
Una vez más, el Tour de Cine Francés viene a deleitar las salas de cine mexicano con un amplio abanico de propuestas que siempre son bien recibidas por el público nacional, ahora alrededor de su vigésimo quinto aniversario, y con la promesa de arraigarse con más fuerza y extender el proyecto a más zonas del país. Siete son los largometrajes seleccionados para la edición 2021 de este gran evento cinematográfico, entre los que encontramos El hombre del sótano (L’Homme de la Cave) dirigida por el cineasta y guionista Philippe Le Guay.
Sinopsis. La venta de una bodega de un viejo edificio se convertirá en el punto de disputa entre una familia y un extraño que ha convertido este sótano en su hogar, lográndolo a través de engaños y mentiras. La batalla legal arrojará —paulatinamente— los más oscuros secretos de cada protagonista, llegando a transformarse en un conflicto ideológico sobre la veracidad de algunos hechos históricos.
La cinta protagonizada por François Cluzet, utiliza la tensión psicológica acumulada en el pasado de sus personajes, como punto de inyección, para elevar una historia que parte de una sencilla premisa, generando, posteriormente, un debate idiosincrásico sobre la importancia de cuestionar nuestro pasado y cómo los traumas añejos pueden trasminarse generacionalmente para, de esta forma, crear movimientos radicales que van a contracorriente en nuestra sociedad contemporánea.
El racismo parece ir creciendo proporcionalmente con el burbujeante ascenso de las redes sociales, creando grupos de choque que cuestionan los sistemas preestablecidos en el mundo. La actitud desenfadada de Jacques Fonzic (François Cluzet) es el mayor escudo que el personaje posee para ocultar dichas acciones antisemitas, enfrentando a quienes intentan atacar sus ideales y sentido de la verdad; por otro lado, Hélène (Bérénice Bejo) y Simon (Jérémie Renier), son una pareja cuyos orígenes los llevarán a enfrentar la imagen de un hombre que ahora habita las profundidades de su hogar e incluso de sus mentes.
La semilla plantada, por lo que parece ser un parásito social, germinará en una familia que derribará los cimientos de su legado genealógico, dividiendo la trama en la fragmentación de la confianza y honestidad en este nicho, además de una batalla por recuperar un territorio tanto a nivel espacial como argumental.
Por momentos, la película parece poseer una naturaleza bipolar, partiéndose en distintos lugares sin encontrar un punto de conexión, sin embargo, el guion y la presión ejercida entre los personajes recupera la forma de la liga narrativa que se plantea inicialmente, proporcionándole una riqueza adicional basada en los conflictos raciales que permean a nuestra sociedad actual.
El simbolismo del sótano retratado en el filme de Philippe Le Guay entrega una dualidad de ideas alrededor de sus protagonistas; en una primera instancia, nos habla sobre un radicalismo ideológico que se oculta entre las sobras que forman las raíces de la sociedad contemporánea, transformándose en un peligro constante que nos acecha sin que nos demos cuenta.
En segundo plano, este pequeño espacio encierra los rastros de violencia vividos por un pueblo que, aún en nuestros tiempos, parece sufrir una persecución constante, aprisionándolos con las voces fantasmales de monstros racistas.
El conflicto principal es estructurado por una bola de nieve de eventos aislados, que van fundiéndose en el último acto, mostrándonos lo peligrosa que puede ser una idea extremista en el mundo actual, llegando a destruir nuestra moralidad y la “unión” que se ha construido, durante siglos, entre pueblos con idiomas, religiones y razas diferentes.
Debemos destacar cómo el control de François Cluzet con su personaje, nos lleva a un punto de empatía, no con su postura, sino con la habilidad que posee para manipular a los que le rodean a través de un “respeto” disfrazado de condesendencia.
¿Los demonios sociales viven entre nosotros ocultos en las sombras? O simplemente debemos aceptar la culpa por dibujar nuestras propias estructuras de encierro ideológico, permeando en distintos segmentos poblacionales, que nos llevan a puntos sin retorno de comunión pacífica. Estas son algunas de las preguntas que la cinta practica en pantalla y que puede ser observada durante la edición de este año.
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