
La cineasta francesa Julia Ducournau se inclina por el cine de terror porque considera que tiene más amplio su abanico creativo: “En la animación ocurren las muertes más locas, como cuando el Coyote se cae por un precipicio y su cuerpo se aplana al estamparse contra el suelo. No pasa nada, son dibujos. En los largometrajes de miedo sucede un poco así. Todo puede suceder mientras se abordan temas prohibidos”, dijo la realizadora hace unos meses en Francia.
Así como Guillermo del Toro le puso una corona al cine fantástico en los Premios Oscar cuando los conquistó con La forma del agua, la cineasta francesa también selló su nombre en letras de oro en el Festival de Cannes al obtener la prestigiosa Palma de Oro con su más reciente filme Titane, un cuento de terror que hereda una especialización en el body horror de David Cronenberg. Un elogio a la monstruosidad que se elevó en el festival más importante del mundo.
En su huida tras una serie de crímenes realizados, Alexia (Agathe Rousselle) -nombre que por cierto significa “la vencedora, la que rechaza”- se hace una transformación a una figura andrógina para escapar. En ese baño del aeropuerto surge Adrien, un joven desaparecido hace años y que ella toma como nueva identidad. Ya transfigurada a este nuevo personaje, se encuentra con Vincent (Vincent Lindon), el padre de aquel chico con paradero desconocido. Entre ambos, se crea una relación basada en la idea del Impostor, acogiendo al hijo que vuelve a casa aunque se tenga la certeza de que no sea quien dice ser. Es un encuentro de identidades llevado al terror… y a la ternura.
“Sentí que me enfrentaba a un rompecabezas muy complejo, con una materia densa que claramente debía simplificar. Pero tenía que tener cuidado o me arriesgaría a perder el alcance existencial que pretendía. Fue un auténtico ejercicio de equilibrio”, expresó la cineasta, que se convirtió en la segunda mujer en ganar la Palma de Oro casi 30 años después de que Jane Campion hiciera los honores con La pianista (1993), en entrevista concedida a Crónica Escenario.
“Para dar a Titate su forma definitiva, me centré en el personaje de Vincent y en su fantasía: esta idea de que a través de una mentira se puede dar vida al amor y a la humanidad. Quería hacer una película que, en un principio, pudiera parecer ‘poco amable’ por su violencia, pero que luego nos encariñáramos profundamente con los personajes y, en última instancia, recibiéramos la película como una historia de amor. O mejor dicho, una historia sobre el ‘nacimiento del amor’, porque aquí todo es una cuestión de elección”, enfatizó la cineasta.
La película arranca con un accidente sufrido por una niña fascinada por los coches. En la edad adulta, convertida en bailarina en ferias del automóvil, una ola de asesinatos la obliga a escapar. En el trayecto de este momento en el filme hay una secuencia de la protagonista en la que se le ve teniendo sexo con un coche, que de inmediato lleva al espectador a un nivel de extrañeza.
“Esa secuencia está ahí para imponer una determinada visión -no mi visión- de Alexia, o más exactamente, de lo que otros quieren que sea. Esta visión la idealiza, la iconiza y sexualiza a la fuerza, la hace obedecer a toda una serie de clichés. Lo veo como un señuelo: Estamos explorando una capa superficial que insinúa el ‘océano’ en el que vamos a sumergirnos, donde descubriremos una feminidad de contornos muy borrosos. Quería que esta secuencia fuera a la vez extremadamente orgánica y totalmente desconectada de la realidad. La Alexia que se nos presenta aquí no se corresponde con la verdad del personaje”, expresó Julia Ducournau.
El impacto inicial que tiene Alexia no solo tiene que ver con este aspecto narrativo sino también con el proceso de elección de la actriz Agathe Rousselle, “supe enseguida que tendría que ser una cara desconocida. A medida que va sufriendo sus ‘mutaciones’ no quería que la gente pensara que estaba viendo la transformación de una actriz físicamente conocida. Menciono antes una ‘feminidad con contornos borrosos’ y para eso necesitaba una desconocida. Alguien en quien el público no pudiera proyectar ninguna expectativa. Alguien a quien pudieran ver transformarse a medida que la historia se desarrollaba sin ser conscientes del artificio”, dijo.
“Así que me dirigí directamente a mujeres jóvenes no profesionales. Tenía en mente un cierto físico andrógino, que pudiera soportar los distintos estados de transformación que se producen ante la cámara. Quería un rostro que cambiara con el ángulo de la toma. Un rostro que podía hacernos creer cualquier cosa. Así que el casting fue tan amplio como preciso. Sabía que habría mucho trabajo para quien eligiera”, continuó.
“No tanto en ensayar las líneas (Alexia es prácticamente muda) como en la propia actuación. Tendría que buscar algo dentro de ella, empujarla a lugares a los que no estaba acostumbrada a ir, y obviamente eso lleva tiempo. Cuando vi a Agathe por primera vez en un casting, me llamó la atención. Tenía el físico adecuado y un rostro fascinante, pero también una presencia. Dominaba la pantalla, y eso es exactamente lo que yo quería”, añadió.
