
La historia de IMPOSTOR(es) nació de un artículo que Rocko Márquez leyó sobre un policía en Alaska que resultó ser un migrante mexicano indocumentado. En esa nota, un breve párrafo mencionaba a Óscar Ayala, exoficial en Milwaukee, descubierto en 2007 por usar la identidad de su primo fallecido.
“Me pareció increíble. Se lo comenté a mi esposa, que es productora, y a través de un amigo conocimos a Rodolfo Quiroz, quien me contó que, a los 15 años, ayudó a pasar indocumentados a Estados Unidos haciéndose llamar Tony Montana. De pronto tenía dos historias fascinantes de migración que podía abordar desde un ángulo distinto”, recuerda Márquez.
El director explica que siempre tuvo interés por el tema: “Muchos de mis familiares emigraron cuando yo era niño. La migración me ha acompañado toda la vida, pero no había encontrado la manera de expresarlo. Con Óscar y Rodolfo hallé el vehículo perfecto para contarla desde una óptica poco explorada”.
La estética de la película se inspira en el cine policiaco de los 80 y 90, pero con la mirada íntima de un documental. Márquez decidió narrar la vida de ambos con un tono de thriller documental, utilizando recreaciones y puestas en escena simbólicas que invitan al espectador a ponerse en la piel de los protagonistas.

Ganarse la confianza y mostrar la vulnerabilidad
Uno de los retos más grandes fue lograr que Óscar y Rodolfo se abrieran ante la cámara. “Ellos querían contar su historia, mostrar el otro lado de lo que los medios y el gobierno decían. Aun así, vulnerarse frente a una cámara no es fácil”, señala Márquez.
El rodaje comenzó en 2016 y terminó en 2021. “Fueron años de acompañarlos, de platicar sin cámaras ni grabadoras, hasta que la confianza creció. Luego sumamos poco a poco al equipo técnico”.
Ese cuidado también se extendió a los familiares y amigos entrevistados. “Salvo con un exagente de ICE que arrestó a Óscar, todas las entrevistas fueron primero charlas informales por Zoom. No queríamos que se sintieran interrogados, sino escuchados”.
El documental tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Moscú. Márquez recuerda esa experiencia como “surreal”: “Ver la película en una sala IMAX en Moscú, con una audiencia que reaccionó con interés y empatía, me impactó. Incluso en un país con una cultura tan distinta, la migración no les es ajena”.
En México, una de las funciones más emotivas ocurrió en la Cineteca Nacional durante DocsMX, con la presencia de familiares y amigos de los protagonistas, quienes veían la historia completa por primera vez en pantalla grande.
Migración, política y doble moral
El contexto político marcó el rumbo de la película. Márquez empezó a filmar antes de que Donald Trump llegara a la presidencia de Estados Unidos, pero su triunfo cambió el panorama. “Trump puso la migración en el centro del debate como nunca antes. Aunque Obama deportó a más gente en números absolutos, el discurso de Trump fue mucho más agresivo”.
Para el director, la historia de Óscar y Rodolfo también es una crítica a la doble moral del sistema migratorio estadounidense: “Aceptan que trabajen en empleos que nadie quiere, cobran impuestos, pero les niegan acceso a servicios básicos y los tratan como criminales. La idea de ”IMPOSTOR(es)” no solo se aplica a ellos, sino también a la postura hipócrita de un país que dice recibir a todos, pero excluye a muchos del sueño americano”.
A nivel personal, Márquez vivió un proceso transformador: “Cuando comencé, no tenía hijos. Ahora soy padre de dos y siento que esta película me hizo mejor narrador y mejor persona. En el documental encontré una libertad creativa que la ficción no siempre permite: animaciones, recreaciones, archivo y testimonios conviven para contar esta historia”.
Sobre el mensaje final, el cineasta es claro: “Quiero que el público salga indignado por las circunstancias que obligaron a Óscar y Rodolfo a asumir otra identidad, pero también esperanzado. Pese a todo, ellos reconstruyeron su vida. Si las condiciones lo permiten, las personas no delinquen: se superan”.