
Yair Ponce se describe como un productor creativo, alguien que no se limita a la administración de un proyecto, sino que se involucra desde la concepción de la historia hasta la ejecución final. Su formación en artes visuales le dio una base distinta para acercarse al cine.
“Pienso que hay muchos productores que son administradores, pero yo me involucro desde el concepto. Mi paso por artes visuales me ayudó a entender el cine desde otra perspectiva, y al entrar al CCC lo hice con la intención clara de dedicarme de lleno a esto”, comenta.
Su trayectoria lo ha llevado a participar en proyectos tan distintos como Tótem, La vocera y Matando Cabos 2, lo que le ha permitido navegar entre géneros y públicos diversos. Al principio, confiesa, soñaba solo con hacer cine de arte, pero la realidad lo empujó a experimentar en distintos registros.
“Al inicio pensaba que sería el cineasta que solo haría cine autoral, pero en la práctica aprendí a moverme entre diferentes géneros. Eso me enseñó mucho, y en Catatonia por fin pude elegir con más claridad los proyectos que quiero contar”.

El reto de producir Un actor malo
Uno de los puntos más altos en la carrera reciente de Ponce ha sido la producción de Un actor malo, cinta que se ha consolidado como una de las más premiadas del año y que ahora compite por varios Premios Ariel. Para él, este reconocimiento es reflejo de años de trabajo en equipo.
“Lo hicimos sin expectativas, desde el alma y el corazón. Ver que hoy tiene reconocimiento en los Arieles es muy gratificante porque muestra lo que hemos construido con resiliencia durante años”, asegura.
El proceso no estuvo exento de dificultades. Uno de los mayores retos fue encontrar a los protagonistas, Fiona Palomo y Alfonso Dosal, lo que tomó alrededor de nueve meses. Además, justo antes de comenzar el rodaje, el equipo enfrentó un brote de COVID que obligó a posponer la filmación.
“Fue un golpe fuerte, pero también nos dio tiempo extra para preparar la película. Al final, esos tropiezos se transformaron en aprendizajes”, recuerda.
Además de este proyecto, Ponce ha expandido su visión internacional. Este año participó en el programa La Fábrica en Cannes con la cineasta nicaragüense Laura Baumeister, experiencia que le dejó una lección clave: producir hoy en día es un acto de resiliencia.
“Entendí que hacer cine hoy es heroico. Cada vez es más difícil financiar proyectos y llevarlos a la pantalla grande. Por eso es importante abrirse a coproducciones internacionales y explorar nuevas formas de producción más allá de los estímulos fiscales”.
Nuevos proyectos y colaboraciones
Además de su rol en Catatonia, Ponce impulsa proyectos que buscan fortalecer lazos en América Latina. Es cofundador de Ardor Cine, iniciativa que conecta a México y Brasil, y que nació de su amistad con la productora brasileña Bruna Haddad.
“Desde que estudiábamos ya soñábamos con hacer un puente cultural entre ambos países. Hoy, con Ardor Cine, queremos aprovechar nuestras experiencias para crear proyectos internacionales donde confluyan ambas miradas”.
En paralelo, trabaja en la ópera prima de Paula Hopf, un coming-of-age ambientado en Cuernavaca en los años 2000. Se trata de una historia que ha acompañado desde hace más de cuatro años y que finalmente logró financiamiento a través de Eficine.
“Este proyecto es muy especial para mí porque está escrito para Cuernavaca, mi tierra. Filmarlo ahí será una manera de regresar a mis orígenes y darle vida a una visión que Paula y yo hemos construido con mucha cercanía”.
Como director general y productor ejecutivo de Catatonia Cine, Ponce también impulsa el desarrollo de nuevas historias con un sello claro: cine autoral con identidad propia, sin importar el género.
“Estamos apostando por proyectos originales desde nuestro departamento de desarrollo. Vienen las siguientes películas de Jorge Cuchí y Hari Sama, además de documentales y series. Queremos seguir distinguiéndonos por un sello autoral fuerte”.
Finalmente, envía un mensaje a las nuevas generaciones de cineastas:
“Que se cuestionen qué están haciendo para llegar a donde quieren. Este oficio es hermoso, pero exige resiliencia. Hay que abrazar tanto el fracaso como el triunfo, porque esto es resistencia y no hay que claudicar”.