
Dentro de la gira de documentales Ambulante se encuentra El Silencio del Topo, un documental de Guatemala dirigido por Anaïs Taracena, el cual nos lleva a conocer a una de las personalidades que la historia oficial de ese país se ha dedicado a minimizar y desaparecer, la de Elías Barahona, mejor conocido por el mote de “El Topo”, quien estuvo de 1976 a 1980 infiltrado en la cúpula del Gobierno de su país como jefe de prensa de Donaldo Álvarez Ruiz, ministro del Interior, cargo que usaba para conocer información privilegiada de primera mano y transmitirla al Ejército Guerrillero de los Pobres, situación que le hizo abandonar el país y exiliarse cuando el cerco comenzaba a cerrarse sobre él y su familia.
En Crónica Escenario tuvimos la oportunidad de charlar con la directora y conocer más de éste trabajo.
Si bien en México conocemos mucho de las dictaduras sudamericanas, lo sucedido en Centroamérica es un capítulo muy oscuro, es algo que se comienza a ver, de lo que se comienza a hablar en este país. “El Silencio del Topo” toca el tema de la no impunidad, la lucha por los ideales y por una justicia que no hay todavía. ¿Cómo surge en ti la decisión de hacer este documental con este tema y jugar con la imagen de “El Topo” desde el inicio?
Surge a raíz de un proceso. Yo conocí a Elías Barahona, éramos amigos, yo conocía de la importancia de documentar su testimonio porque era una historia poco conocida, de hecho, había sido invisibilizada en Guatemala. Al principio yo quería filmar a Elías, pero él ya estaba un poco enfermo, y me pidió que lo filmara dando su testimonio en el juicio por la quema de la Embajada de España (ocurrida el 31 de enero de 1980 y que costó la vida a 37 personas).
Yo lo filmé con una camarita y le pedí a unos amigos que también lo hicieran, después de ello yo lo acompaño a casa y grabo nuestra conversación. Una semana después, Elías fallece. La idea de hacer este documental surge a raíz de la muerte de Elías, y de una necesidad muy fuerte, Elías es de la generación de mi padre, y yo quería, desde antes, trabajar temas de memoria en Guatemala, yo quería hablar sobre la represión en la ciudad y, además yo había empezado a grabar a Elías, a su muerte yo me digo que tenía que hacer algo con ello, tenía que darle vida al poco material que tenía.
Ahí empieza un proceso de investigación, el cual duró varios años, por un lado, consistió en buscar imágenes, a mí me gustan mucho los archivos y yo quería trabajar con imágenes de archivos, fueran fílmico o fotográficos, y por otro, el de contar esta historia a través de la palabra, a través de otras personas, trabajar con testimonios, así fue construyéndose la búsqueda.
Tras un momento avanzado de la búsqueda, me doy cuenta de que todavía hay miedos, hay silencios, lo difícil que es hallar imágenes de archivo de una cierta época en Guatemala ya que por la guerra muchos archivos se perdieron, otros fueron destruidos, otros salieron del país, de otros no sabemos si existen o no existen, hay muchos vacíos y para mí era importante que eso estuviera en el documental, eso es parte del documental, es la mirada contemporánea, eso nos habla del hoy en día, nos habla del pasado pero nos habla de la contemporaneidad de mi generación.
La subjetividad con la que está contada la historia me hizo poner la voz en off, que fuera un elemento visible, por supuesto no quita que es la historia de algo que pasó, de algo del pasado, de un periódico específico muy duro, de represión del Estado, de mucho conflicto, donde había un movimiento revolucionario que se estaba organizando, que se estaba radicalizando, y una represión estatal total. A partir de 1980 el Estado de Guatemala dice públicamente “aquí la represión contrainsurgente va a ser total”, la cual va más allá de lo urbano, se desata en las aldeas, en las comunidades indígenas, en las zonas rurales.
