Escenario

‘13 exorcismos’: Cuando el terror adolece de originalidad

CORTE Y QUEDA. El cine fotógrafo Jacobo Martínez hace su debut en una ópera prima que los clichés, la falta de lógica y las malas decisiones son la principal característica

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Fotograma de '13 exorcismos'.

Fotograma de '13 exorcismos'.

ESPECIAL

El terror español ha dado muchas cosas en su historia. Nombres como el de Paul Naschy, Jordi Grau, Jess Franco, León Klimowsky, Eugenio Martín o el maestro Chicho Ibáñez Serrador sentaron las bases del género en la década de los setenta, mientras el Franquismo estaba en decadencia y los cambios sociales se hacían presentes en este país ibérico. Vendría después la camada de los 90 y 2000, que ha dado cintas memorables y nombres como el de Alex de la Iglesia, Paco Plaza o Jaime Balagueró, entre otros, que continuaron el legado de este cine.

En medio de muchas nuevas voces y de talentos que han hecho películas memorables como algunas olvidables, llega 13 exorcismos, donde el cine fotógrafo Jacobo Martínez hace su debut en una ópera prima que, aunque está inspirada muy libremente en algunos de los últimos casos documentados en ese país de este tipo de incidentes, desde el inicio se aclara que el exorcismo es una práctica canónica dentro del seno de la iglesia católica y que el Vaticano debe autorizar con antelación, haciendo hincapié en que en el país ibérico existen 15 sacerdotes capacitados para realizar este tipo de acción de ser necesario.

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Tristemente, esa es la única dosis de horror y realismo que tendremos en esta cinta, pues eso pasa a ser secundario ante el escenario planteado en el guión, escrito por los mismos detrás de otra fallida cinta de suspenso y terror, Malasaña 32 (2020), donde al menos existía un indicio de una premisa más interesante que se perdía en la incongruencia. Al parecer, los escritores no han aprendido la lección pues en esta nueva entrega de horror provocan todo menos eso con un relato muy derivativo que bebe de todas las cintas existentes del sub género de los exorcismos, especialmente de la obra maestra que cumplirá 50 años a finales de año, El exorcista.

Martínez trata de hacer algo con la historia de la adolescente Laura Villegas (María Romanillos), cuya familia es exasperantemente religiosa. La chica, en plena víspera del Día de Todos Los Santos (o Halloween) es llevada por su mejor amiga a una sesión de espiritismo en un lugar abandonado que termina muy mal pues la joven comienza manifestar síntomas de haber sido poseída por el demonio. Sin saber que hacer y con el Diablo dentro de su hogar, los padres, tremendamente creyentes, tratan de encontrarle solución a cómo dé lugar, siendo apoyados por una psicóloga escolar y un padre de apellido Olmedo (José Sacristán), para eliminar el mal de sus vidas.

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Definitivamente las cintas de exorcismos son algo muy común en el terror desde la adaptación de la popular novela de William Peter Blatty antes citada, misma que causó un impacto cultural tremendo en su momento. Pareciera sencillo realizar una cinta donde la pelea entre el bien y el mal, o Dios contra Lucifer, adquiera diversos matices interesantes. Como ejemplo de ello está Scott Derrickson y El exorcismo de Emily Rose (2005) hasta la facultad de voltear los roles convencionales del ritual como en El exorcismo de Dios (2021) del venezolano Alejandro Hidalgo o La exorcista (2022) de Adrián García Bogliano.

Sin embargo, 13 exorcismos destaca por la poca originalidad, su forma burda de querer generar terror en la audiencia o incluso caer en lo tonto y panfletario a favor de una postura religiosa. El relato de Ramón Campos, Salvador S. Molina y Gema R. Neira simplemente no tiene pies ni cabeza en un lamentable ejercicio de mala ejecución y pésimas decisiones que buscan generar miedo a través de atmósferas o del más absurdo ‘jump scare’ mientras le da una repasada a todos los clichés de este tipo de cintas. Aunque intentan traerlo a un contexto moderno, el discurso conservador prevalece a todas luces, pareciendo un filme aprobado por el Vaticano para convertirse en un creyente.

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Los preceptos católicos persisten en un guión repetitivo que carece de profundidad o explicación alguna. Las cosas pasan simplemente porque debe de ser así, siendo la justificación la posible pero endeble concepción de que la familia se ha comportado mal conforme a los ideales morales. La cantaleta de ridiculeces de esta índole persiste durante la hora y media de duración teniendo otro problema: no pasa absolutamente nada trascendental, ni un salto ni un susto, ni un momento de tensión. Simplemente nada, haciendo que el filme se sienta como una homilía eterna hablada en latín donde el realizador va en automático.

Aunque María Romanillos hace lo que puede con el material, todo el tiempo se le siente como una copia mal hecha de Linda Blair en El exorcista, siendo la que más se salva dentro de la infamia alrededor del filme. El veterano José Sacristán y su padre Olmedo son un mero remedo del Padre Merrick pero sin una motivación bien justificada, simplemente aparece porque sí y su momento climático se vuelve una tontería sin sentido. Ni que decir de los padres de Laura, que están sobreactuados hasta el cansancio siempre en su dilema poco creíble de haber sido olvidados por Dios por pecadores. Y peor aún, están la maestra y la psicóloga de la escuela, cuyos diálogos son tan patéticos, una culpando a las drogas de lo que sucede con la niña, la otra parte abogando por el poder del rezo para limpiar los pecados.

‘13 exorcismos’: Cuando el terror adolece de originalidad Video

Con efectos bastante mediocres, la ópera prima de Jacobo Martínez demuestra la inexperiencia en crear terror. Ni el factor del maquillaje, que es bastante insalvable, ni siquiera el esfuerzo por el experto en fotografía de usar una paleta de colores medianamente interesante para transmitir miedo al público, es suficiente para no condenar a la película a los siete infiernos. Por ello, 13 exorcismos es una muestra de algo que adolece en el género: la falta de originalidad, la cual puede ser bien librada en la forma en la que narras tu historia. En este caso, los clichés, la falta de lógica y las malas decisiones hacen que este ritual se convierta en una tortura eterna en la que queremos que ya nos lleve el demonio, se nos condene por pecadores y se acabe todo.