Escenario

“Lamb”: Un filme sobre la culpa entre un paraíso terrenal y un terrible purgatorio

CORTE Y QUEDA. El aclamado filme de Valdimar Jóhannsson llegó hace unos días a la cartelera mexicana como una de las mejores opciones para regresar a las salas de cine este inicio de año>

Cordero
Los actores Hilmir Snaer Gudnason y Noomi Rapace ofrecen uno de los mejores trabajos de sus carreras. Los actores Hilmir Snaer Gudnason y Noomi Rapace ofrecen uno de los mejores trabajos de sus carreras. (CORTESIA CINE CANIBAL)

La soledad de los páramos rurales islandeses sirve como marco para la ópera prima del realizador Valdimar Jóhannsson, Lamb, cinta que roza los límites de lo fantástico y lo folclórico para presentarnos un relato que resulta ingenioso dentro de su desarrollo más allá de su ritmo pausado en el que cuestiones como la maternidad o el poder de la naturaleza son planteados de una manera casi contemplativa.

Aunque la cinta ha sido exhibida de forma exitosa en festivales de género importantes como Sitges o incluso aplaudida en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, Lamb se aleja de los ámbitos del terror común para enfrentarnos con una tragedia familiar en la que una pareja de granjeros, Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hilmir Snaer Gudnason) tienen un sorprendente descubrimiento en su granero que detonará una cadena de hechos donde la línea de la realidad con lo fantástico se cruzarán hasta tener un desenlace brutal.

La tensa relación que los protagonistas tienen los lleva a confrontar sus propios demonios e incluso a enfrentarse al lado más implacable de la naturaleza en una fábula bastante oscura, funcionando como una mirada hacia los complicados recovecos de las emociones humanas a través de un toque inesperado que remite a las antiguas mitologías llena de venganza, soledad y vacíos existenciales.

La cinta islandesa no deja de ser un producto un tanto demandante que puede ser tachado de pretencioso debido a su construcción en la que parece que no sucede nada. Sin embargo, es ahí, en los silencios y la rutina de este desolado lugar bellamente fotografiado por Eli Arenson, donde se encuentran los recovecos y claves de varios misterios que no son explicados a simple vista, algo muy al estilo de lo hecho recientemente por directores como Ari Aster (Midsommar, Hereditary) o Robert Eggers (La Bruja, El Faro).

Las piezas de este suspenso están ahí pero no son reveladas hasta que le convengan al relato. Así, Jóhannsson y su compañero guionista, el poeta y novelista islandés Sjon, crean este universo alrededor de Maria e Ingvar que parece estar marcado por el abandono, el dolor y un pesar que los separa dolorosamente, siendo una manada de ovejas a su cargo el referente de unión entre ellos y del cual nacen muchos de los simbolismos que maneja esta oscura fábula.

Dividida en capítulos, la película de Jóhannsson elabora esta atmósfera de miedo en medio de una tragedia palpable. Existe un vacío que los protagonistas tienen pero no hablan de ello, como si huyeran de ello o no quisieran enfrentarlo. Es hasta el descubrimiento del cordero que le da título a su nombre que esa frialdad comienza a cambiar entre ellos manteniendo un constante cuestionamiento acerca de ese apego que genera y por qué es así.

Cabe destacar que Jóhannsson es egresado de la escuela de cine del realizador Bela Tarr, maestro del cine húngaro cuyas influencias en su austeridad narrativa son notorias para esta ópera prima de la cual es productor ejecutivo. Sin embargo, el director islandés saca provecho de su propia visión, dándole una voz propia a este recurso en el que la naturaleza representada no sólo en el territorio sino en la figura de los carneros, el perro ovejero de los protagonistas y hasta un gato casero junto a la misteriosa figura de Ada, personajes incidentales que ayudan a ratificar esa sensación de vacío tentativamente abismal.

Este cordero se vuelve fundamental para el drama y suspenso que se seguirá desarrollando, causando una desconcertante sensación en la audiencia sin dejar de ser emotiva. Aunado a la aparición de otro personaje que parece perturbar la nueva armonía encontrada por la pareja protagónica, es en esta parte donde todo empieza a revelarse a pedazos para llegar a su desenlace en el que todos deben responder por sus actos.

La actuación de Noomi Rapace destaca, ya que parece ser esa mujer llena de dolor que de repente encuentra el pretexto para rellenar los huecos de su vida sin pensar en las consecuencias. La vemos pasar de la parsimoniosa rutina y el desapego al cariño e incluso ira de una madre al cuidado de una criatura que tal vez ni siquiera es su responsabilidad, convirtiéndose en la guía de una experiencia cinematográfica sorpresiva.

Así, Lamb resulta un interesante melodrama lleno de dolor y penas internas que van orquestando poco a poco un ambiente frío, desolado en el que Jóhannsson no se cansa de jugar con la paciencia y las expectativas que el espectador tiene, demostrando la capacidad como director de convertir un páramo natural en ambas caras de la moneda, un paraíso terrenal donde ocurre alguna redención o un purgatorio de las peores culpas del cual ningún cordero, humano o animal, está exento de sacrificio.

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