Escenario

Enrique Bunbury volvió a conquistar la Ciudad de México con un concierto inolvidable en el Estadio GNP Seguros, donde el rock, la nostalgia y la emoción se fundieron en una noche cargada de lluvia, energía y reencuentro.

Enrique Bunbury desata un huracán emocional en CDMX con su regreso al Estadio GNP

Bunbury en el estadio GNP (Daniel Luna)

En medio de una tormenta vespertina, miles de fans, equipados con impermeables y euforia, colmaron el Estadio GNP Seguros para presenciar el regreso de uno de los íconos más influyentes del rock en español: Enrique Bunbury. La cita, parte de su gira Huracán Ambulante Tour 2025, no solo marcó su regreso a la CDMX, sino también el reencuentro con su banda mítica, Los Huracán Ambulante, con quienes no compartía escenario en México desde hace dos décadas.

El reloj marcó las 21:30 horas cuando se levantó el telón rojo, y el escenario explotó con “El club de los imposibles”. Acompañado por un impecable traje escarlata, Bunbury llenó el recinto con su presencia magnética desde el primer acorde. Le siguieron “De mayor” y “El extranjero”, canciones que trazaron una ruta emocional desde sus primeros años como solista.

“Infinito”, uno de sus temas más icónicos, convirtió el Estadio GNP en una sola voz. Era claro: no se trataba solo de un concierto, sino de un reencuentro entre un artista y un país que nunca dejó de corearlo.

Entre la nostalgia y la reinvención: un setlist poderoso

El espectáculo, que comenzó con media hora de retraso, se extendió por poco más de dos horas en las que Bunbury repasó su carrera con un equilibrio perfecto entre lo nuevo y lo clásico. De su más reciente producción, Cuentas Pendientes, interpretó “Las chingadas ganas de llorar”, una canción que demuestran que su pluma sigue tan afilada como siempre.

El setlist también incluyó grandes éxitos de su etapa como solista, como “Solo si me perdonas”, “Alaska” y “Lady Blue”, que desataron coros multitudinarios.

En un gesto que mezcló tributo y mexicanidad, Bunbury también interpretó “El jinete” de José Alfredo Jiménez, acompañado por una producción visual que convertía el escenario en un paisaje de western emocional. La conexión con el público fue total: llovía, sí, pero nada importaba cuando el rock sonaba con el alma.

Entre la nostalgia y la reinvención: un setlist poderoso (Daniel Luna)

Un cierre apoteósico y la confirmación de su legado

La despedida llegó con “…Y al final”, una canción que, fiel a su título, selló el encuentro con un adiós cargado de emoción, con los corazones latiendo al ritmo del último acorde.

El montaje técnico estuvo a la altura del evento: luces, pantallas y efectos visuales convirtieron el escenario en una experiencia inmersiva. El sonido, claro y potente, no se vio opacado por la lluvia, y el despliegue de producción confirmó por qué Bunbury sigue siendo uno de los artistas más sólidos de la escena iberoamericana.

Con localidades agotadas desde semanas antes —desde la zona General hasta la VIP— y más de 60 000 asistentes, el concierto fue prueba de que Enrique Bunbury no ha perdido su fuerza convocante. En su regreso, el artista no solo ofreció un show inolvidable: reafirmó que el rock en español puede seguir siendo un refugio, una bandera y una tormenta emocional.

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