron en la escena del “Nuevo Rock Argentino”, hasta su reciente presentación en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México en agosto de 2025, su historia no ha sido la de “una banda más”, sino la de un grupo que se propuso desestabilizar el orden musical y terminó creando su propio universo.
Un relámpago en los cielos turbios de los noventa
Pongamos la mente en Lanús, provincia de Buenos Aires, a principios de los noventa. En medio de un país que buscaba sacudirse los restos de la dictadura, bailando y cantando protestas en medio de la incertidumbre. Fue entonces donde un grupo de jóvenes encontró en el rock un arma y una vía de escape.
Adrián Hugo Rodríguez, mejor conocido dentro del glam y la fama como “Adrián Dárgelos”, Diego “Uma-T” Tuñón, Diego “Uma” Castellano, Mariano Roger, Gabriel “Gabo” Manelli y Diego “Panza” Castellano fueron los fundadores de esta extraña criatura llamada, con base en una mescolanza creativa: Babasónicos.
El peculiar nombre venía de un cruce entre Sathya Sai Baba, un gurú espiritual indio, y los Supersónicos, caricatura futurista de Hanna-Barbera. Desde ahí estaba claro: lo suyo sería una mezcla imposible entre lo místico y lo pop futurista.
Tras su salida a la luz, lo primero que impactó de forma social fue la estética: en un ambiente de rock barrial dominado por Los Redondos o Los Ratones Paranoicos, Babasónicos aparecía con maquillajes, flecos y otras referencias a la cultura psicodélica; además de un contenido marcado por letras esotéricas, deshinividas y múltiples sonidos que iban del metal al hip hop. Eran los niños “raros” o “fresas” del barrio.
Su primer disco, Pasto (1992), fue casi un manifiesto. Temas como “D-Generación” o “Sobre la Hierba” parecían decirle al mundo que no había reglas. En plena crisis de identidad argentina, ellos proponían un rock lleno de contradicciones, experimental y provocador.
La evolución discográfica: cada álbum, una mutación
Lo fascinante de Babasónicos es que nunca se quedaron quietos. Cada álbum resultó ser una piel distinta, un disfraz que revela más de lo que oculta. Hablemos de algunos de ellos:
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Trance Zomba (1994)
Siendo su segundo álbum de estudio, aquí incorporan a DJ Peggyn, explorando sonidos electrónicos, sampleos y ritmos poco comunes para el rock argentino que predominaba en el momento. Fue un disco incomprendido en su momento, pero hoy se reconoce como visionario y “adelantado a su época”.
Dopádromo (1996) y Babasónica (1997)
En estos discos el costado experimental explotó: mezclaron heavy metal con bolero, psicodelia con canciones que rozaban lo absurdo. Fueron años de radicalidad absoluta: los Babasónicos no querían ser famosos, querían ser ellos mismos y, si resultaban incómodos, mejor.
Jessico (2001)
El gran giro. En medio de la crisis del 2001 en Argentina, Babasónicos se transformó. Jessico es considerado por Rolling Stone como uno de los discos más importantes del rock nacional. Canciones como “El Loco” o “Los Calientes” se volvieron himnos generacionales. La banda entendió que podía hacer rock pop sin perder filo, que podía conquistar la radio sin dejar de ser transgresora.
Infame (2003)
Si Jessico fue el quiebre, Infame fue la consagración. “Putita”, “Irresponsables” y “Risa” son canciones que aún suenan como pequeñas bombas disfrazadas de melodías pegajosas. La letra, el sonido y la indiscutible potencia, los convirtió en una agrupación que sí o sí tenía que presentarse y ser vista en los mejores festivales de su rubro en Latinoamérica. Llegaron a un punto de equilibrio entre lo provocador y lo masivo.
Mucho (2008), Anoche (2005), Romantisísmico (2013) y Discutible (2018)
Cada álbum siguió explorando. Nunca repetirse es la única regla, siempre un paso más adelante. En Romantisísmico está “La Lanza”, que se convirtió en una de las piezas más intensas de su repertorio. En Discutible jugaron con lo minimalista, con lo electrónico y con lo ambiguo.
Trinchera Avanzada (2022)
Su último disco de estudio confirma que Babasónicos no es una banda de nostalgia. Con “Bye Bye” demostraron que aún pueden hacer hits y al mismo tiempo incomodar con letras llenas de ironía. Es un álbum que habla de política, de amor, de guerra, de lo frágil y lo absurdo de la vida moderna.
Adrián Dárgelos, el alquimista de las palabras
Para entender a Babasónicos hay que entender a Dárgelos.