Al otro protagonista del filme le da vida Vincent Lindon y su proceso fue completamente opuesto porque no habría que buscar quien le diera vida: “Para el personaje de Vincent fue mucho más sencillo: escribí el papel para Vincent Lindon”, explicó la cineasta y añadió: “Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Quería filmarlo y mostrarlo a todo el mundo tal y como yo lo veo. Su personaje requería un abanico de emociones que, en mi opinión, sólo él es capaz de transmitir: a la vez aterrador y vulnerable, infantil y oscuro, profundamente humano y a la vez monstruoso... especialmente con ese impresionante cuerpo”, destacó.
“Para prepararse para el papel, se dedicó a levantar pesas durante un año. Lo quería fornido como un buey, recordando la masividad de Harvey Keitel en Bad Lieutenant, de Abel Ferrara. Nos llevamos muy bien durante el rodaje y estoy muy orgullosa de eso. Vincent confió en mí. Aceptó la idea de entregarme al personaje sin tener necesariamente todas las claves de mi cine. Fue excepcionalmente generoso en lo que respecta al papel y a mí. Creo que obtuve de él algo que él mismo buscaba en esta etapa de su carrera. Llegué en el momento oportuno, por así decirlo”, agregó.
Por otro lado, la película es compleja más allá de las actuaciones. Por ejemplo, la realizadora hace un especial énfasis en el manejo de los efectos especiales: “El mayor reto, con diferencia, fueron las prótesis que tuvo que llevar Agathe. Pasaba largas y laboriosas horas de maquillaje todos los días, lo que era agotador para ella y estresante para nosotros, ya que cada pequeño retoque obviamente lleva su tiempo”, dijo.
“Las prótesis eran una parte central de nuestros horarios diarios. Es curioso, porque las he usado desde niña y cada vez me digo: ‘¡Nunca más, demasiada molestia!’. Y luego vuelvo a hacerlo en la siguiente película. Pero la cuestión es que, para los actores, las prótesis son verdaderas compañeras en el proceso de actuación y son orgánicas en la pantalla”, expresó.
Es interesante conocer cómo el concepto del metal juega en el filme con otros departamentos, especialmente con el visual como lo destaca Julia Ducournau sobre su trabajo con el fotógrafo Ruben Impens: “Utilicé a menudo las palabras ‘mal funcionamiento’ para evocar las transformaciones de la película. ‘Descarrilamiento’ también, porque la historia está salpicada de máquinas y metal. Rubén y yo trabajamos mano a mano. Hicimos juntos la lista de planos, el diagrama de iluminación, estábamos prácticamente unidos por la cadera en el plató”, dijo.
“Empezamos por averiguar qué maquinaria necesitaríamos en la película, porque compartíamos la frustración de no haber jugado más con eso en Raw (su primer filme). Y discutimos cómo hacer algo gráfico sin perder a los personajes en el proceso. En cuanto a la iluminación, trabajó mucho dentro de una dicotomía frío/caliente. Titane tiene que ver con el metal y el fuego, así que la relación frío/calor tenía que estar siempre presente”, añadió.
En ese sentido, el tono en el que se movía la narrativa de la historia hizo más complejo el proceso porque el dramatismo se pudo convertir en una catástrofe por algún detalle: "Rubén y yo queríamos profundizar en el contraste. Coqueteábamos constantemente con el límite, siendo el límite la caricatura: un paso más allá y podríamos caer en la caricatura. Teníamos que mantenernos en la realidad de la película. Empujar la envoltura de sombras/luces tan lejos como pudiéramos, sin perdernos en una ultra estilización que chupara la sangre de los personajes y de la acción. Nos centramos más en las referencias pictóricas que en las cinematográficas, los cuadros de Caravaggio en particular”, explicó.
“También le mostré a Rubén, Noche de verano, de Winslow Homer, y la serie El imperio de la luz, de René Magritte, para que se hiciera una idea de lo que buscaba en los contrastes. Quería que la luz brotara de las sombras de la misma manera que la emoción brota tras un choque inicial. También quería muchos colores, para romper con la oscuridad de la historia y evitar una impresión de sordidez ineludible. Para las numerosas escenas de desnudos, que quería que estuvieran lo menos sexualizadas posible, intenté utilizar la iluminación para reinventar la piel cada vez. El trabajo con el color permitió aportar nuevas texturas, significados y emociones a la propia piel”, dijo.
Finalmente, la cineasta francesa se refirió a la música a cargo de Jim Williams, con quien trabajó también en su filme debut: “Le pedí que usara percusiones y campanas. E insistí en las campanas. ¿Por qué? Porque quería absolutamente incorporar el metal en la partitura. Quería que la música sonara metálica sin dejar de ser melódica. Al igual que con Raw, quería un tema recurrente memorable que variara según la trayectoria de mis personajes”, comentó.
“Titane pasa de animal a impulsivo y a sagrado. Para ayudarnos a sentir esa progresión, la música también debe fluctuar, hibridarse, transformarse. Pasamos de la percusión a las campanas y a la guitarra eléctrica, y a veces todo combinado. Luego entran las voces, que aportan una dimensión litúrgica a la película. Le pedí a Jim que trabajara para crear un impulso hacia lo sagrado. Su música también tenía que ser como ráfagas de luz en las sombras”, concluyó.
Titane llega a salas nacionales este jueves 2 de diciembre luego de su proyección especial en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
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