Tienes una mirada cinematográfica increíble, si bien estamos ante un documental, también estamos viendo a una cineasta con una propuesta visual para el mismo trabajo, lo podemos ver desde prácticamente el inicio, con la toma de los ventiladores en la hemeroteca, en la parte del cementerio de chatarra, cuando estás en la Filmoteca. Siendo una persona que le gusta la imagen, jugar con ella, ¿qué tan impactante fue para ti ver la manera en que los archivos fílmicos de Guatemala se conservan, o no se conservan, en la actualidad?
La imagen del documental la construimos con Carla Molina, la directora de fotografía, quien es guatemalteca y es muy buena. Cuando yo la contacte le decía que hay muchas ausencias, hay muchas cosas que no vamos a poder filmar, hay personas que no vamos a poder filmar, hay personas a las que sólo podemos filmar en un lugar en específico, por lo que el objetivo era hacer hablar esos lugares, porque los lugares también hablan. Hablan de Guatemala, del paso del tiempo, de cómo la guerra ha atravesado esos lugares, hablan de la materialidad misma.
Hablamos mucho de hacer metáforas, el cómo trabajar de forma metafórica el silencio, pero también las mismas texturas de las cosas, como era el tema de los archivos. En Guatemala no hay una política de preservación de patrimonio audiovisual, las instituciones que los preservan trabajan con muy pocos recursos, son pocas personas, y no necesariamente en las condiciones adecuadas para hacerlo. En el caso de los archivos, muchos no están, no podemos consultarlos en noticieros, no podemos ir a los archivos de los telenoticieros y decir que vamos a consultar los años tales, ya no existen, no tenemos esa posibilidad. Está, pero no está, la Cinemateca Nacional que ha sido casi el único espacio que ha podido preservar archivos fílmicos de la forma en que puede.
Hay archivos que se están deteriorando por el tiempo, que ya están en estado de putrefacción, y era hablar de su materialidad, de hecho, nosotros no le hicimos una corrección a los archivos porque su estado también nos habla mucho de ello. Fue buscar mucha metáfora sobre eso. Muchas imágenes fueron desaparecidas y otras destruidas, otras salieron del país o están escondidas sin que sepamos donde están, pero creo usamos casi todo lo que encontramos en el documental de ese periodo, porque si hay imágenes de otros momentos, sobre todo a partir de 1985. La materialidad fílmica nos habla, si una foto está rayada, eso nos dice mucho, si un archivo fílmico está medio velado, esa forma también nos habla. Era hacer hablar los archivos de esa forma.
Uno de los momentos más interesantes es la entrevista con el hijo de uno de los amigos de Elías, quien prácticamente no conoció a su padre, en un momento dice algo que considero resume gran parte del trabajo, cuando dice “me hubiera gustado ver la cara de Donaldo cuando se enteró que tenía a El Topo ahí adentro. Esto me lleva a preguntarte, para los jóvenes, para tu generación en Guatemala, ¿qué tan importante es poder sacar a luz todas estas cuestiones que no se hablan, dar vida a esos testimonios?
Yo creo que somos una generación de cineastas, donde hay más mujeres que hombres, que hemos abordado de cierta forma la guerra en Guatemala, sea de una forma contemporánea o literalmente hablando de lo que sucedió. Yo creo que eso responde a nuestra necesidad generacional de entender nuestras historias, entender las historias familiares, de rellenar vacíos y silencios.
Yo creo que el cine es una forma creativa de poder trabajarlo, de contar estas historias, por lo que sí, hay generación, y hay personas que hacen teatro, que escriben, hay asociaciones de la sociedad civil como la de “Hijos e Hijas de las Personas Desaparecidas”, que son personas de mi edad que a través de performances e intervenciones públicas colocan el tema de la desaparición forzada en Guatemala.