Hijo de una familia de clase media de Lanús, siempre se sintió fuera de lugar. Encontró en la música y la poesía un modo de expresarse. En entrevistas ha dicho que no se siente particularmente culto ni intelectual, que simplemente escribe lo que le pasa por la piel:
“Escribo porque fui conmovido; eso es lo que me impulsó, que fui tocado… Hago todo lo que me da vergüenza”.
Esa frase revela mucho: Dárgelos escribe desde la vulnerabilidad, desde lo que duele, lo que arde, lo que incomoda. El artista se ha permitido ser “él mismo” como pocos y eso es lo que afianzó sus múltiples éxitos.
Además de su trabajo en la banda, ha publicado libros de poesía, el más reciente titulado La voz de nadie (2024). Allí aparecen poemas que dialogan directamente con las letras de Babasónicos: imágenes poderosas, metáforas sexuales, juegos de lenguaje que se mueven entre lo sagrado y lo profano.
Su figura de frontman también es icónica. En el escenario no necesita saltar ni gritar: basta con un gesto, con una mirada, con esa voz suave pero poderosa para cortar el aire. Pero Dárgelos no sería Dárgelos si no saltara, bailara y se desviviera en la tarima de todas formas.
Rayos disfrazados de canciones pop
Si Babasónicos se ha ganado un lugar único es porque sus letras son inimitables.
- “Putita” parece un insulto, pero es un juego de seducción, una ironía sobre el amor y el deseo. No busca ofensa, busca juego.
- “Irresponsables” es un manifiesto contra la moral establecida: no se trata de cumplir con lo correcto, sino de vivir como se siente.
- “La Lanza” es una de las metáforas más potentes: un arma que atraviesa, pero también una plegaria que se canta con el corazón roto.
- “Bye Bye“ parece una canción alegre, pero en realidad es un adiós envenenado, un retrato del desencanto moderno.
- “El Maestro“ es un canto al deseo de encontrarse a sí mismo, implorando que un ser o una fuerza, la que sea, apoye en esta búsqueda. Un impuesto de fe que se agradece. Una de mis canciones favoritas, por cierto.
Lo que hace Babasónicos es construir dobles sentidos constantes: canciones que suenan ligeras, pero que esconden profundidad, ironía y hasta crítica social.
El impacto en América Latina y el amor por México
Aunque nacieron en Argentina, los Babasónicos se convirtieron en una banda de toda América Latina. Han tocado en festivales como Vive Latino, Lollapalooza y Coachella, siempre dejando la impresión de que son diferentes y que no siguen fórmulas, se inventaron la propia.
México, en particular, se volvió un territorio clave. Desde sus primeras visitas a bares pequeños en los noventa hasta llenar el Auditorio Nacional en múltiples ocasiones, la relación con el público mexicano es visceral.
Recientemente, el 28 de agosto de 2025, Babasónicos volvió al Auditorio Nacional con boletos agotados. Fue una noche eléctrica: miles de personas coreando éxitos como “Risa”, “El Loco” y “Vampi”. Dárgelos, con esa mezcla de ironía y misticismo, parecía un sacerdote de una misa pagana. Cada canción era un ritual compartido.
La herencia y el legado
Más de treinta años de carrera no son poca cosa. Lo asombroso de Babasónicos es que siguen sonando actuales, que no han caído en la trampa de repetirse o permitirse no buscar innovación en su escritura y su sonido. Su legado no es solo musical: también es estético, poético, cultural.
Han influido en nuevas generaciones de bandas argentinas y latinoamericanas. Han demostrado que se puede ser masivo sin perder complejidad, que se puede hacer pop con ironía y que el rock todavía puede levantar cejas morales.
Datos curiosos que pocos saben
- El nombre Babasónicos fue idea de Diego “Uma-T” Tuñón, combinando espiritualidad y cultura pop.
- En sus primeros conciertos, solían cambiar de instrumentos entre canciones, solo para descolocar al público.
- Dárgelos ha confesado que muchas de sus letras nacen de sueños y visiones nocturnas.
- El disco Jessico fue grabado en medio de una crisis económica brutal en Argentina y, aún así, se convirtió en uno de los más vendidos.
- Aunque son vistos como una banda de rock, Babasónicos nunca temió de incorporar cumbia, rap, electrónica o bolero en su sonido.
Babasónicos como espejo de lo que somos
Hablar de Babasónicos es hablar de nosotros mismos: de nuestras contradicciones, de nuestra necesidad de bailar mientras todo se derrumba, de nuestra capacidad de encontrar belleza en lo incómodo.
Dárgelos y compañía nos enseñaron que las canciones no están hechas solo para consolarnos, sino para transformarnos.
Por eso siguen llenando auditorios. Por eso sus letras todavía nos atraviesan como “lanzas”. Por eso, después de más de tres décadas, siguen siendo una de las bandas más importantes de la historia del rock en español. Y sí, por eso teníamos que hablar de Babasónicos.