
Lo que en sus inicios fue una modesta muestra de cinco o seis películas alemanas en la Cineteca Nacional, hoy se ha convertido en un festival con más de 30 títulos y una programación diversa que cruza fronteras. Ana Zamboni, directora del Festival de Cine Alemán, recuerda que hasta hace poco el evento era conocido como Semana de Cine Alemán. “Los medios nos preguntaban cada año por qué seguía siendo una ‘semana’ si ya duraba más de doce días y contaba con actividades paralelas. Finalmente, decidimos dar el salto y asumirnos como festival”.
Ese cambio, explica, no fue solo de nombre. La programación se ha expandido, al igual que la presencia de invitados internacionales. Este 2025 participan cineastas de Alemania, México y otras latitudes, generando un diálogo que va más allá de las proyecciones. Además, desde la edición pasada se incorporaron cortometrajes mexicanos en competencia, proyectados antes de los largometrajes alemanes.
“Queríamos que la experiencia fuera más completa, que el público pudiera establecer un puente entre ambas cinematografías. A veces las temáticas o las búsquedas estéticas son similares, aunque provengan de contextos distintos”, señala Zamboni. Esta dinámica, afirma, ha enriquecido al público y a los propios creadores, que descubren puntos de convergencia entre sus historias.
El cambio también trajo consigo la creación del Premio Kino, otorgado tanto a largometrajes alemanes como a cortometrajes mexicanos. Para la directora, este reconocimiento simboliza el crecimiento del festival: “No se trata solo de mostrar cine alemán en México, sino de abrir un espacio de diálogo creativo y profesional entre ambos países”.

La controversia como motor del cine
Cada edición del festival gira en torno a un eje temático. Este año, la elección fue “lo controversial”, un concepto que busca provocar preguntas más que ofrecer respuestas. “Vivimos en un mundo polarizado, en el que parece que solo existen blancos y negros. El cine, especialmente el no mainstream, ofrece matices y puntos de vista que nos invitan a cuestionarnos”, explica Zamboni.
El lema de esta edición es “El cine nos cuestiona”, una frase que refleja la intención de provocar debates. Según la directora, muchas de las películas seleccionadas, tanto alemanas como mexicanas, abordan temas complejos desde perspectivas críticas. “No buscamos películas que digan al público cómo pensar, sino que lo confronten con preguntas. Eso es lo que nos interesa resaltar en el festival”.
La imagen oficial del festival, creada por la artista mexicana Elena Petel, también se inspira en esta idea de controversia. Para Zamboni, se trata de mostrar que el cine es un terreno fértil para el disenso, un espacio donde la pluralidad de opiniones tiene cabida. “El cine te ayuda a construir tu propia visión del mundo. Puede incomodarte, pero esa incomodidad es el inicio de un pensamiento crítico”.
Más allá de las proyecciones, el festival organiza mesas de diálogo y actividades paralelas que refuerzan este espíritu. Habrá un conversatorio sobre represión y gentrificación cultural con cineastas de Berlín y miembros del Multiforo Alicia, además de encuentros creativos como el “detrás de cámara” con el director de fotografía Tim Kuhn. “Queremos que el público conviva con los creadores en un mismo nivel, sin jerarquías, en un ambiente horizontal y cercano”, enfatiza Zamboni.
Un puente cultural entre Alemania y México
El Premio Kino se entrega por segunda ocasión y busca consolidar el intercambio entre cineastas emergentes de ambos países. En Alemania, solo pueden participar directores en su primer o segundo largometraje; en México, el cortometraje funge como vitrina para nuevas voces. “El cortometraje mexicano no tiene tantas ventanas de exhibición. Por eso decidimos integrarlo en el festival y darle un premio de alto impacto”, explica Zamboni.
El reconocimiento al mejor corto incluye un viaje a Alemania para asistir a cualquier festival de cine en 2026, con gastos de vuelo, hospedaje y acreditación cubiertos gracias al apoyo de la Embajada de Alemania en México. La idea es que los creadores mexicanos puedan conectar con la industria europea y dar continuidad a sus proyectos.
De manera paralela, la directora o director del largometraje alemán ganador recibe una residencia artística en la Ciudad de México. “Creemos que no hay nada más inspirador que pasar un mes en México trabajando en tu siguiente proyecto. Eso fortalece el vínculo cultural entre ambos países”.
El festival, además, es un espacio de convivencia. La inauguración se llevará a cabo en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con la proyección de una película alemana y la participación de Ilse Salas junto a músicos y compositores de cine mexicanos. En el Goethe Institut México, sede principal del evento, se organizarán convivios con cerveza, comida alemana y música, para que cineastas y público compartan un espacio horizontal.
La clausura, el 4 de octubre en Casa del Lago, tendrá un ambiente festivo con un pícnic ochentero y la proyección de Kamikaze 1989, la última película de Rainer Werner Fassbinder como actor. “Es una forma de cerrar celebrando la memoria de un cineasta controversial por excelencia”, subraya Zamboni.
Al final, la directora resume la esencia del festival: “El cine alemán no está hecho para olvidarse al salir de la sala. Son películas que te siguen acompañando, que te obligan a cuestionarte. Eso es lo que queremos dejar en el público mexicano: preguntas, incomodidad, diálogos que continúen más allá de los créditos”.
Con más de dos décadas de historia, el Festival de Cine Alemán se reafirma no solo como una ventana al cine europeo, sino como un punto de encuentro cultural que tiende puentes entre México y Alemania y que apuesta por el cine como herramienta de pensamiento crítico.