Eso no quiere decir que el Estado esté contando esta historia en las escuelas o en la historia oficial, pero sí hay una comunidad de la sociedad civil que está tratando de colocar el tema. Todavía hay muchos vacíos, hay muchas cosas que no entendemos, por eso ha surgido esto, a través de un documental o una obra de teatro, ya que es una forma creativa de hacerlo, pero también es personal, subjetiva. Todavía queda mucho por hacer, que se esté haciendo no significa que todo este contado o dicho.
Con El Silencio del Topo buscamos ese diálogo, esa empatía a pesar de ser un tema polémico, hay una cuestión muy humana de querer abrir ese diálogo, de escuchar, y en Guatemala, a lo largo de los últimos diez años, ha habido procesos judiciales que están ligados con crímenes de lesa humanidad, inclusive de genocidio. Todo eso sigue en pie, no estamos en nuestro mejor momento, hay ciertos casos y juicios que se están llevando a cabo con ciertos atrasos por la coyuntura política del país.
También hay mucha negación por parte del Estado, pero vamos a seguir colocando estos temas, son nuestras historias, lo que hace esta generación es colocarlo de una forma contemporánea, no sólo desde el pasado, sino con un entendimiento desde el presente y creo ahí está la riqueza porque eso hace dialogar generaciones y plantearlo desde el hoy en día, como algo que ya quedo en el pasado y del que tenemos que pasar la página.
Al inicio del documental pareciera El Topo va a ser el acusado por los crímenes, esto para todos aquellos que no estamos familiarizados con la historia de Guatemala, conforme va avanzando se nos revela su verdadero papel, y esto hace que tu trabajo no se inscriba en la vieja escuela, sino en una nueva que busca que el documental entre en todo lo que abarca una película, más allá de sólo documentar algo, ¿podemos esperar más trabajos así tuyos en un futuro?
Ahorita estamos haciendo proyectos de mediometraje pero no son autorales, son temas políticos. Estamos trabajando en un proyecto Guatemala-Honduras sobre dos defensoras del territorio, no es tan autoral como El Silencio del Topo, pero yo trabajo con temas muy relacionados con derechos humanos.
En el futuro, porque aún está en idea y por falta de tiempo porque la distribución del documental lleva mucho trabajo, quiero hacer algo sólo con imágenes de archivos, pero hacerlo desde una reinterpretación, crear una nueva narrativa a partir de esos archivos. Estos proyectos llevan muchos años, no sé cuándo estará listo, tal vez en cuatro o cinco años, pero yo voy a seguir en esa línea. Somos muchos los que estamos interesados en indagar en nuevas formas narrativas, aunque sean temas muy políticos.
Creo es necesario conozca lo que pasó en Centroamérica porque, como te dije al inicio, es poco conocido, tenemos más idea de lo ocurrido al sur del continente que lo ocurrido ahí y eso que estamos más cerca.
Gracias por plantear eso de Centroamérica porque justamente esa es una línea que nosotros llevamos, cuando yo estaba haciendo el proyecto recibí muchos comentarios de “por qué a alguien le iba a interesar una película de Guatemala”, “yo no entiendo nada de Guatemala, mejor habla de migración porque tu tema es muy complejo”, la gente no entiende y para nosotros ha sido muy importante llevar esta película a nivel internacional, queremos compartir el cine hecho en Centroamérica, las historias centroamericanas y de Guatemala porque hay mucho desconocimiento.
Tiene una historia muy compleja, es una batalla por visibilizar esas historias en la exhibición internacional, yo sigo viendo que a algunas personas no les interesa por el simple hecho de que es Guatemala y es muy difícil de entender y entonces ya ni lo miran. Nosotros queremos compartir esta historia y en México es donde más se ha proyectado y ha tenido un recibimiento muy hermoso, creo que las personas se conectan con la historia y hacen conexiones con ella, con la historia de México y sus historias familiares, y creemos que puede hacer se conecten más personas y eso es lo que queremos, tenemos esa línea de querer hacer hablar el cine centroamericano y que se vea.
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